LA LUCHA DE LA LAVANDERÍA EN UN NUEVO CONTEXTO

LA LUCHA DE LA LAVANDERÍA EN UN NUEVO CONTEXTO

(REFLEXIONES PARA USAR, O NO)

La paralización de la privatización de 6 hospitales y 27 centros de salud, además de ser una importante victoria en sí misma, plantea la posibilidad de revertir algunas de las derrotas sufridas en la larga y complicada guerra por la sanidad pública. De estas, tal vez la más dolorosa, ha sido la de la Lavandería de Mejorada. El nuevo contexto y las dos resoluciones de la Inspección de trabajo, permiten un replanteamiento del conflicto en unas circunstancias externas más favorables.

Las trabajadoras y trabajadores de este centro tienen que estar muy orgullosos de haber luchado con decisión en circunstancias muy difíciles. Pero este orgullo, con toda seguridad, irá unido a la rabia y tristeza: 42 días de huelga en plena calle, 10 días de encierro y múltiples acciones no han logrado frenar la privatización del centro y una brutal reducción salarial (aproximadamente de un 30 %) y una plantilla que ha pasado de 350 trabajadores a unos 150.

Pero esta derrota lo es también para la ciudadanía de Madrid, en general, y para la Marea Blanca en particular: hoy, la Lavandería es un centro que ya no tiene como misión la seguridad y calidad asistencial, sino el beneficio empresarial de la ONCE.

El replanteamiento de la lucha, a juicio de quien escribe estas líneas, debería partir de aprovechar unas circunstancias nuevas y más favorables y de la valoración de la experiencia reciente para extraer de ella todas las lecciones posibles. Y sus ejes centrales podrían ser al menos cuatro: aprovechar los puntos débiles del PP y la ONCE; buscar una mayor integración de los trabajadores de la Lavandería en alguno de los colectivos que forma parte de la Marea Blanca; dotarse de instrumentos de representación y lucha propios eligiendo un Comité de Empresa y fortalecer la unidad de la plantilla en torno a un planteamiento de lucha claro y asumido por todas y todos de forma asamblearia.

UN PLANTEAMIENTO A MEDIO PLAZO CENTRADO EN EL DESGASTE DEL PP Y LA ONCE

Los dos meses de lucha han puesto en evidencia dos aspectos fundamentales. El primero, que los mayores daños sufridos por el PP y la ONCE han estado relacionados con lo político y con la imagen, mayores que los ocasionados por la propia huelga. El segundo, que para sacar provecho de este punto débil se necesita tiempo; es decir, que es necesario hacer un planteamiento a medio plazo.

El PP es un partido muy desgastado y ha entrado en un periodo de sucesivas campañas electorales de aproximadamente año y medio de duración: europeas en mayo 2014, municipales y autonómicas en mayo 2015 y generales en noviembre 2015. Para colmo, González no tiene garantizado ni siquiera ser el candidato por ese partido a la Presidencia de la Comunidad. La ONCE, por su parte, basa su proyecto en una contradicción: necesita de una buena imagen al presentarse socialmente como una institución humanitaria sin ánimo de lucro, cuando la base de su negocio está en ahorrar dando un peor servicio y en la sobreexplotación de los trabajadores.

La huelga y las movilizaciones a lo largo de estos meses han servido, entre otras cosas, para que una gran parte de la población de esta comunidad haya conocido que se ha privatizado este centro y que se ha sometido a quienes allí trabajan a una rebaja salarial brutal. Hechos que muchos ciudadanos consideran injustos, lo que perjudica gravemente al PP y a la ONCE.

Lo que ya no saben tantos ciudadanos es que la Inspección de Trabajo ha resuelto que la pareja ONCE-PP han incurrido en una ilegalidad al degradar de esa manera las condiciones de trabajo y que la privatización va a deteriorar sensiblemente la seguridad y calidad de la ropa usada en los hospitales.

La intensificación de acciones y medios que pongan en evidencia y recuerden periódicamente que la ONCE con la connivencia del PP se propone hacer negocio a costa de deteriorar la calidad asistencial, destruir puestos de trabajo y pagar sueldos de miseria, puede ser un eje de actuación muy destructivo para ambos grupos.

El Presidente González acaba de descubrir con la dimisión de Lasquetty que quiere que la población olvide que él tuvo que ver mucho con las medidas privatizadoras. Recordar la privatización de la Lavandería supondrá hacer sangrar al Presidente por la herida que quiere cerrar a toda prisa.

La presión se hará aún mayor si esta campaña se hace en unión de todos los colectivos que componen la Marea Blanca, con la repercusión mediática que suele acompañar a dicha Marea; si se extiende, a otras administraciones del PP, por ejemplo la municipal (especialmente en Mejorada),  y también se lleva, aprovechando los contactos, a otras comunidades. Esto último sería nefasto para el PP, pero más para la ONCE.

Respecto al periodo de tiempo en que habría que plantearse esta batalla, una vez que la ONCE ha entrado para 48 meses, no puede ser otro que el medio plazo: en principio, tomando como punto más lejano las elecciones autonómicas y municipales de mayo del año que viene.

