Hasta siempre Luis Montes, querido compañero.

Pocas personas han sido más queridas y más odiadas que Luis Montes. 
Le odiaron los que no consiguieron derrotar sus ideas, ni las prácticas de sus seguidores. Le odiaron los que buscando su destrucción le convirtieron en símbolo de la lucha por la muerte digna y de la defensa de la sanidad pública.
Le odiaron los que nos explotan y oprimen, desde que nacemos hasta que morimos, porque consideran muy peligroso que decidamos sobre algo relacionado con nuestras vidas, aunque solo sea cómo finalizarla; como consideran peligroso que las mujeres decidan sobre su cuerpo y sobre si paren o abortan.
Le odiaron porque logró unir a millones de personas en su defensa y de las ideas que representaba y ante tal apoyo no les valió ni su poder político, ni su monopolio mediático, ni sus influencias sobre la justicia, ni los falsos testigos…

Le quisimos muchas y muchos porque él nos enseñó a resistir la calumnia en proporciones industriales y a seguir luchando, después de lo que le habían hecho sufrir y de haber resuelto su problema personal. 
Le quisimos porque nuestros familiares o amigos han muerto sin sufrir o sufriendo menos gracias a que las sedaciones se pueden aplicar en la sanidad pública, independientemente de nuestra riqueza o del lugar de nacimiento.
Le quisimos porque apoyándole logramos quebrar por primera vez una ofensiva tremenda  de Esperanza Aguirre, del Partido Popular y los «neoconservadores», de los del saqueo y el crucifijo.

Le quisimos porque él que vivió el apoyo de muchas personas estuvo dispuesto siempre a prestar su nombre para cualquier lucha fuera por la sanidad pública, por la memoria histórica, la muerte digna o por el fortalecimiento de las ideas anticapitalistas
Le quisimos tanto que aún muerto le seguiremos queriendo.

Hasta siempre Luis Montes, querido compañero.
Javier Cordón

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