El movimiento de las Kellys comenzó con un grupo de Facebook en el que las camareras de piso se desahogaban sobre sus condiciones laborales
Los chats como Whatsapp y Telegram se han convertido en grupos de trabajo para organizar las acciones de colectivos como las ‘espartanas’ de Coca-Cola y los ‘riders’ de Deliveroo
Los sindicatos celebran la movilización de trabajadores, pero insisten en que es necesario no desvincular las redes sociales de la defensa cotidiana de derechos en los centros de trabajo
«Yo antes cuando iba en el metro a trabajar leía, llevaba libros. Ahora el metro es mi mesa de operaciones». La bandeja de salida del correo de esta camarera de piso, portavoz de Las Kellys Madrid, no para de actualizarse durante sus viajes en transporte público: «Voy mandando emails, hablando con las compañeras…». La mujer prefiere no dar su nombre para preservar la imagen colectiva del grupo, de «las que limpian», las empleadas de la limpieza de hoteles que comenzaron reuniéndose en un grupo de Facebook en 2014, para compartir y lamentar sus condiciones laborales, y que acabaron organizándose en una asociación, formando uno de los movimientos de trabajadores más potentes de los últimos años.
«El grupo lo comenzaron dos chicas, creo, en Catalunya. Yo entré por curiosidad, me habían hablado de ese grupo, me escribió una de las compañeras y me metí para saber de qué se hablaba. Así, nos fuimos conociendo», explica. Y así también fueron corroborando que sus preocupaciones eran, en general, las mismas: externalización de la limpieza de las habitaciones de hoteles, pérdida de derechos laborales, enfermedades derivadas de la actividad laboral no reconocidas… «Este trabajo siempre ha sido muy duro, pero con la reforma laboral y la externalización ya es el caos».
El grupo de Facebook se convirtió en un espacio de desahogo, pero con el tiempo, también en el trampolín para la organización y la movilización laboral de un grupo de sus integrantes. «¿Sabéis lo que podemos hacer? Nos podemos organizar como una asociación», dijimos, pero «al principio, algunas se lo tomaron un poco a risa». La portavoz de Las Kellys en la capital explica que muchas decidieron convertir la indignación en las redes en acciones concretas para recuperar y ampliar sus derechos: «Sin salir de Facebook te iban a esperar las mismas condiciones, eso solo servía de desahogo». Y muchas no estaban dispuestas a ello.
Camareras de piso de Cádiz, Madrid, Barcelona y Fuerteventura, entre otras regiones, se organizaron finalmente en una asociación en 2016. Entonces, su presencia en redes se había visto muy ampliada: grupos de trabajo de Whatsapp, perfiles en Twitter regionales y a nivel nacional, página web y páginas de Facebook. «Las redes son una herramienta para darnos mucha voz. Esto era algo totalmente invisibilizado y ahora hemos podido denunciar situaciones de explotación y a hoteleros en concreto, como no tienes que escribir poniendo tu nombre…», explica esta ‘kelly’ sobre las ventajas del anonimato de los perfiles de este tipo de colectivos en las redes sociales.
A la caza del trending topic
Su presencia y éxito en las redes, con campañas como la que se reapropiaba del relato viral de Manuel Bartual en Twitter, les permitieron llegar a los medios, pero también a ser lo suficientemente visibles y relevantes como para llegar a los ayuntamientos, gobiernos regionales e incluso a las instituciones europeas.
Conseguir un trending topic, luchar por destacar entre las miles de etiquetas difundidas en las redes sociales, es también el objetivo de las ‘espartanas’ del colectivo de Coca-Cola en lucha. Y eso que Gema Gil reconoce que hace cuatro años «no sabía ni lo que era Twitter». Pero el conflicto laboral con la multinacional lo cambió todo. Comenzó con el ERE anunciado por la compañía en enero de 2014 y aún persiste por parte de un grupo de trabajadores de la fábrica de Fuenlabrada, que denuncia que la empresa de refrescos no respeta la sentencia judicial que ordenó readmitir a los trabajadores en sus puestos. « Los tienen sin trabajar, hay muchos compañeros que lo están pasando muy, muy mal psicológicamente», sostiene Gil, cuyo marido trabaja en la fábrica del municipio madrileño.
Las ‘espartanas’ se propusieron apoyar la causa día a día, seguir haciendo ruido tras casi cuatro años de conflicto y pese al apagón informativo que aseguran que sufren por parte de muchos medios de comunicación. «La multinacional pone mucho dinero en publicidad y por eso muchos no nos sacan». Así que fijaron su campo de batalla en las redes: con su última campaña, #CampanadasEspartanas, han conseguido una gran visibilidad con un vídeo de contrapublicidad para estas navidades. Ya lo lograron el pasado año con un spot similar.
Para colocar sus hashtags entre las tendencias del momento, la mayoría de colectivos de trabajadores se arman con equipos específicos de redes sociales. Algunos están muy familiarizados con lo digital y trabajan con estrategias planeadas, como la Asamblea de Becarios en Lucha de la UAM, que cuenta con 11 personas dedicadas a ello. «No somos un grupo de amigos tuiteando cosas a otros amigos, hemos hecho una estrategia de redes, miramos audiencias, índices de impacto, hay un trabajo detrás de ello…», explica una de sus miembros. Los becarios se han organizado para exigir al rectorado de la Universidad Autónoma una respuesta a su situación después de que la Inspección de Trabajo considerara que los utilizó de forma irregular para cubrir puestos de trabajo estructurales. Son un mecanismo de presión y una forma de llegar a todos los posibles afectados: «Sin las redes no habríamos llegado hasta aquí».
