La Economía Feminista es un campo en desarrollo en el Estado español desde hace alrededor de una década. Lejos de encerrarse en reflexiones meramente teóricas, surge con una clara vocación de intervención política y de transformación social. En los últimos años, a su vez, la reflexión sobre los cuidados y la sostenibilidad de la vida se ha convertido en una reflexión central tanto en la Economía Feminista como en el resto de ciencias sociales. Y lo ha hecho no solo como un campo de estudio y de incidencia en las condiciones de vida de las mujeres, sino como una propuesta de transformación estructural que afecta al conjunto de la organización socioeconómica.
Fuente: Foro Ametzagaña Inés Campillo, Sandra Ezquerra
La Economía Feminista es un campo en desarrollo en el Estado español desde hace alrededor de una década. Lejos de encerrarse en reflexiones meramente teóricas, surge con una clara vocación de intervención política y de transformación social. De hecho, desde 2005, los sucesivos congresos estatales de Economía Feminista han crecido exponencialmente en número de asistentes y participantes, han agrupado igualmente a investigadoras y a activistas feministas y de otros movimientos sociales, han contribuido a incrementar de manera radical las publicaciones sobre la temática y se han esforzado por emitir declaraciones y propuestas de consenso en relación a las situaciones político-económicas de cada momento.
En los últimos años, a su vez, la reflexión sobre los cuidados y la sostenibilidad de la vida se ha convertido en una reflexión central tanto en la Economía Feminista como en el resto de ciencias sociales. Y lo ha hecho no solo como un campo de estudio y de incidencia en las condiciones de vida de las mujeres, sino como una propuesta de transformación estructural que afecta al conjunto de la organización socioeconómica. En un contexto de crisis sistémica que se arrastra desde hace ya una década, el feminismo ha abordado el campo de los cuidados y de la economía en general con una clara voluntad de superar los análisis meramente interesados en analizar los hechos diferenciales entre las vidas de las mujeres y de los hombres y ha buscado construir una mirada analítica que ubique las relaciones de género, así como su intersección con otros ejes de desigualdad social, en el centro del estudio del funcionamiento del sistema capitalista. El crecimiento de la desigualdad, la crisis económica y las políticas de austeridad han agravado la llamada crisis de los cuidados y han generado una verdadera crisis de reproducción social. Por ello, la tarea de plantear alternativas de intervención políticas y preguntarse por sus efectos –tanto sus potencialidades como sus limitaciones– es urgente y necesaria. La Economía Feminista, en este sentido, plantea la posibilidad de construir una verdadera alternativa civilizatoria al capitalismo neoliberal globalizado contemporáneo, poniendo en el centro de las reflexiones y de las prácticas la organización social de los cuidados.
Sin embargo, lejos de ser monolíticas, las reflexiones en el seno de la Economía Feminista han desencadenado distintas líneas de investigación, con diagnósticos y propuestas diversas sobre cómo abordar una reorganización social de los cuidados. Sin ánimo de simplificar, en medio de esta pluralidad identificamos dos sensibilidades principales: una más centrada en influenciar la organización social actual del cuidado mediante las políticas públicas, particularmente aquellas centradas en impulsar y regular la participación en el mundo laboral, y una segunda, más interesada en las iniciativas de corte comunitario emergentes en los últimos años que proponen nuevas formas de organizar el cuidado más allá de los procesos institucionales. El documento que María Pazos y Bibiana Medialdea elaboraron en 2015 para Podemos y la campaña de la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPIINA), que consiguió que el Congreso aprobara en octubre de 2016 una proposición no de ley para la igualación de los permisos de maternidad y paternidad, serían ejemplos de las propuestas del primer tipo de corriente. Los grupos de crianza compartida que han surgido a escala municipal en algunas ciudades, como Barcelona, serían más bien un ejemplo práctico del segundo tipo de corriente.
Estas dos sensibilidades se dividen a su vez entre aproximaciones que, como decíamos, enfatizan la importancia de la participación en el mercado laboral y plantean principalmente desde esa área herramientas para reducir las desigualdades y eliminar los mandatos de género en torno al cuidado, y aproximaciones que, cargadas de escepticismo ante el supuesto productivismo de las primeras, ponen el acento más bien en las políticas sociales y educativas, como punto de partida –y
de llegada– de la intervención pública en la esfera de los cuidados. Así, aunque las cinco contribuciones que conforman este Plural se centran en qué políticas públicas son necesarias para impulsar una reorganización social de los cuidados, lo hacen en algunos casos desde diagnósticos diversos y, como resultado, plantean propuestas diferentes, a veces incluso enfrentadas.
El principal objetivo de este Plural reside en hacer un inventario y promover un diálogo entre las diferentes propuestas en las que aterriza eso que llamamos poner la vida en el centro, con el fin de reflexionar sobre las fortalezas y debilidades de cada una de ellas y poder esbozar una posible síntesis que nos permita impulsar una agenda de reorganización de los cuidados desde un prisma feminista anticapitalista. Este Plural surge, pues, con la voluntad de animar el debate, tender puentes y profundizar
precisamente en las propuestas concretas que se han ofrecido hasta ahora por parte de las distintas sensibilidades. Más en concreto, las preguntas que nos han guiado y que hemos planteado a las autoras han sido las siguientes:
¿Qué medidas de política pública y/o de iniciativas no institucionales cabe impulsar para promover una reorganización social de los cuidados?
