Por Jesús Jaén (miembro del MATS)
“Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios sanitarios. La ley establecerá los derechos y deberes al respecto” (Artículo 43, apartado 2 de la Constitución de 1978)
La pregunta que nos queremos hacer es muy sencilla ¿Por qué no hay suficientes vacunas? ¿No se podría hacer nada para conseguirlas? Las respuestas no son simples. Sobre ello va el artículo.
La industria farmacéutica es un oligopolio, es decir, un mercado controlado por unas cuantas empresas. En el caso de la lucha contra el coronavirus las patentes han sido conseguidas por las grandes industrias Pzifer, Moderna y Astra-Zeneca. Sin entrar en mas detalles los beneficios que les están reportando a estas grandes marcas son inmensos. Estamos hablando de miles de millones de euros entre la facturación, crecimiento en Bolsa, capitalización y prestigio internacional para el futuro. Con las vacunas y otros fármacos-virales el poder de la industria y los laboratorios de la sanidad crece vertiginosamente: mal de muchos, ganancias para pocos.
Modalidades contractuales. Debido a este poder y la legislación internacional sobre patentes, las empresas pueden mantener la propiedad intelectual del producto entre cinco y veinte años. En situaciones de extrema necesidad, como la que estamos padeciendo, el oligopolio farmacéutico establece unas condiciones contractuales con las instituciones internacionales o estados nacionales muy ventajosas. Por ejemplo cláusulas de confidencialidad, opacidad informativa, obligación de patentar no solo el producto sino todos los proceso y modificaciones moleculares; ayudas públicas mediante cuantiosas subvenciones por parte de los gobiernos e instituciones de carácter internacional y una comercialización o distribución de las vacunas en función de los mayores márgenes de beneficios….
El verdadero fondo es el carácter privado de la producción. El fin de las vacunas que en teoría sería el bien y la salud pública, se transforman en formas de acumulación de capital y de grandes beneficios para grupos empresariales o fondos de inversión muy poderosos a nivel mundial (no olvidemos que entre estas industrias se incluyen cinco entre las 50 empresas más grandes del mundo). El objetivo de Pzifer, Moderna o Astra- Zeneca, sus consejeros delegados o empresarios es una rentabilidad máxima y un prestigio de marca para futuras operaciones. Si hubiera una industria pública continental de la UE o industrias nacionales públicas reguladas en función de los intereses ciudadanos, otro gallo cantaría. Pero desgraciadamente no es así.
Con este sistema económico y social internacional no existe espacio para la conmiseración, la piedad, la solidaridad con ciudadanos enfermos o países pobres; con economías derrumbadas o sistemas de salud al borde del colapso. Menos que menos, no hay lugar para ningún tipo de principio ético. Esto es un hecho y por lo tanto, nos toca tomar nota y plantear estrategias de lucha, resistencias y recuperación de los bienes públicos. No nos daremos por vencidos. Es por la salud de esta generación y de las próximas.