El Ayuntamiento de Bilbao inauguró hace unos días un vial que rinde homenaje a las sirgueras, mujeres que, a finales del siglo XIX, arrastraban con gruesas cuerdas (sirgas) embarcaciones llenas de mercancías y minerales.
En el siglo XIX, el puerto de Bilbao era un importante enclave comercial. Sin embargo, a la altura de Olabeaga, la arena se acumulaba y las grandes embarcaciones no podían acceder. Esto obligaba a transportar las mercancías en gabarras que eran arrastradas desde la orilla por las sirgueras.
El de las sirgueras era un trabajo propio de bueyes o de hombres. Durante las guerras carlistas, los hombres estaban combatiendo. En lo que se refiere a los bueyes, estos eran más caros que contratar a las mujeres. Muchas de ellas trabajaban por el alimento del día, razón por la cual añadían a su duro trabajo el estigma social de ser llamadas «ganapanes».
Además de su precaria situación, el trabajo de las sirgueras no estaba exento de peligros. El 14 de marzo de 1879 el Noticiero Bilbaíno narraba con el título de Capítulo de brutalidades, un aparatoso accidente sufrido por una sirguera. La indignación del periodista era mayor por el hecho de que la mujer fue auxiliada por un herrero y un gabarrero. Sus patrones no se dignaron a preocuparse por ella. Este hecho sirvió de inspiración a una obra de teatro, Zirgariak, posteriormente convertida en película.
Además de obras de teatro y películas, la vida de las sirgueras ha inspirado Atzo, atzo, atzo, un cómic de Susanna Martín publicado en Pikara Magazine. En él se muestran las precarias condiciones laborales de las sirgueras y las cargueras, mujeres que transportaban las mercancías de las gabarras al pueblo.
«La primera vez que oí hablar de las sirgueras fue gracias a una amiga periodista, Lucía Martínez Odriozola, que vive en la margen derecha», explica Susanna Martín. «Yo estaba recién llegada a Bilbao porque hasta entonces vivía en Barcelona, y en un paseo por Getxo me contó que antiguamente había unas mujeres que arrastraban las gabarras. Me fascinó y me guardé esa idea para algún día contar su historia en cómic».
Además de dibujante de cómics, Susanna Martín es licenciada en Historia. Cuando se presentó la oportunidad de investigar sobre las sirgueras, no le faltaron ni ganas ni experiencia. El problema fue que apenas había información al respecto.
«Rastreé mucho y apenas encontraba textos, imágenes o testimonios. Vi que hace unos pocos años se hizo una representación teatral, encontré algunas pinturas contemporáneas, fotos de finales del XIX de la ría de Bilbao y solo un par de testimonios periodísticos. Curiosamente eran de periodistas extranjeros que estaban de paso y que denunciaban la situación de miseria y de esclavitud de esas mujeres».
El proyecto se encauzó finalmente gracias a un estudio de Olga Macías Muñoz. «Me sirvió para cerrar la trama. Al haber tan poca información de las sirgueras preferí completar la historia añadiendo también a las cargueras, otro trabajo igual de duro y esclavo realizado también por mujeres, pero mucho más documentado pues en varios pueblos costeros de Bizkaia he visto esculturas homenajeándolas».
El trabajo de la sirga también se practicaba en otros puntos de España. De hecho, el Código Civil de 1889 en su artículo 553 establece un espacio de tres metros de servidumbre en las orillas de los ríos para que se pueda realizar ese trabajo. Sin embargo, fue solo en el País Vasco donde las sirgueras fueron un colectivo profesionalizado. Su existencia duró hasta la aparición de la máquina de vapor y las remodelación de la ría, que permitió eliminar los bancos de arena que impedían a los barcos navegar por ella.