Desde el pasado 30 de enero, decenas de migrantes y refugiados apoyados por jóvenes activistas ocupan uno de sus edificios
«Antes me sentía solo. En la calle cada uno piensa para sí, aquí todos pensamos juntos», dice Youssef, uno de los jóvenes
Cerca de un centenar de personas se reúne en asamblea . En el centro, 15 migrantes explican los resultados de su reunión con la rectora. Cada intervención es traducida al francés, al árabe y al amhárico [idioma hablado en Etiopía y Eritrea]. La escena se vivió el pasado viernes en la Universidad de París 8, en la periferia del norte de la capital. Desde hace más de 15 días, decenas de migrantes y refugiados apoyados por jóvenes activistas ocupan uno de sus edificios.
Entre ellos está Yussef. « Antes me sentía solo. En la calle cada uno piensa para sí, aquí todos pensamos juntos», explica el joven de 27 años. Yussef huyó de Sudán, cuyas autoridades , asegura, amenazaban con devolverlo a Eritrea, de donde su familia tuvo que huir por motivos políticos. Llegó a París desde Calais después de que el 25 de enero, según su testimonio, la policía lo desalojara del campamento y rompiera su tienda. Unos amigos le hablaron de la ocupación y decidió unirse.
«Los derechos humanos son propaganda. Acabé aquí porque unos amigos me avisaron», recalca Yussef. Entre sus compañeros hay jóvenes venidos de Somalia, Eritrea, Etiopía, Sudán, Guinea y Chad. Tras verse empujados a escapar de sus países, acabaron deambulando por las calles de la ciudad junto a miles de personas sin techo que, desesperadas, tratan de encontrar el modo de aguantar el frío del invierno parisino.
Así, la ocupación se plantea como una solución inmediata al problema de alojamiento, pero también como una plataforma de protesta ante el tratamiento que las autoridades francesas dan a los migrantes. Es su grito de «basta». Un grito, dicen, de dignidad y de esperanza.
Junto a ellos, un grupo de jóvenes activistas con experiencia en movimientos estudiantiles se hacen cargo de cuestiones prácticas como la logística o la comunicación. Es lo que llaman el «comité de apoyo». Esta es, según explican, una de las claves del éxito del movimiento: los migrantes son los que toman las decisiones.
«Nosotros estamos aquí para ayudarles a alzar sus reivindicaciones, aunque en primer lugar esto es una respuesta a una situación de urgencia. Muchos de ellos llevan meses en Francia y es la primera vez que duermen en un lugar con techo», explican dos de las chicas encargadas de la comunicación. Prefieren no dar sus nombres para no restar protagonismo a sus compañeros migrantes y conceden las entrevistas siempre acompañadas por alguno de ellos. «Nuestro objetivo es que ellos tomen cada vez más la iniciativa, les ayudamos a organizarse».
Entre los migrantes, según apuntan las activistas, hay personas con órdenes administrativas de expulsión, algunas mujeres y menores de edad. La mayoría son lo que denominan «dublineses», es decir, personas que se han visto obligadas por el reglamento europeo a solicitar asilo en el primer país donde fueron identificados. Es el caso de Yussef, a quien tomaron las huellas en Cerdeña cuando llegó a la isla en 2016, aunque el joven trata de cruzar a Inglaterra, donde viven unos tíos suyos.
«Esperamos que todas las personas exiliadas luchen»
La mayoría de las reivindicaciones de los migrantes, que han lanzado tanto en un comunicado propio y otro conjunto con el comité de apoyo, son de carácter general e interpelan directamente al Gobierno francés. Son, entre otras, que todos puedan acceder a los papeles, viviendas decentes y perennes así como el fin inmediato de las deportaciones hacia otros países europeos o sus países de origen.
«Esperamos de todas las personas exiliadas que luchen a lo largo de Francia contra la opresión, la injusticia y las prácticas de la policía en las calles. Al pueblo francés: vosotras que hicisteis aquella revolución que estudiamos en los libros de historia ¡Volved a hacerla!», reclaman. El movimiento se extiende, la de la Universidad París 8 no es la primera ocupación: antes fue la universidad de Nantes, la de Lyon y la de Grenoble y desde el comité de apoyo avisan de que pronto se tomarán otras universidades.
Los profesores y los alumnos también se movilizan. Todos los días los ocupantes reciben colchones, ropa o comida. «Esta universidad tiene una gran tradición de compromiso político, también ha pasado en Lyon y en otros lugares, es un movilización general. Estamos preparando un manifiesto entre profesores, intelectuales y artistas para apoyar este movimiento», confiesa una profesora que trae sacos de dormir y ropa para los ocupantes.
Sin embargo, el rectorado no lo tiene tan claro. Si bien no ha desalojado el lugar, la única propuesta que mantiene es reubicar a los migrantes en un anfiteatro. Los propios migrantes reunidos con la rectora se negaron a aceptar esta solución, ya que se trataría de un lugar en el que no es posible habilitar diferentes dormitorios para hombres y mujeres. eldiario.es ha tratado de ponerse en contacto con el rectorado, pero se ha limitado a remitir a un comunicado de prensa.
En él, asegura que ha propuesto «una ubicación más apropiada, más amplia y segura, con acceso regular a duchas y una cocina, también prestamos asistencia letrada». Y prosigue: «Desafortunadamente, todas nuestras propuestas han sido rechazadas por algunos de los activistas».
El día a día es difícil, confiesan quienes pasan horas lidiando con «nuevos problemas» para afrontar mantener la ocupación. Cada una de esas horas significa una hora menos de frío y una más de batalla por sus derechos.