Los médicos residentes, en huelga por todos nosotros

The Guardian

OPINIÓN

  • La institución sanitaria ha sufrido el mayor ajuste en su presupuesto desde que se creó después de la guerra, y los recortes en bienestar social están poniendo más presión sobre un sistema sanitario que ya se está colapsando
  • ¿Nos quedamos parados mientras el Gobierno recorta las ayudas sociales dejando tiradas a millones de familias trabajadoras? Sugiero que no

Manifestación de médic@s residentes en Londres
Manifestación de médic@s residentes en Londres

Si hace falta un recordatorio de por qué deberíamos estar lanzando dardos contra el Gobierno británico –y no las maquinaciones internas de la oposición–, hoy es el día. Los médicos residentes han sido conducidos a su primera huelga de ámbito nacional en 40 años. Normalmente, los políticos y los medios de comunicación intentan desmontar la legitimidad de las huelgas, pero esta tiene el apoyo del 98% de los encuestados por la Asociación Médica Británica y no se atreven contra eso. Esa muestra de apoyo casi unánime manifiesta que estos pilares del Servicio Nacional de Salud ( NHS) se están rebelando, que tienen la moral por los suelos y que están muy decididos. Pero no se trata solo de sus contratos, que son el detonante de la huelga. Se trata del NHS y de mucho más.

Todos nosotros estamos en deuda con los médicos residentes, ya sea por nuestra propia salud y nuestra vida o por la de nuestros familiares, amigos y compañeros. No son estudiantes, que se limitan a observar mientras los médicos «cualificados» hacen el trabajo duro, sino que representan uno de cada tres trabajadores médicos y el NHS estaría acabado sin ellos. Son personas que empiezan su carrera profesional con un objetivo: cuidar a los demás. Tal y como están las cosas, cobran menos que muchos otros titulados universitarios pero trabajan en jornadas con horarios absurdos.

 No puede haber un solo médico residente en este país que quiera hacer huelga. Pero las nuevas condiciones que propone el Gobierno implican obligar a estos profesionales ya saturados a trabajar durante jornadas aún más extendidas. Debería ser suficiente argumento el hecho de que los funcionarios deberían, en una sociedad decente, ser venerados y tener derecho a un equilibrio entre su vida laboral y personal y a pasar tiempo de calidad con sus familias. Que levante la mano quien quiera ser atendido por un médico residente saturado, estresado y poco motivado. Se trata de la seguridad de millones de personas.

No hay duda de que el Gobierno está perdiendo la batalla de la opinión pública: una encuesta sugiere que dos tercios de los ciudadanos apoyamos la huelga si las urgencias están garantizadas, que lo están. Pero entonces ¿quién apoya a Jeremy Junt (el ministro británico de Sanidad) frente a prácticamente todo el cuerpo de médicos residentes? Actualmente,  casi la mitad de los residentes optan por no terminar su formación después de la residencia. El pasado abril, una encuesta de la Asociación de Médicos Británicos ( BMA) indicó que más de cuatro de cada diez médicos decían tener baja motivación, mientras que solo el 17% indicaban motivación alta o muy alta. Cuesta ver motivos para que esto haya mejorado desde entonces, y ahora el Gobierno está tratando de imponer estas nuevas condiciones rechazadas por casi todo el mundo sin escuchar las preocupaciones de los estresados funcionarios.

Si preguntamos a un residente en huelga por qué han convocado el paro no nos responderá sólo con un rollo elocuente sobre sus condiciones laborales. Es el propio futuro del sistema sanitario –al que han entregado sus vidas– lo que temen que está en juego. Ahí están las políticas gubernamentales de mercantilización y fragmentación –sí, acelerando lo que ya hicieron gobiernos anteriores– quitándole al NHS la N de «nacional». La institución sanitaria ha sufrido el mayor ajuste en su presupuesto desde que se creó después de la guerra. Los recortes en bienestar social están poniendo más presión sobre un sistema sanitario que ya se está colapsando.

Este era el miedo. El Gobierno contaba con el hecho de que sus ataques al NHS serían difíciles de entender. Después de todo, su ley de sanidad y bienestar social es mucho más larga que la legislación que creó la institución bajo la supervisión de Aneurin Bevan. Pero los trabajadores están contraatacando. Los fines de semana, estudiantes de enfermería han tomado las calles en oposición a los recortes de las subvenciones al sistema de salud.

Así, los trabajadores sanitarios son un ejemplo para todos nosotros. Ningún gobierno conservador ha obtenido nunca la mayoría con un porcentaje de voto tan bajo. Menos de un cuarto de los votantes optaron por ellos. ¿Nos limitamos a aceptar tranquilamente su deseo por razones ideológicas de estrechar los límites del Estado, de recortar y privatizar? ¿Nos quedamos parados mientras recortan las  ayudas sociales dejando tiradas a millones de «familias trabajadoras», mientras dejan a muchos jóvenes endeudados y despojados del apoyo del Estado y mientras se declara la guerra contra uno de los derechos y necesidades más fundamentales, como es la vivienda? Sugiero que no. Allá donde se manifiesten los médicos residentes y los enfermeros, deberíamos seguirlos, y recordar a los triunfalistas conservadores que son más débiles de lo que creen.

El diario

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