¿Cuál es la viabilidad (económica y política) de las distintas propuestas? ¿Y su adecuación a las condiciones sociales y económicas de nuestro país?
¿Cuáles son los efectos esperados de las diversas políticas propuestas y de posibles iniciativas comunitarias? O, de otro modo:
¿Cómo contribuyen o pueden contribuir tales medidas a dar respuesta al déficit de cuidados? ¿Y a su valorización social? ¿En qué medida promueven la justicia de género? ¿En qué medida impulsan la justicia social? ¿Y en qué medida promueven la colectivización o desfamiliarización de las responsabilidades de cuidado? ¿Es posible conjugar los diferentes objetivos (cubrir cuidados, valorizar cuidados, promover igualdad social, promover igualdad de género, colectivizar los cuidados)? ¿Cuáles son los dilemas o juegos de suma cero?
A la pregunta sobre cómo se aterriza en ese objetivo común de pensar una reorganización social de los cuidados que ponga la vida en el centro, todas las colaboradoras coinciden en responder que se trata de valorizar los cuidados. Sin embargo, divergen en sus estrategias para hacerlo. Carmen Castro y María Pazos inciden en la idea de que la valorización de los cuidados pasa por la erradicación de la división sexual del trabajo y por la simetría de género, para lo que proponen políticas mayoritariamente
relacionadas con el empleo. No obstante, Carmen Castro, como Inés Campillo y Carolina del Olmo, se distancian de María Pazos en su consideración del empleo, abogando por una reducción radical de la jornada de trabajo para todas y todos. Sandra Ezquerra, a su vez, realiza un intento, aún genérico y conceptual, de integración.
Frente a la idea de que valorizar los cuidados implica necesariamente una estrategia centrada en la igualdad de género, Inés Campillo y Carolina del Olmo argumentan que ambos objetivos no tienen por qué ir siempre de la mano y que subsumir aquel a este puede dejar sin cubrir muchos casos de vulnerabilidad y provisión de cuidados. Por ello, apuestan
por una aproximación más multidimensional al problema de los cuidados.
Por su parte, Patricia Merino denuncia que los discursos dominantes sobre los cuidados eluden hablar de la maternidad y de la centralidad de la relación madre-criatura. Para esta autora, la clave del problema de la división sexual del trabajo no está en la asimetría de género, sino en el valor social diferencial que se le otorga a esa asimetría. De ahí que la clave para Merino sea el desarrollo de políticas de protección a la maternidad desligadas de la figura paterna. Si bien todas las colaboradoras comparten preocupación por los efectos que la actual organización de los cuidados tiene en la (des)igualdad social (de género, clase, etnia, edad, discapacidad, etc.), las propuestas de María Pazos y Carmen Castro se centran principalmente en el desafío que los
cuidados plantean a la igualdad de género, mientras que los artículos de Inés Campillo y Carolina del Olmo, por un lado, y de Patricia Merino, por el otro, problematizan algunas de las propuestas de aquellas autoras por su desigual impacto de clase. Sandra Ezquerra, a su vez, plantea que la defensa de la justicia de género y de una democratización de los cuidados
¿Qué hacer con los cuidados?son indisolubles, sin que ninguna de las dos esté necesariamente por ello al servicio de la otra.
La propuesta de permisos iguales e intransferibles de 16 semanas de la PPIINA ejemplifica claramente las diferencias entre las diversas colaboradoras del Plural. Carmen Castro y María Pazos defienden esta medida, que describen como la herramienta clave para promover la igualdad en los cuidados y en el mercado de trabajo. Inés Campillo, Carolina del Olmo y Patricia Merino, en cambio, se muestran escépticas con la potencialidad de los permisos así planteados y critican algunas de sus limitaciones, entre ellas, su corta duración, que estén pensados para familias de dos sustentadores, y que hagan depender un derecho básico al cuidado de la situación laboral. Promover la corresponsabilidad de los padres en la crianza es un objetivo compartido por todas las colaboradoras, si bien Patricia Merino defiende que esta no debe conseguirse a costa de la
maternidad. Para esta autora, la relación madre-criatura es la que debe protegerse principalmente y la corresponsabilidad ha de construirse a lo largo del ciclo amplio de la crianza a partir del reconocimiento de ese vínculo primario clave. De ahí que proponga permisos de maternidad largos y permisos parentales transferibles. Para terminar, cabe subrayar que los cinco textos que los y las lectoras van a encontrar a continuación son una muestra excelente de por dónde se están moviendo los debates sobre los cuidados en el interior de la Economía Feminista. Nos parece que todas las propuestas tienen fortalezas y debilidades, y que los puntos de disenso y los dilemas que se apuntan son de especial relevancia para seguir pensando y depurando
propuestas de síntesis que puedan recabar consensos amplios. Es necesario mantener este diálogo abierto porque la vida nos va en ello.
DOCUMENTOS:
*De la economía feminista a la democratización de los cuidados
*Aportaciones feministas al debate sobre la reorganización de los cuidados
*Por el cambio estructural a una sociedad sin patriarcado
*La maternidad como cuidado (Guia hacia un futuro sostenible)
*Reorganizar los cuidados.Y si dejamos de hacernos las suecas