Ha muerto un amigo

Esta madrugada ha muerto un amigo. Se llama José María “Chato” Galante. Empleo el presente porque para muchas personas sigue vivo, seguirá vivo mucho tiempo como ejemplo de resistencia, de lucha, de amabilidad, de respeto, de compromiso.

Chato era compañero de Enrique Ruano (detenido por repartir propaganda de Comisiones Obreras) cuando fue asesinado en la antigua Dirección General de Seguridad: fue arrojado por las escaleras por Billy el Niño, torturador. Esto sucedió en 1969 y supuso para un joven Chato un punto de inflexión. Poco tiempo después se tuvo que ver las caras con ese siniestro personaje en dos ocasiones. Una compañera de La Comuna me comentó que a cualquier otra persona que le hubieran hecho lo que Chato tuvo que soportar, se hubiera quebrado. En la presentación del documental “El Silencio de los Otros” reconoció que no había sido capaz de hablar de ello hasta mucho después, que incluso su querida Justa no sabía qué había pasado. Y también contó cómo había conseguido no romperse: pensó en su familia, en su padre y en sus hermanos; los trajo consigo y no los podía fallar; pensó, cuando estaba sufriendo los golpes de cinco torturadores, que el único humano que había en esa celda era él porque ser “humano” no solo era un adjetivo, era un compromiso. Y ni la tortura que sufrió, ni los años de cárcel le hicieron perder ni su amabilidad ni su sonrisa. Esto da idea de la talla humana de Chato Galante.

Lo que no pudo hacer el franquismo, acabar con él, lo ha hecho un pequeño virus que ha provocado una pandemia mundial. Y Chato, para los que no le conocen, será un individuo más parte de la estadística de infectados y muertos de hoy. Porque se nos está olvidando que están muriendo personas con nombres y apellidos, personas que amaban, que sentían, que luchaban, que tenían una memoria irremplazable. Y no nos debe valer la pseudojustificación de que la pandemia está acabando sobre todo con personas mayores con patologías previas, no. No nos podemos resignar a perder a amigas y amigos que podrían tener todavía una vida.

No sé cómo expresarlo. No son cifras. Están muriendo personas; están muriendo amigos. Y no nos debemos resignar. Te quiero, Chato.

May

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