Llegan noticias de que se pueden adelantar las elecciones al mes de febrero del 2019, en lugar de celebrarse en el mes de mayo (que es cuando se cumplen los plazos normales). Los sindicatos –con representación en la Mesa Sectorial de Sanidad- ya están en campaña desde hace unos meses.
Todo lo que nos habían negado, incluso robado, todos los derechos que fuimos perdiendo bajo la excusa de la crisis, aparecen ahora como gentiles concesiones ¡gracias a ellos! Ahí están las negociaciones sobre la carrera profesional, la convocatoria de oposiciones o la recuperación de las 35 horas.
¿Por qué ahora y no hace dos años cuando el crecimiento económico es anterior al 2018? Blanco y en botella: para recordarle a la gente que ellos son sus “conseguidores” y que gracias a ellos, las trabajadoras y trabajadores, volveremos a recuperar los derechos perdidos. El mensaje que nos están mandando es el siguiente: “esto es solo el inicio, si nos votas, vamos a conseguirte el resto”.
Pero este plan tiene, además de mucha desvergüenza, unos cuantos agujeros negros. Por ejemplo ¿cómo se van a implantar las 35 horas sin un aumento de plantillas en los mismos niveles del 2010 y con qué partidas presupuestarias se va a pagar? Lo mismo podemos decir de la “estabilización” del empleo y la carrera profesional. Veamos.
Los sindicatos y la administración han convertido las OPES del 2019, en una fuente de ingresos y una manera de retener o incrementar afiliadas y afiliados mediante cursos. No querían saber nada del concurso de méritos, entre otras cosas, porque ellos cumplen la función de agencia subvencionada para la formación y oficialización de méritos. Y así, de paso, le obligo a la gente a inscribirse en el sindicato.
Con la carrera profesional ponen un peldaño más en la división y exclusión de unos grupos profesionales con otros, provocando unas desigualdades en el sector y una fragmentación salarial que llega al infinito. Así, vamos a vernos con tantas nóminas dispares como trabajadoras y trabajadores hay en el SERMAS y, lo peor está por llegar, de ahora en adelante seremos rivales unos de otros en la medida que tendremos que acumular méritos (créditos) a costa de la persona que trabaja a nuestro lado y desempeña la misma función.
Lo que más me chifla de todo esto es cómo lo explican los representantes de estos sindicatos. Cuando les hablas de estos “problemillas”. El argumento más manido es que “por algo hay que empezar”; ¡genial! Ósea, que vais a empezar por repartir los 25 millones de la carrera –para este año- entre los colectivos que más ganan (grupos A y B), mientras al resto le toca relamerse o esperar a que se sigan firmando pactos y acuerdos, o que el gobierno destine más partidas presupuestarias.
A mí, toda esta situación, a lo que me recuerda, es a las denuncias que las mujeres trabajadoras hacen por discriminación respecto a los hombres; o a la exclusión que sufren negros y chicanos en los Estados Unidos respecto al trabajador varón y blanco. En lugar de avanzar en la igualdad de derechos y la solidaridad entre las clases, lo que hacen es profundizar en un corporativismo clasista y rancio que solo favorece a unos grupos. Peor aún, fomentan un modelo social y sindical basado –no en la solidaridad- , sino en la competitividad, individualidad y ensalzamiento de los valores más liberales. Aquí y ahora, los privilegiados seguirán siendo los fijos y las categorías profesionales cualificadas.
Llama la atención, por ejemplo, lo poco o nada que se está hablando de un problema sanitario tan importante como la derogación de la ley 16/2012. Debe ser, sospecho, porque no tiene que ver con un plus salarial, sino con la universalidad o la asistencia sanitaria a todo ser humano que se encuentre en nuestro país.
Jesús Jaén miembro del MATS