«Este año hay muchísimas más mujeres y hombres que saben qué es el 8M, pero tenemos que llegar a todos los rincones donde la gente no lo sepa», dice una activista
«En 2018 a todo el mundo se le llenó la boca, pero seguimos igual en cuando a brecha salarial, violencia de género, techo de cristal…», recuerda una convocante
Activistas de 8M Latina recorren mercados, mercadillos y tiendas de Aluche y Alto de Extremadura para explicar a pie de calle los motivos de la huelga laboral, educativa, de cuidados y de consumo del 8 de marzo. El miedo a que el auge de la extrema derecha suponga un retroceso en los derechos de las mujeres tras las próximas elecciones y que «no ha cambiado nada» respecto al año pasado, entre las principales preocupaciones. Otras muestran indiferencia: «No creo que eso vaya a llegar a nada».
Su objetivo es llegar a cualquier rincón donde haya una mujer que aún no sepa qué es la huelga feminista. Por eso, las activistas de 8M Latina han secundado, este sábado, el día de los mercados propuesto por las convocantes de la huelga feminista del 8 de marzo. ¿En qué consiste? Precisamente, en recorrer mercados, mercadillos, tiendas y centros comerciales para explicar a pie de calle el porqué de la huelga laboral, educativa, de cuidados y de consumo.
«Todavía hay gente que no sabe los motivos de la huelga, pero van enterándose poco a poco. Este año hay muchísimas más mujeres y hombres que saben qué es, pero tenemos que llegar a todos los rincones donde la gente no lo sepa», explica Luisi, que, junto a siete compañeras ha estado repartiendo información y charlando con las mujeres que se paraban interesadas a hablar con ellas en los mercados de Aluche. Entre los temas a abordar, «qué causa y qué dimensiones tiene la violencia contra las mujeres»; el «derecho a decidir sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos y que no nos traten como a menores»; «que se reconozca el trabajo doméstico y de cuidados»; «los derechos de las migrantes»… explica esta activista.
Las indicaciones eran claras: «rápidas y operativas», decían antes de separarse en el mercadillo de Aluche sobre las 11 de la mañana. Allí encontraron a Carmen, una trabajadora social de 54 años que secundará la huelga y acudirá a la gran manifestación convocada en Madrid, «como todos los años». Porque, respecto al pasado, dice, la cosa «ha cambiado poco». «En 2018, a todo el mundo se le llenó la boca, pero seguimos igual en cuando a brecha salarial, violencia de género, techo de cristal…», enumera. Para ella, el auge de los partidos de extrema derecha, que sale a colación en todas las conversaciones que se han ido produciendo a lo largo de la mañana, no es una preocupación nueva. «La extrema derecha lleva siendo una preocupación desde el año 40. Que ahora repunte solo quiere decir que estaban escondidos en otros partidos», explica.
Tras recorrer el mercadillo y volver a reunirse en la entrada, a Luisi, Pepa, Teresa y al resto de compañeras se les acerca María, una enfermera de 25 años, atraída por las camisetas del 8M, para preguntar «si había alguna manifestación además de la huelga». «El año pasado estaba en Inglaterra y no puede asistir, pero este año voy seguro», dice. «Me da miedo que ya estamos demasiado abajo como para que nos bajen más y reduzcan nuestros derechos; me da miedo que violen a una mujer y no pueda abortar por la repoblación; que deroguen la ley de violencia de género cuando nos están matando; me da miedo que lleguen al poder (partidos de extrema derecha), porque nos van a poner límites por ser mujeres», se explaya.
«Lo importante es la información»
«He notado a las mujeres muy indiferentes, muy poco receptivas», lamenta Teresa. Porque, aunque algunas se paran y prometen leer el díptico con información, otras alegan que tienen mucha prisa o que no les interesa. «Con lo bueno que sería conocer la importancia de un consumo responsable, compartir las tareas, los cuidados… Yo he visto que no quieren saber del tema y lo importante es la información», desarrolla de camino al centro comercial Plaza Aluche. Al cruzar el paso de peatones una «espontánea», como la llaman amigablemente, las anima. «¿Usted hará huelga?», le preguntan; «¡claro que sí! Ese día no hago comida en casa», grita ya desde el otro lado.
Oana trabaja en un espacio del centro comercial y reconoce que no sabía qué es la huelga feminista. Es, precisamente, el perfil al que quieren llegar las plataformas con esta acción. «Ahora me lo han explicado», dice, «y probablemente vaya». A Noelia y Ana, de 22 y 20 años respectivamente, la huelga no acaba de convencerles. A la pregunta de si participaran, niegan con la cabeza. «Conocíamos el movimiento. Me interesa, pero no estoy muy puesta. No creo que eso vaya a llegar a nada», explica Noelia, quien considera que «siempre va a haber esa desigualdad» y que el 8M persigue «pasar del machismo al hembrismo y poner a la mujer por encima del hombre».
No serán ellas, parece, quienes cojan el relevo del que habla Isabel, una administrativa de 54 años. «Creo que mi lucha la tienen que seguir otras personas más jóvenes», dice mientras recuerda las manifestaciones de mediados de los 80, «desde Jacinto Benavente hasta Atocha», en las que las llamaban «ridículas». «Antes, el 1 de mayo y el 8 de marzo siempre estaba reservado, pero ahora no me quedo en Madrid por la ‘mani’, aunque si estoy, iré», dice. Reconoce además que «el movimiento feminista ha mejorado, pero la sociedad no», mientras advierte que «viene la extrema derecha para dejarnos en la cocina y que sea lo que diga el marido».
«Este año va a ser bestial»
A las 12.30h, Pilar y Concha tienen que ir a hacer fotocopias. A esa hora, otro grupo de mujeres ya ha repartido más de 200 hojas con información sobre la huelga en fruterías, supermercados, galerías y en el mercado de los Jesuitas, en el barrio del Alto de Extremadura. Les queda el último, el de Tirso de Molina. De camino, Angelines explica que la sensación general es buena: «Hay de todo. La mayoría de quienes nos dicen que no es porque no lo conocen, pero otras nos han pedido información». Para Lola, otra compañera, la movilización social del 8 de marzo tiene que ser masiva. «Lo de los trillizos estos, como entre Vox, con las leyes que hemos conseguido, va a ser un retroceso para las mujeres», denuncia.
Dentro del mercado se detienen a hablar con Teresa. Trabaja en una universidad, tiene 28 años y confía «en que no se dé un paso atrás», aunque lamenta que respecto al año pasado, las cosas «no han cambiado nada». En la carnicería de enfrente, una empleada contesta a una de las activistas que «si no trabajamos, no nos pagan». «Soy ucraniana, y allí no hay trabajo ningún día», dice. «Yo quiero trabajar el día 8, el 9, el 10…». A la vuelta, Bea y Celia regentan un bar. «Nosotras cerramos. Es un viernes, que es un día bastante grande, pero nuestro puesto es feminista y no es una cuestión de ese día», explica Bea. Basta con echar un vistazo: libros de teoría feminista, discos, carteles… Y no solo eso: «Todas nuestras proveedoras son señoras», dicen.
Tanto en Aluche como en Alto de Extremadura, cada una tiene su estrategia para acercarse a las mujeres que encuentran. «Yo les meto el tema de la violencia contra las mujeres», dice Pepa, a la que muchas mencionan el caso de ‘la manada’; «yo les hablo de la equiparación de derechos», indica Aurora. «Hay muchos problemas, y nos atañen todos», defendía Luisi. Por eso, pronostica Lola, «este año va a ser bestial».