La situación laboral en el SERMAS está determinada por la arbitrariedad. El 35% de la plantilla es temporal sin justificación. Hay casi 11.000 eventuales en fraude de ley, pues sus tareas no son coyunturales, sino permanentes. La repetición de estos nombramientos (mal llamadas renovaciones) es variable: se renueva según el antojo de las Direcciones y por el tiempo que le place a la Consejería. Los interinos se dan cuándo la Consejería quiere y según criterios inventados para el momento, contraviniendo los criterios de igualdad, mérito y capacidad. Unos cobran Carrera, otros Promoción Profesional y otros no cobran nada. La jornada también es variable y depende de la categoría, el centro de trabajo e incluso del servicio; por ser variable lo es hasta el cómputo de las noches: ya ni se publican Instrucciones a principios de año, ¿para qué?…
Todo esto es la obra de un partido que pasa el día proclamando su defensa de la Constitución, que en su artículo 1 dice que somos un “Estado social y democrático de derecho”. Ese engaño esencial se concreta en miles de engaños cotidianos: anuncian las mismas cosas innumerables veces; anuncian el nombramiento de interinos, que postergan a conveniencia, y, además, lo llaman estabilizar el empleo; dicen que reconocen nuevos niveles de Carrera y prometen que esta la harán extensiva a la mayoría, pero ni pagan, ni ponen fecha de pago. Y, lo peor, mucho de esto lo avalan quienes se reclaman representantes de los trabajadores.
Este proceder les reporta grandes ventajas. La arbitrariedad, la discriminación lleva aparejada la división, que debilita al conjunto de los trabajadores y da facilidades para que el Gobierno de la Comunidad y el del Estado impongan sus recortes y transformen cada vez mayores parcelas del sistema sanitario en negocios privados.
Tal vez, un paso imprescindible para empezar a acabar con esta situación sería no creer en quienes nos han hecho tanto daño.