INTEGRARSE PLENAMENTE EN LA MAREA BLANCA

Las movilizaciones de estos meses han hecho que las trabajadoras de la Lavandería hayan pasado a formar parte constitutiva de la Marea Blanca. Esto se ha logrado porque la ciudadanía ha comprendido que la Lavandería es una pieza esencial para la asistencia hospitalaria, porque la Marea Blanca en su conjunto, aunque de manera desigual, ha apoyado esta lucha, y porque una parte de las acciones se han desarrollado en unidad con la Marea. Sin embargo esta unión puede hacerse más intensa si los trabajadores de la Lavandería se integran plenamente en alguno de los colectivos de la Marea Blanca. Pareciera que la organización más afín es Patusalud: por sus características asamblearias, porque nació como una coordinación de asambleas de centros sanitarios, aunque luego se abrió también a los usuarios y porque permita combinar la coordinación y la autonomía de cada centro. Evidentemente la decisión de integrarse, así como el organismo en que hacerlo tendría que ser decisión de los trabajadores.

DOTARSE DE UN COMITÉ DE EMPRESA PROPIO

Una de las condiciones que ha facilitado llegar hasta la situación actual ha sido la existencia de unos sindicatos conciliadores con la administración y las empresas. Los sindicatos que tenían presencia en el centro ni alertaron, ni se pusieron al servicio de la lucha. Sólo cuando los trabajadores se organizaron y se movilizaron, algunos, como CCOO, dieron algún apoyo. Para colmo el convenio de miseria de lavanderías lo habían firmado CCOO y UGT.

Desde la publicación de los pliegos del concurso de privatización en Agosto, hasta que a finales de noviembre se produce un plante de los trabajadores, los sindicatos presentes en el centro, con locales y delegados (la mayoría liberados) no hacen ni una sola asamblea general (CCOO y UGT hicieron una cada uno exclusivamente para afiliados, los demás ni eso) para enfrentar lo que se venía encima.

Tuvieron que ser las trabajadoras y trabajadores de la Lavandería quienes se empezaran a organizar y mover por su propia cuenta, constituyendo la Asociación de Trabajadores de la Lavandería. Y sólo cuando decidieron hacer huelga, CCOO prestó su legalidad para convocarla. Una vez iniciada esta, las medidas de apoyo y solidaridad fueron escasas: una concentración en los hospitales, siguiendo la iniciativa de Patusalud, y poco más. Ni movieron la caja de resistencia, ni acompañaron las acciones que la plantilla hizo en las mareas o ante la ONCE (en esta concentración los delegados de sanidad de estos sindicatos e incluso del convocante de la huelga brillaron por su ausencia).

Si a la actitud sindical unimos que la entrada de Flisa-Once permite la elección de un Comité de Empresa, la conclusión parece ser que para apoyar esta lucha sería conveniente la presentación de una candidatura unitaria, elegida previamente en asamblea, compuesta por aquella personas que más se han destacado en el conflicto. Es decir, ir a unas elecciones de las que salga un Comité de Empresa, que sin depender de ningún sindicato pueda convocar asambleas, pedir y distribuir información, llevar a cabo movilizaciones, incluida la huelga si así se decide en un momento dado, negociar y ser un órgano de representación verdaderamente unitario y asambleario.

UNIFICAR LA PLANTILLA EN TORNO A UN NUEVO PLANTEAMIENTO DE LUCHA

Una lucha tan dura como la desarrollada estos dos meses, que además para la mayoría de la plantilla ha sido la primera vez que vivía una experiencia así, y que apenas ha reportado conquistas visibles, fácilmente ha podido dejar profundas secuelas entre quienes han participado y especialmente entre las personas más activas.

El desánimo, la sensación de impotencia, de que no todas y todos pusieron ni lo mismo ni lo que debieran, y la división generada porque algunas y algunos fueron descolgándose de las movilizaciones, primero, y de la huelga, después, o por lo que cada cual votó a la hora de aceptar el acuerdo, son obstáculos muy importantes a la hora de replantearse la movilización. En realidad, en este momento, son el mayor obstáculo.

Sin embargo, a esta división “anímica” se contrapone, y puede ser la base para superarla, la unidad material de estar en el mismo barco, en un barco de sufrimiento, humillación y explotación salvaje. Esta unidad y la existencia de un nuevo contexto más favorable que ha llenado de alegría, fuerza y optimismo a la Marea Blanca, debería ser el punto de partida de una recuperación. El debate y elaboración de un plan de acción claro asumido por una mayoría de la plantilla puede ser la palanca que vuelva a impulsar la lucha.

Este escrito sólo ha pretendido animar dicho debate y elaboración. En ningún caso sustituir el pensamiento, la voluntad y la decisión de las trabajadoras y trabajadores de la Lavandería. Pues, como dijo un viejo luchador: “La liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos, o no será”. Y lo que es seguro es que, si las trabajadoras y trabajadores de la Lavandería se ponen en movimiento, toda la Marea Blanca les acompañará.

Javier Cordón, trabajador del Hospital Ramón y Cajal y miembro del MATS

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