Otros movimientos, como Las Kellys y las ‘espartanas’, no cuentan con una estructura tan pensada, pero sí con la constancia y la indignación necesarias para mantener el pulso en redes mes tras mes. «Lo de Bartual en realidad se le ocurrió solo a la compañera de redes y fue un pelotazo», recuerda la portavoz de las Kellys en Madrid.
Los centros de operaciones están en los chats
Algunos de los movimientos que han adquirido más importancia en el último año, como el de los repartidores (o riders) de compañías de envíos a domicilio como Deliveroo o Glovo, así como el de los músicos, se caracterizan por no compartir centros de trabajo, lo que puede dificultar la movilización laboral. Sin embargo, los chats de Whatsapp y Telegram brindan un espacio de reunión que se ha convertido en indispensable para muchos colectivos.
El grupo de Whatsapp las ‘espartanas’, solo formado por mujeres, es sobre todo un canal de apoyo mutuo: «Cada una vivimos en un punto de Madrid y tenemos problemas familiares. El grupo nos sirve de apoyo moral, que tienes un día malo y están las demás para levantarnos». También el lugar en el que deciden las etiquetas de sus acciones y dan el pistoletazo de salida a sus campañas en redes.
El grupo de Whatsapp de las Kellys se convirtió en un centro de reparto de tareas: «Para formar la asociación, una miraba cómo hacer unos estatutos, por ejemplo, otra compañera se encargaba de otro tema…», cuenta la portavoz del grupo en Madrid. Los RidersxDerechos se organizaron sobre todo a través de Telegram, cuenta Eve Llagostera, exrepartidor de Deliveroo, uno de los despedidos (o ‘desconectados’ como dicen en el sector) tras las huelgas organizadas por los riders contra las condiciones de la compañía. En su caso, también propicia el encuentro físico de sus miembros: «Fue muy útil para hacer las convocatorias de asamblea, para llegar a casi todos los repartidores en Barcelona». Ahora, un grupo de repartidores están trabajando en la formación de una cooperativa propia de repartos a domicilio.
Colectivos más allá de los sindicatos
Algunos de estos colectivos, que han creando movimientos con una identidad propia, son apoyados por los sindicatos tradicionales. Es el caso de los trabajadores de Coca-Cola en lucha, con el respaldo de CCOO, y de RidersxDerechos, de la Intersindical Alternativa de Catalunya (IAC), por ejemplo. Otros, aunque algunos de sus miembros pueda tener relación con algún sindicato, se suelen presentar al margen de los de mayor tamaño. «Los sindicatos mayoritarios han hecho mucho la vista gorda. Nosotras, que sabemos de lo que estamos hablando, nos hemos organizado y estamos consiguiendo mucho sin estar subvencionadas», afirma la portavoz de las Kellys en Madrid.
En cualquier caso, todos estos grupos han optado por organizarse en redes sociales, diferenciarse con perfiles específicos y lograr tener una voz propia. Desde los sindicatos tradicionales también consideran que las redes sociales son un terreno fundamental para los movimientos laborales, pero no las distancian del día a día en las oficinas, fábricas y otros lugares de trabajo. «No desvinculamos la acción tradicional del sindicato, en los centros de trabajo, con la nueva realidad de las redes sociales», explica Empar Pablo, secretaria de Comunicación de Comisiones Obreras. Pablo reconoce que en una organización tan grande como CCOO, adaptarse a nuevas estrategias es complejo, pero es una de las líneas en las que trabajan, por ejemplo, con «formación a sus delegados y delegadas para que las incorporen como herramientas comunicativas».
Pablo considera que la organización de trabajadores a través de redes sociales es «complementaria» a la acción de los sindicatos, pero cree que «es muy difícil que una plataforma pueda sustituir el papel de las organizaciones de trabajadores: una cosa es organizar la protesta, pero eso tiene que llegar algún sitio». Los sindicatos, continúa, «tienen una legislación y una capacidad de intermediación» que los sigue haciendo necesarios.
En UGT inciden en que, desde sus perfiles estatales, su labor en redes sociales consiste en una defensa de derechos laborales más «genérica», no tan centrada en colectivos específicos. Mientras que los perfiles de las organizaciones regionales y secciones específicas dentro del sindicato se centran más en conflictos y colectivos más específicos. Cristina Antoñanzas, vicesecretaria general del sindicato, también cree que, pese a la emergencia de colectivos ajenos a las estructuras tradicionales, los sindicatos siguen cumpliendo una función esencial en la defensa de los trabajadores. «Nos presentamos en miles de elecciones en centros de trabajo y seguimos siendo elegidos por los trabajadores», recuerda. El pasado verano lanzaron además ‘Tu respuesta sindical ya’, para acercarse a los freelance y «otros trabajadores cuya relación laboral no está clara» y puedan estar más alejados de los sindicatos tradicionales, explica Antoñanzas.
¿Qué hubiera pasado si los nuevos colectivos no hubieran podido organizarse a través de sus chats? ¿Si no hubieran tenido acceso a las redes sociales para difundir sus denuncias? «Habría sido imposible…. Bueno, imposible no, antes la gente se organizaba con un régimen franquista, de forma clandestina. Pero sin ellas habríamos tardado mucho más y seguramente habríamos tenido menos alcance», reconocen en Las Kellys. Gema Gil cree que las espartanas habrían encontrado otra vía, cualquiera menos la resignación: «No podemos permitir que los trabajadores se vengan abajo».