Impotencia, frustración, rabia, miedo, dolor… Estos meses han sido un acúmulo de sentimientos, todos con inmediatez, con prisa, todos brotando en segundos, todos a la vez.
Es muy difícil pararse ahora en medio de esta espiral que nos arrastra a pensar en todo lo que nos ha pasado y sigue ocurriendo.
Nunca en mi vida laboral he vivido una situación igual, nunca he tenido que sostener la mirada de un paciente a través de multitud de capas, nunca he tenido que sostener su mano así. Durante semanas atendíamos pacientes sabiendo que no llegábamos a todas sus necesidades, corriendo a la vez que priorizábamos en nuestra cabeza cómo hacerlo más rápido y mejor para poder atender al siguiente. Todos sin familiares a su lado, todos solos. En el servicio donde trabajo permanecían sentados durante horas esperando una cama, pacientes que estaban muy malos y a los que no teníamos espacio físico donde acostar para poderles tratar adecuadamente.
Ha sido un desgaste emocional y físico que nos pasará factura cuando esto acabe, de eso no tengo ninguna duda. Ha sido muy triste saber que muchos de ellos no iban a lograr superarlo y saber que no podrían tener a sus familiares al lado, saber que yo tampoco podría hacer lo que siempre hago, sostener su mano cuando están solos…
Nunca en mi vida personal me he enfrentado al sentimiento de impotencia y miedo volviendo a casa, sabiendo que podía ser portadora del virus y traerlo a casa. Mis compañeros y yo hemos hecho un auténtico ritual de higiene volviendo con nuestras familias…. Desde febrero algunos de nosotros no abrazamos a nuestras parejas e hijos, no podemos ver a nuestros padres ni atenderles por no contagiarles. Aun así muchos de nosotros hemos contagiado a los nuestros y algunos han estado ingresados, también algunos han fallecido.
Muchos de nosotros (médicos, enfermeros, celadores, TCAE, personal de limpieza, seguridad, cocina, administrativos..) hemos estado contagiados e ingresados y otros muchos no han vencido esta batalla… Esa tristeza no nos abandonará nunca.
Nunca he llorado varias veces en un mismo turno sin poder cobijarme en los brazos de nadie, nunca he sentido esta impotencia y rabia constante.
Hemos trabajado con escaso material, enfrentándonos en la trinchera con escudos de papel, sabiendo que se podría hacer mejor y así haciéndoselo saber a nuestros superiores, hemos llamado a muchas puertas y desde fuera la población nos ha cuidado, nos han regalado pantallas protectoras, enganches para mascarillas, agua, comida, mucha fruta y postres de fruta para los pacientes, mantas, cepillos de dientes…
En esta guerra jamás olvidaré que somos solidarios, que en mitad de la batalla aparecía gente generosa que nos aplaudía, animaba o nos preguntaba qué necesitábamos.
A día de hoy en mi hospital seguimos trabajando sin que nos hayan hecho serologías para saber si somos portadores asintomáticos de la enfermedad, si estamos en fase de curación o si ni siquiera hemos estado contagiados. A día de hoy aún trabajamos con incertidumbre, miedo, frustración…. Seguimos trabajando con material que no sabemos si en dos semanas nos dirán que no es efectivo.
Desde aquí alzo mi voz para que todos aquellos que tomen las decisiones lo hagan con criterio científico, no es momento de politiqueos, es momento de demostrar que están ustedes a la altura de una sociedad que lo está dando todo, que ha sido ejemplar y que necesita unos políticos y gestores que tomen decisiones científicas para salir de esta catástrofe.
Si ustedes no saben, apártense y dejen a los que si saben, este país tiene personas muy válidas para hacerlo.
Una enfermera desde la trinchera,
Carmen González Martín.