El joven senegalés fallecido ayer por un ataque al corazón tras una persecución policial, llegó a España en mayo de 2006 desde Senegal.
Doce años viviendo en España, la mayoría de veces condenado a ganarse la vida con la manta, algunas veces con trabajos de pocos días, siempre sin contrato. Ayer, la policía municipal hizo una redada a los vendedores ambulantes en Sol, según afirman varios testigos, que vieron cómo algunos de ellos salieron corriendo, perseguidos por los agentes de policía, hacia Lavapiés. Entre ellos estaba Mame Mbaye Ndiaye, que murió de un ataque al corazón a pocos metros de su casa, en la calle del Oso, en Lavapiés.
Mame Mbaye llegó a territorio español el 29 de mayo de 2006. Llegó en una patera que había salido una semana antes desde Saint Louis, una de las ciudades más pobladas de Senegal, su país de origen.
“Llegué en la misma patera que él; íbamos 94 personas, algunas de ellas menores de edad”, relata a El Salto Serigne Mbaye, compañero y amigo de Mame.
Su primera parada fue Santa Cruz de Tenerife, donde fueron detenidos por la policía. Estuvieron tres días en comisaría, esperando que los agentes les identificaran y de allí fueron trasladados a un centro de detención de extranjeros, donde esperaron varios días más a que un juez decidiera sobre su destino.
“También salimos juntos del CIE”, continúa Serigne, quien explica que de allí fueron derivados a un centro de acogida en A Coruña. Serigne estuvo allí una semana, y Mame varios días más. En junio se volvieron a encontrar, por casualidad, ahora en Madrid.
Mame Mbaye se dedicó desde entonces a la venta ambulante. A veces conseguía trabajos de algunos días, siempre sin contrato, y de nuevo volvía a la venta en la manta. Vivía en Lavapiés, en una vivienda compartida con varios compañeros. Intentó regularizar su situación en varias ocasiones, pero nunca le concedieron los papeles, a pesar de estar ya doce años ya viviendo y ganándose la vida en España.
Serigne no sabe cuáles fueron las razones concretas de que Mame no pudiera acceder a los papeles, pero sí explica lo que pasa en la mayoría de casos: “Es por falta de trabajo, por antecedentes de expulsión o por detenciones por la venta ambulante, eso impide poder regularizarnos”.
Cuando Serigne habla de Mame, las palabras que más salen de su boca son “compromiso” e “implicación”.
“Era una persona súper maja, muy tranquila, y que se implicaba. Muchas veces hacíamos juntos voluntariados para la comunidad senegalesa; Mame siempre cocinaba o repartía comida”, señala Serigne, quien destaca lo implicado que estaba Mame en esta comunidad y que iba mucho a la mezquita.
También era miembro del Sindicato de Manteros y Lateros de Madrid, uno de los colectivos nacidos con el objetivo de reclamar derechos para las miles de personas que se ven obligadas a dedicarse a la venta ambulante.
La última vez que Serigne habló con Mame fue en diciembre, en el centro social La Ingobernable. El Sindicato de Manteros había organizado una fiesta en este espacio y una función de teatro, La poesía es mi manta. El objetivo era recaudar dinero con el que apoyar a una compañera que se enfrentaba a una operación. “Nos hemos visto más veces, a distancia, pero esa fue la última vez que hablé con él”, concluye Serigne.