El Ayusismo y Vox tienen un gran acuerdo: recortar derechos laborales, sociales y democráticos

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En estos días, es habitual escuchar como, desde diversos ámbitos, se le exige a Isabel Díaz Ayuso el compromiso de no gobernar con Vox y la constitución de un “cordón sanitario” para aislar a dicho partido. El PP madrileño, por su parte, está dejando claro que, en ningún caso, va a adquirir dichos compromisos, entre otras cosas porque, según explican, consideran que Vox es un partido constitucional e, incluso, con más legitimidad democrática que Podemos o Más Madrid y hasta menos perjudicial que el PSOE.

Es lógico: el Ayusismo y Vox, más allá de su actual separación orgánica, son afluentes que desembocan en el mismo río. Es lo que Aznar, con propósito engañoso, llama “la refundación del centro derecha español”. En realidad, es la unidad de la derecha en torno a un proyecto antiguo, reaccionario y dañino, que conduce a aumentar las desigualdades y la explotación laboral; a declarar la guerra al feminismo; a la imposición de una moral reaccionaria y opresiva en temas como el aborto o la eutanasia, y al recorte de libertades.

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Diversas circunstancias nacionales e internacionales, junto con una política consciente han permitido que el plan de Aznar y la FAES haya avanzando, como lo prueba que ya se admita como normal entre un importante sector de votantes del PP (un 78 %) la constitución de un gobierno PP-Vox en esta Comunidad. Las elecciones en la Comunidad de Madrid el día 4 de mayo, son un momento clave: pueden suponer un gran impulso a este proyecto reaccionario y la contaminación del Ayusismo al resto del PP o un frenazo de importantes consecuencias.

Aznar, mentor del populismo de extrema derecha

La unidad de la derecha en torno a un proyecto populista y extremista, la plantearon de forma explícita Aznar y FAES en los primeros días de diciembre de 2018, tras la mayoría electoral obtenida en Andalucía entre las tres variantes de la derecha. Desde aquellos días, este plan ha venido dando pasos de gigante.

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Es la unidad de la derecha en torno a un proyecto antiguo, reaccionario y dañino, que conduce a aumentar las desigualdades y la explotación laboral; a declarar la guerra al feminismo; a la imposición de una moral reaccionaria y opresiva en temas como el aborto o la eutanasia, y al recorte de libertades.

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El primer paso se concretó con el llamado “trifachito” andaluz que, como se sabe, consistió en un gobierno PP-Cs con apoyo externo de Vox. A partir de ahí, todo se aceleró: después de las elecciones autonómicas y municipales de mayo se 2019, se formaron gobiernos similares en las comunidades de Madrid, Murcia y Castilla-León y en innumerables ayuntamientos, entre ellos el de Madrid ciudad. Recientemente, una exmiembro de Vox y antivacunas ha entrado a formar parte del Gobierno murciano, nada menos que como consejera de Educación. Aunque falten algunos, hoy se ve claro que la foto de Colón, de febrero de 2019, ni fue una anécdota ni la imagen de extrema derecha que proyectó fue un ilusión óptica.

La formación del que se llamó “trifachito andaluz” tuvo una importante dificultad y un solido punto de apoyo. La dificultad fue hacer presentable a Vox; el punto de apoyo, el desgaste del PSOE andaluz tras gobernar 36 años ininterrumpidos y estar manchado con importantes casos de corrupción (el escándalo de los EREs). FAES lo expresó así en un comunicado: «Las elecciones del domingo han actuado como un plebiscito inesperado y silencioso en favor de la alternancia y el cambio; un cambio que lo será tanto de gobierno como de régimen… El «mensaje» que transmitieron los andaluces en las urnas «es el cambio como denominador común suficiente para un acuerdo necesario» entre las tres fuerzas políticas frente al «extremismo izquierdista». (1)

A partir de ese momento, CS y PP dieron certificado de buena conducta a Vox, conviertiéndolo en un partido “normal”, a pesar de sus mensajes de odio. Con ello continuaban el proceso de blanqueamiento que Aznar había iniciado meses antes, declarando cosas como que Santiago Abascal es «un chico lleno de cualidades», o diciendo, en plena campaña de las elecciones andaluzas, que «todos los votos» de esta formación (Vox) son «antiguos votos» del PP y «no es un partido que defiende reformar la Constitución».

La constitución de estos gobiernos de coalición (tríos con apariencia de pareja) tuvo dos grandes efectos, especialmente donde antes gobernaba el PP con mayoría absoluta. Por un lado, evitó que se dislocará el bloque economico-político-social en el que durante años esta partido se había apoyado y que se había resquebrajado, como consecuencia de la crisis económica con sus secuelas de paro, recortes y austeridad, junto a los innumerables casos de corrupción y de las importantes movilizaciones que se desarrollaron con el 15M y las “mareas” Y, así, a diferencia del País Valenciano, el PP siguió en el poder y, de paso, se salvaron los negocios generados por las conexiones político-empresariales durante los años anteriores.

