Desde 2009 el gasto ha disminuido en términos relativos (como % del PIB) y absolutos, habiéndose reducido un 9% en el período 2009-2012
El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (MSSSI) ha publicado la Estadística de Gasto Sanitario Público del año 2012 (datos reales, no solo presupuestarios). Con los datos de 2012 podemos realizar algunos análisis y reflexiones en torno a qué está ocurriendo con el gasto sanitario en los años de la crisis económica.
El gasto total
Según el Plan de Estabilidad 2012-2015, el gobierno pretende que en el año 2015 el gasto sanitario se sitúe en el 5.1% del Producto Interior Bruto (PIB). Como se puede observar en la siguiente tabla, ese objetivo lleva camino de convertirse en realidad.
Tabla 1. Evolución del gasto sanitario público en España. 2008-2012
Fuente: MSSSI
En los años previos a la crisis el gasto sanitario creció interanualmente por encima de los incrementos del PIB, situándonos en la media de los países de la OCDE; sin embargo, desde 2009 el gasto ha disminuido en términos relativos (como % del PIB) y absolutos, habiéndose reducido un 9% en estos años (2009-2012).
¿De dónde sale el dinero que dejamos de gastar?
En un editorial en la revista Atención Primaria, Salvador Peiró decía que había dos partidas del gasto sanitario de nuestro país que no resultaban un problema especial: el salario de los trabajadores y el precio de los medicamentos. Las partidas en las que están incluidos esos dos aspectos son, justamente, las dos que han aglutinado la mayor parte de la disminución del gasto sanitario en estos años. El gasto en personal ha disminuido un 7.4% (representando el 43.8% de la disminución total del gasto sanitario público), mientras que el gasto en transferencias corrientes –donde está incluido el gasto de farmacia-, ha disminuido un 5.35% (representando el 36% de la disminución total del gasto sanitario público). Es decir, España ha realizado recortes en los presupuestos sanitarios a expensas, principalmente, de los salarios y la contratación de trabajadores así como del gasto farmacéutico (por disminución de los precios, implantación de copagos farmacéuticos y desfinanciación de medicamentos), de modo que ambas partidas representan un porcentaje menor del gasto total que lo que representaban al comenzar la crisis económica.
En relación con el nivel asistencial, los datos son tan llamativos como alarmantes y contrarios a las recomendaciones para garantizar la mejora, solvencia y sostenibilidad de un sistema sanitario público. Como se observa en la gráfica, el gasto destinado a salud pública, atención primaria, farmacia y gastos de capital ha disminuido de forma mantenida en los tres últimos años (desde que empezó la caída del gasto sanitario público).
Gráfica 1. Evolución porcentual del gasto sanitario público según clasificación económica. España 2008-2012
Fuente: Elaboración propia. Datos MSSSI.
Si intentamos ver de qué manera se ha repartido la disminución del gasto según los grupos funcionales, observamos lo que muestra la gráfica 2.
Gráfica 2: Procedencia por grupos funcionales de la disminución del gasto sanitario público 2009-2012
Fuente: Elaboración propia. Datos MSSSI.
¿Hacia qué modelo sanitario nos llevan estos datos?
Mientras en lugares como el Reino Unido salen a la luz documentos que afirman que sería necesario incrementar la financiación del sistema sanitario ( Appleby 2014), el nuestro lleva tres años consecutivos disminuyendo los recursos económicos del mismo, guiado por un objetivo de financiación aún más restrictivo.
La literatura sobre sistemas de salud y crisis afirma que el fortalecimiento del sistema sanitario pasa por el fortalecimiento de su sistema de atención primaria, así como por la inversión en actividades de salud pública. La distribución funcional del gasto en nuestro país muestra un hospitalocentrismo acusado, habiendo alcanzado niveles máximos de representación porcentual del gasto hospitalario, y mínimos de la atención primaria (gráfica 3). Una de las causas del papel central del gasto hospitalario en tiempos de crisis puede encontrarse en la visión cortoplacista que, consciente de que son los colapsos de las urgencias y las listas de espera los que potencialmente pueden copar los medios de comunicación, tratan de atajar el problema actuando sobre las consecuencias de esos problemas, desatendiendo los niveles asistenciales que constituyen la base para que dichas situaciones no se produzcan.
Gráfica 3: Estructura del gasto sanitario público por funciones. España, 2012
Fuente: Elaboración propia. Datos MSSSI.
Además de los datos que hemos comentado, existen dos partidas que nos han llamado la atención, no tanto por su magnitud, sino por lo que pueden indicar: el gasto destinado a conciertos y el destinado a las mutuas privadas de los funcionarios, que han aumentado ligeramente su peso relativo dentro del gasto sanitario público. Dado lo pequeño de la cuantía de este aumento no se puede decir que señale una apuesta por incrementar la financiación de la provisión privada, pero puede indicar que éste es un gasto más blindado ante los ciclos de restricción de financiación que la sanidad de propiedad y provisión públicas. Se ha señalado en múltiples ocasiones que uno de los inconvenientes de las empresas privadas como gestoras o prestadora de servicios de la sanidad pública es que el blindaje que presentan los contratos firmados con ellas imposibilita la capacidad de las administraciones de transferir recursos de un sitio a otro, teniendo que recortar donde pueden para seguir pagando contratos firmados en épocas de bonanza.
Hace unos días algunos medios se hacían eco de un estudio según el cual un alto porcentaje de los gestores sanitarios de España dudaba de la viabilidad del sistema sanitario. Si seguimos así, esa percepción se convertirá en una profecía autocumplida, en gran parte porque, a la vista de las estadísticas de gasto, muchos de los macrogestores de la sanidad pública de nuestro país toman las decisiones que nos encaminan hacia ello.