La situación del hospital 12 de Octubre es caótica.Todas las personas que trabajamos en este hospital tenemos que adaptarnos día a día a la situación. Los modos de trabajar, y de organización habituales han saltado por los aires desde que empezó esta pandemia. El personal de cocina también estamos en esta vorágine.
Cada día se abren plantas que estaban cerradas por los recortes. Cada día se habilitan innumerables espacios, inexistentes anteriormente, para cubrir las necesidades de esta epidemia.
Hay que recordar en estos momentos dos cosas fundamentales que sucedieron en este hospital con respecto al servicio de hostelería, y que hoy nos hubiesen permitido solventar mejor la situación:
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Se privatizó el suministro de comida. Tenemos una empresa privada que nos proporciona la materia prima de la comida y que cobra por cada dieta (desayuno, comida, merienda y cena) que está en el sistema. Todos los demás “extras” que se necesitan en estos momentos agua, yogures, sandwich o zumos, se facturan. Esto es importante, por lo que voy a contar más adelante
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El hospital contaba con dos cocinas, una en el edificio general y otra en el edificio materno-infantil. Hace unos años se decidió eliminar la cocina de la maternidad. Ahora hubiésemos podido responder mucho mejor a este incremento de ingresos. Los recortes y privatizaciones tiene un coste alto.
Acabamos de ver un vídeo de la hija de una paciente en las urgencias, que relata el estado de hacinación en la que se encuentran las personas, y explicando que solo se le ha suministrado sandwich para comer. No podemos más que solidarizarnos e intentar explicar el sentir de la plantilla de cocina.
A día de hoy, en el Hospital 12 de Octubre, cualquier paciente que se ingresa recibe su dieta (desayuno, comida, merienda y cena). El personal de cocina multiplica su labor y con los mismos medios, o con algunos menos debido personal que se va infectando (también nosotras sufrimos contagios por COVID 19), cubrimos el fuerte incremento de ingresos, el aumento de pedidos de plantas y además suministramos agua para pacientes y la plantilla del hospital. Antes del coronavirus se servían unas 800-900 dietas. En estos momentos se están sirviendo alrededor de 1200. Esto supone una enorme carga laboral añadida, que asumimos con profesionalidad dada la situación.
En los nuevos espacios habilitados es imposible servir nuestro formato de bandeja de comida. Hay tal hacinamiento que, en las circunstancias actuales, y debido a las características físicas de la propia bandeja, el sitio no nos permite proporcionar. La ubicación de personas ingresadas en sillones, les impide apoyar una bandeja. Es solo ante estos casos, cuando el servicio de hostelería logra que no falte algo de comer, proporcionando sándwich, yogures, zumos y agua. Esto sucede cuando conseguimos averiguar la ubicación de pacientes en determinados sitios. Hay muchos sitios que se habilitan de un dia para otro y que el personal de cocina no tiene constancia de su existencia. No hay destinada por parte de la gerencia una organización para coordinar este tipo de situaciones, y tenemos que solucionarlas a base de tesón y voluntariedad del personal de cocina.
Conocemos que en el Hospital de La Paz, existen unas bandejas desechables en las que se puede comer directamente sobre ellas y creemos que sería una buena solución para enviar a los sitios en los que no es viable nuestra bandeja habitual.
El propio tiempo de preparación de la comida y la privatización de los suministros que antes he señalado, nos impide una respuesta ágil ante los nuevos ingresos.
Se comienza la elaboración de las dietas a primera hora de cada turno. Las comidas se elaboran diariamente por nuestro personal. La empresa nos suministra la cantidad estimada para ese día, basada en el número de dietas del día anterior. Esto nos permite empezar a trabajar, pero si bien es verdad, que en horas posteriores hay un ajuste de cantidades, es imposible dar respuesta rápida a un incremento de la demanda tan exagerado. Además la cantidad de materia prima por raciones suministrada por la empresa, está medida al decimal, con lo que dificulta tener preparado un retén de dietas con los que poder hacer frente a las nuevas circunstancias. Creo que si el suministro fuese público, como ocurre en el hospital de La Paz, hoy tendríamos más capacidad de dar proporcionar una comida caliente a cada persona.
Se da la paradoja de que para manipular los alimentos es imprescindible según nuestro protocolo de Análisis de Peligros y Puntos de Control Críticos la utilización de mascarillas, y ahora nos vemos con muchísimas dificultades para conseguirlas. Tenemos regularmente visitas de personas que verifican el proceso, llegando a hacer amonestaciones por escrito, si observan algo que es incorrecto para el protocolo. Además contamos con personal que sube a planta a repartir las comidas para las que es absolutamente necesario la utilización de la mascarilla y guantes, para protegerse a sí mismas y salvaguardar a las personas en riesgo ingresadas. No somos personal sanitario, pero para nosotras también es imprescindible la utilización de los EPIs adecuados.
Nuestra invisibilidad no nos hace invulnerables al virus. Aún cuando esta y otras muchas situaciones nos hacen sentir que somos un personal de segunda e invisible en el ámbito hospitalario, la respuesta del personal de cocina está siendo ejemplar. Me siento orgullosa de trabajar con este equipo humano que sabe estar cuando las circunstancias vienen mal dadas, que alarga, si hace falta, su horario laboral para que nadie se quede sin comer y que además luchó con todas sus fuerzas, cuando hubo que defender a la sanidad pública.
Espero que cuando acabe todo esto, como sociedad e individualmente, sepamos sacar una lección sobre la necesidad de blindar y reforzar tanto la sanidad pública, como todos los servicios sociales.
Ánimo, fuerza y trabajo a todas las personas que trabajan en la cocina. Nos vemos en la calle, cuando todo esto pase.
Mar Robles Álvarez integrante del MATS y trabajadora de cocina del Hospital 12 de Octubre.
Valiosísima y necesaria aportación desde dentro, desde los mismos trabajadores, de las cada vez menos cocinas públicas de la Comunidad de Madrid. Hay que dar testimonio de nuestro trabajo diario donde hemos dejado y dejamos la mayor parte del tiempo de nuestra existencia, nuestra juventud y nuestra salud, y hacer explicito el fraude y el desastre que han supuesto las privatizaciones de los servicios públicos para todas.