Por otro lado, estos gobiernos se dotaron de una orientación cada vez más derechista, reaccionaria y autoritaria, logrando la radicalización del conjunto del electorado de dicho bloque. Dicha deriva  se refleja en el debilitamiento extremo al que ha llegado Ciudadanos. Este curso de derechización se valió de un mecanismo político, que no cesa de aplicarse, y del aprovechamiento de una serie de circunstancias nacionales e internacionales.

El mecanismo político consistió en que, por un lado, desde estos gobiernos tripartitos, y desde el conglomerado mediático, se fue “blanqueando” cada vez más a Vox y, lo que es peor, asumiendo sus discursos de odio. Vox rompía “el muro” de la decencia, a la vez que Ciudadanos y, sobre todo PP, que dependían de sus votos para gobernar, y todos sus medios afines, lo legitimaban bajo el pretexto de la libertad de expresión. Más adelante, ellos mismos terminaban asumiendo tales discursos de odio contra inmigrantes, mujeres y pobres. En tales derivas ha sobresalido Ayuso con el impagado asesoramiento del aznarista Miguel Ángel Rodríguez.

Internacionalmente se apoyaron en el fortalecimiento de las corrientes de extrema derecha, expresadas en los gobiernos de Trump, Bolsonaro, Salvini y Orban. Nacionalmente, utilizaron el tema del independentismo y una supuesta claudicación al mismo por parte del gobierno “socialcomunista” que, ademas de romperla, iba a arruinar España con las subidas de impuestos. La aparición de la pandemia, les ha dado nuevas armas para crear confusión, aprovechar el malestar y los errores e inconsecuencias del gobierno central. La práctica ausencia de movilizaciones, por su parte, ha sido el factor fundamental a la hora de facilitar el curso de radicalización derechista y reaccionario de este bloque.

Nacionalismo madrileño (de terrazas) y rebajas de impuestos (a los ricos)

La base fundamental para este proceso de confluencia está conformada, esencialmente, por tres aspectos que reflejan que es más lo que les une que lo que les separa, más allá de las diferencias en las formas entre el Ayusismo y Vox.

En primer lugar, encontramos las existencia de un solido acuerdo en las políticas económicas al servicio de los más ricos: rebajas de impuestos a grandes empresas, a quienes más ganan y a quienes más tienen; recortes de gasto público; políticas de privatización y deterioro de los servicios públicos, junto al mantenimiento de la reforma laboral y toda medida facilitadora de la explotación laboral.

En segundo lugar, está la confluencia cada vez mayor en enfrentarse al feminismo, en el control religioso de la educación y en recortar los derechos LGTBI o derechos sociales como el aborto y la eutanasia.

Por último, tenemos el acuerdo, con ciertas discrepancias, en la promoción de aquellos temas que pueden dividir a la clase trabajadora y a los sectores populares, como el nacionalismo y la xenofobia, junto con las llamadas guerras culturales y el aumento de las medidas represivas para evitar la confluencia de una resistencia unida y masiva a sus políticas.

En la campaña de Madrid este programa, lógicamente, no se exhibe: parte se distorsiona y parte se oculta. En estos días, donde se nos dice que la lucha por defender la libertad (que ya existe en Madrid) contra el socialcomunismo (implantado en el resto de España y con intenciones de importarlo a Madrid), se concentra en poder sentarse en una terraza (se asocia la libertad de consumir con la libre empresa que ni en medio de una pandemia caduca) y en pagar menos impuestos. Hablar de las muertes que se habrían podido evitar con una sanidad pública sin recortes y una red de residencias públicas medicalizadas; hablar de las dolorosas desigualdades sociales que no paran de agrandarse, de la pobreza que aumenta, hablar de restricciones al derecho al aborto o a la eutanasia, son temas de mal gusto y que atentan contra la libertad.

La Presidenta Isabel Díaz Ayuso mientras morían miles de madrileñas y madrileños, se dedicaba a facilitar los negocios a la sanidad privada y a otras empresas, en vez de reforzar la sanidad pública o acabar con la precariedad laboral, o dar ayudas a quienes las necesitaban. Una prueba de esto la encontramos en el uso que ha hecho de los 3346 millones de euros que le entregó el gobierno central: ninguna mejora estructural en sanidad pública y menos en Atención Primaria y despilfarro en el Zendal. Esta Presidenta, que tampoco dio solución alguna durante la nevada de febrero, no será quien nos ayude a salir de la grave crisis social que avanza; ni ella sola ni, menos, con Vox. Los hechos no dan ninguna credibilidad a sus promesas.

Hoy sabemos que una victoria de PP y Vox en Madrid supondría más desigualdad, más precariedad, peores servicios públicos, más machismo, mas toros, más corrupción, el fortalecimiento del integrismo católico (3) y un deterioro de las libertades democráticas. Pero esto, aún podemos impedirlo.

Javier Cordón, miembro del Mats

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(1) elDiario.es 7 de diciembre de 2018

(2) El Pais, 28 de abril de 2021

(3) “Vox se compromete a poner trabas al aborto y la eutanasia”. Miguel González. El País, 29 de abril de 2021

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