Para entendernos
En estos tiempos de recortes por mor de la crisis, las exigencias de Bruselas y Berlín y las del poder financiero, hemos estado ocupados en analizar y destripar los zarpazos presupuestarios que ha sufrido la sanidad pública y que hasta la fecha suponen más de 20.000 millones de euros en todo el país.
Ha habido protestas, cabreos, debates que han ocupado páginas de medios de comunicación y de análisis en radio y televisión. Pero algo ha pasado más desapercibido porque muy pocos le han prestado la suficiente atención y también porque se ha ido llevando a cabo de manera poco publicitada y soterrada.
El enfado, la preocupación y las voces de alarma están saltando en estos días finales de 2014 y se aventura un 2015 de consolidación de un modelo que al colectivo de profesionales sanitarios que participen o no en la fiesta les pone los pelos de punta.
Caminamos hacia un oligopolio sanitario privado en el que las opciones para los usuarios de dicha oferta de servicios se reducen a pocos actores principales privilegiados y algunos secundarios seriamente perjudicados. Este oligopolio se está constituyendo con la complicidad de los poderes públicos, con la preocupación de los órganos encargados de velar por la competencia y con el disgusto de los profesionales sanitarios que deberían ser los principales protagonistas y que en muchos casos se están viendo aplastados por el poder del dinero.
Ahora mismo IDC Salud, antigua Capio para los despistados, controla una buena parte de los hospitales privados tras adquirir Grupo Quirón y los hospitales Ruber, que se suman a la larga lista de participaciones de control en los principales hospitales privados.
De suerte que cualquier asegurado privado, elija el hospital que elija dentro de esa larga lista, está en la práctica eligiendo lo mismo. ¡Viva el libre mercado y la competencia sana! que se pregona desde un sector político que está favoreciendo justo lo contrario. Al otro lado van quedando hospitales muchos más pequeños y la lista del grupo de hospitales católicos.
Pero aquí no acaba la cosa. Los mismos protagonistas principales de esta película asfixiante, controlan la gestión de numerosos hospitales públicos. En principio un modelo mixto público-privado debería ser una opción razonable, pero lo que está sucediendo es que las listas de espera, tanto diagnósticas como de tratamiento, se están derivando en dos direcciones: hacia los grandes centros controlados por el mismo protagonista empresarial antes citado y los pequeños que están controlados también por el mismo grupo.
¿Y que sucede con las condiciones laborales y profesionales del colectivo sanitario público y privado? Se les está presionando para aceptar bajadas retributivas y si no aceptan, directamente a la calle. Se les está imponiendo dejar de ser trabajadores por cuenta ajena con contrato laboral y pasar al régimen de autónomos con menos salario.
Se les está obligando a doblar la atención sanitaria en muchos casos y en la pública se les impone en operar el doble y por las tardes a cambio de nada, justificándolo con fórmulas de ingeniería de jornada laboral. Es decir, trampeando.
¿Quién gana en esta fiesta? IDC Salud principalmente, en menor medida los grupos más pequeños (cada vez son menos) y quizás, solo quizás, las sociedades médicas. No está confirmado aún pero muchos de los consultados tienen la impresión de que las aseguradoras podrían estar en el ajo de la concentración empresarial con el propósito último de crear una suerte de “seguridad social paralela” si me permiten la expresión.
¿Y quién pierde? Los profesionales sanitarios que ven cómo sus condiciones laborales empeoran a la velocidad de la luz tanto en el plano retributivo y de jornada, como en la carga de trabajo. Y lo más importante, los usuarios de la sanidad privada y pública que tienen menos opciones para elegir y creen sin embargo que están eligiendo cuando no es del todo cierto y que además son víctimas en muchos casos y sin saberlo de una progresiva precarización de la atención sanitaria.
Esto lo conocen de sobra todos los actores políticos con mando en plaza o sin él. ¿Van a hacer algo los que están para evitarlo? ¿Y los que vengan? Veremos.
Habría que preguntarse si el “fracaso” de la privatizaciónn de hospitales públicos de Lasketty fue tal fracaso. Sin duda, IDCSalud sale beneficiada de la ausencia de otros competidores privados, sobre todo si la competitividad de los competidores públicos es tan fácil de deteriorar gracias al apoyo de los actuales gestores.