Tres médicas en Burgos y 22 jefes de centro en Vigo dejan sus puestos ante la sobrecarga, dicen, que les impide proporcionar un servicio sanitario adecuado
Los sanitarios extienden sus protestas por la falta de inversión que conlleva plantillas reducidas y consultas aceleradas
La proporción de médicos y enfermeras en centros de salud está por debajo de la media europea. Se gasta cuatro veces más en hospitales
El deterioro de la atención primaria se ha extendido de tal manera que ha llegado a un siguiente nivel: el abandono de profesionales ante una situación que consideran insostenible. Este mes, tres médicas de Burgos han dejado su trabajo en un centro de salud como última protesta ante la orden de su Consejería de que cubrieran guardias tras completar sus jornadas. En diciembre, 22 jefes de centro de Vigo renunciaron a sus puestos. «Hemos explotado», dijeron las sanitarias burgalesas al formalizar su renuncia.
El menoscabo del cuidado sanitario de primer nivel viene acumulándose desde hace más de una década. Los recursos asignados por los distintos gobiernos autonómicos –los encargados de la asistencia sanitaria– están en niveles de hace diez años, según refleja el Sistema de Cuentas de la Salud del Ministerio de Sanidad.
Mire donde se mire, la situación comparte características comunes: la reducción de inversiones ha derivado en una escasez de plantilla insuficiente para atender las necesidades que plantea una población cada vez más envejecida y dependiente. Las consultas en el centro terminan por ser raudas y más superficiales. Los médicos piden disponer de 10 minutos por paciente. En algunas zonas se quedan muchas veces en cinco, aseguran.
La importancia que las administraciones otorgan a la atención primaria viene reflejada por la evolución del esfuerzo que le han dedicado: en 1982, primaria suponía el 20,2% de todo el presupuesto sanitario. En un declive sostenido, en 2017 se colocó en el 14,2% (9.500 millones de euros de 66.600). La inversión en atención hospitalaria es 4,6 veces mayor. «La atención especializada es más vendible. Un acelerador lineal da más destello», una especie de electoralismo hospitalario, cuenta Aurelio Duque, médico de cabecera y presidente de la Sociedad Valenciana de Medicina de Familia.
2018 ha visto cómo los sanitarios de familia se han echado a la calle en protestas. En Catalunya hubo huelga en octubre. En Andalucía y la Comunidad Valenciana las movilizaciones fueron en noviembre. En Burgos, se suceden semanalmente los actos de protesta ante lo que describen como «sobrecarga y saturación» del servicio. En Galicia, los paros de los trabajadores de los puestos de atención continuada se han mantenido durante meses. La Organización Médica Colegial resume que «una atención primaria debilitada y sin alta capacidad de resolución lastrará todo nuestro sistema sanitario público».
Lejos de las cifras europeas
Juan Antonio Ayllón, veterano médico de primaria en Burgos, va más allá y considera que el deterioro es «producto de un indisimulado interés por acabar con un sistema equitativo y eficiente. La falta de personal y de tiempo son la consecuencia de esto».
Esa consecuencia tiene cifras concretas y esclarecedoras. En España, la media de médicos de primaria por cada 10.000 habitantes está en unos 7,4 cuando la media europea llega a los 9,7. En el caso de las enfermeras, la media española es de 6,8 sanitarias por 10.000 y en Europa se va a los 8,8. «Eso hace que haya profesionales que tengan hasta 1.600 pacientes asignados. O pediatras con 900 niños», abunda Aurelio Duque. «Y si hay bajas podemos empezar la jornada con 35 citas y acabar la jornada con 45 consultas».
La media de espera para obtener cita en una comunidad autónoma como Madrid está en 2,26 días «aunque puede llegar a siete», explica el sindicato CCOO. El Ejecutivo regional de Ángel Garrido (PP) ha puesto en marcha un proyecto piloto para que 14 centros de salud terminen sus horarios ordinarios a las 18.30 ante su incapacidad para implementar sustituciones. «Más de la mitad de las bajas no se cubren», reconoció al presentar el plan a los sindicatos.
El número de médicos de familia en centros públicos apenas ha variado desde 2010. Un poco por encima de 28.000. El de pediatras ha crecido un 0,9% y se mueve en los 6.400. La enfermería está peor y, por ejemplo, en 2017 se acabó con menos enfermeras contratadas en centros públicos que un año antes y solo un 1% más que en 2010.
