Hoy se ha dictado una sentencia vergonzosa que hace que nos planteemos en qué país vivimos, qué justicia es esta que sufrimos y padecemos.
Los sucesos de Pamplona protagonizados por la autonodenominada “La Manada” convulsionaron a las mujeres, nos convulsionaron a todas. Pero esta sentencia asquea aún más por muchos motivos, incluso, que el suceso en sí, ya bastante grave.
A mí lo que más me ha dolido es que la justicia española diga que no hubo violencia y que por eso no fue una agresión. Considera que el que varios hombres penetren a una mujer sucesivamente y sin su consentimiento no es un acto violento. Es decir: para que se dé una violación la mujer tiene que poner en peligro su vida, luchar contra -en este caso- cinco hombres, entre ellos un ultra, un miembro de la UME, un guardia civil…
Si preguntamos a nuestras amigas, a las amigas de nuestros hijos, a nuestras compañeras de trabajo, a las mujeres que conocemos, es tremendo el número de mujeres que hemos sufrido abusos sexuales. Por eso nos duele tanto: sabemos lo que representa una agresión sexual y sabemos que es algo que deja unas cicatrices y un miedo que perdura, que te deja huellas en la piel, en el corazón y en nuestra sexualidad.
Muchas no denunciamos, otras sí lo hacemos. Pero esta sentencia, un paso atrás tremendo en la lucha de las mujeres, significa minimizar el dolor de muchas y culpabilizarnos: hay que ver averiguar cómo vestimos, cómo vivimos, cómo nos relacionamos, qué parejas tenemos o si somos promiscuas o no antes de culpar a unos hombres por una agresión brutal, premeditada y de la que se jactaron.
Estoy cansada y muy harta de que esta sociedad me penalice por ser mujer.
Elena Martínez