Estas jornadas de calidad asistencial menguada y la directriz de la Junta de Castilla y León para que las médicas del centro de salud de Los Cubos (Burgos) atendieran luego urgencias en otro Servicio de Urgencias de Primaria fue lo que hizo que las doctoras Pilar, Sonia y Nuria decidieran dejar el trabajo hace diez días. Sanidad les ofreció una especie de moratoria que rechazaron por no abordar el problema estructural, dijeron. «Renuncian debido a la imposibilidad de garantizar una atención digna. Es un acto de responsabilidad», asegura la Coordinadora Estatal de Atención Primaria.
Fondos desperdiciados
La atención primaria es considerada crucial y, sin embargo, recibe cuatro veces menos recursos que la especializada cuando las comunidades autónomas reparten los presupuestos. «Lo que vende electoralmente es un hospital lleno de máquinas», reflexiona el médico Ayllón. «Pero la base del sistema sanitario no es el hospital. Es la atención primaria la que ataja la diabetes o la hipertensión».
La OCDE le da la razón. Hace solo unos meses, la organización emitió un veredicto demoledor: el 20% del gasto sanitario en la Unión Europea se desperdicia por la falta de inversión en primaria y medicamentos genéricos. El informe explicaba que hasta un 6,3% de los ingresos hospitalarios en España podrían resultar evitables con mejor atención en los centros de salud: «Mejor gestión tanto de patologías crónicas como agudas fuera del hospital».
¿A qué dolencias hacía referencia el informe? Diabetes, enfermedad obstructiva pulmonar, asma, fallo cardíaco e hipertensión. «Muchos pacientes se presentan en los hospitales simplemente porque la atención primaria no está disponible», concluía el análisis. Y como lo que ocurre en el sistema sanitario está conectado, ese flujo engordado de usuarios hacia las urgencias hospitalarias redunda en la saturación y colapso del servicio. Un ultimo capítulo sobre esto se ha vivido hace dos semanas en Santiago de Compostela, donde el personal médico llevó a la fiscalía la muerte de dos personas en las urgencias tras largas esperas. La Xunta niega que la demora fuera la causa y ha pedido que no se dé una «alarma innecesaria».
¿No hay médicos?
Los colegios de médicos calculan que revertir el deterioro implica añadir unos 2.700 médicos de familia, aunque «donde se dan plantillas más precarias es en enfermería», matiza Marciano Sánchez Bayle, pediatra y portavoz de la Federación en Defensa de la Sanidad Pública. La razón más habitual esgrimida por las administraciones es que no hay profesionales a los que recurrir.
«No hay tanto escasez como mala distribución y precariedad», opina Aurelio Duque. «Si se ofrecen contratos de dos días, es muy difícil que se acepte. Con una plantilla bien dimensionada, el propio equipo podría cubrir las ausencias cortas», añade.
Sin embargo, el número de plazas de formación ofertadas para especializarse en Medicina de Familia en el MIR no ha hecho más que caer en la última década y ha perdido 1.051 plazas, según el recuento de CCOO. «Ya avisamos hace diez años de que en 2018 habría una caída de plantilla por las jubilaciones», repite Ayllón. La Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria calcula que, cada curso, salen 7.000 médicos formados, pero que «3.000 terminan por salir a trabajar al extranjero» por las condiciones ofrecidas en España.
«Ante la falta de recursos, la presión ha recaído en la voluntad de los equipos. En un contexto de recortes por la crisis económica, todo el mundo aguanta su parte, pero cuando el mensaje que reciben los profesionales es que se ha salido de la crisis y tu situación es la misma… esa voluntad decae», reflexiona Sánchez Bayle.
El pediatra cree que el decaimiento del servicio responde, además de los recortes económicos, a que «la atención primaria es más difícil de privatizar. Cuando el dinero ha vuelto se ha ido a gasto farmacéutico y privatizaciones», opina.
Externalizar los centros de salud todavía no ha funcionado en España. La Comunidad de Madrid hizo un intento en medio de su última andanada de privatizaciones sanitarias de 2012 bajo la presidencia de Ignacio González y con el entonces consejero Javier Fernández Lasquetty como diseñador: asignar la gestión del 10% de los centros de salud a concesionarias. La oposición de los directores –más del 50% de los equipos directivos firmaron cartas de dimisión– dejó el plan en nada. Fernández Lasquetty acabó dimitiendo y lejos de la política. El pasado diciembre, regresó fichado como jefe de gabinete del presidente del Partido Popular Pablo Casado.