Esta semana ha salido a la luz el expediente con que el Colegio de Enfermería de Madrid quiere sancionar a cuatro enfermeras por la falta grave de «silbar y cantar pidiendo democracia» en esa institución, a la que están obligados a pertenecer para poder trabajar.
Alguien podría pensar que es un hecho aislado en nuestro medio, pero quizá haya similitudes.
¿No recordamos ya a la enfermera cesada de su puesto de responsable de un centro de salud de Madrid, por orden del mismísimo consejero de sanidad, tras denunciar por Twitter la ausencia de vacunas para su población?
¿Y la doctora de urgencias cuyo colegio profesional (al que por cierto, también está obligada a pertenecer) intentó expedientar por tener la osadía de hacer públicas las pésimas condiciones en que ella y sus compañeros tenían que desarrollar su labor, en el Hospital de Segovia en particular, y en el resto de servicios de urgencias hospitalarias de España en general?
¿Y el oftalmólogo que fue relevado de su puesto de jefe de servicio de una unidad de referencia nacional tras sus reiteradas denuncias de escasez de recursos para atender a los niños desplazados de toda España para recibir atención de graves dolencias oculares?
¿Y al jefe de servicio de la UCI pediátrica del Marañón que tuvo que dimitir por la falta de medios dignos para atender a los niños de su servicio?
¿Y los dos profesionales de mantenimiento con contrato eventual del Hospital Príncipe de Asturias que fueron despedidos tras la querella interpuesta por todo su servicio contra la Comunidad de Madrid por prevaricación y malversación de caudales públicos?
Son tantos los casos calificados como «aislados» que si miramos con perspectiva podemos ver claramente que aquí da igual el título, el cargo, la categoría, el régimen laboral y hasta, me atrevería a decir, el tipo de contrato.
Lo realmente importante es que tragues con el aumento exponencial de las cargas de trabajo por las cada día menores contrataciones, que calles ante el vaciamiento de funciones de profesionales mientras se adjudican contratos millonarios a empresas privadas para cubrir esas mismas labores, que no cuestiones por qué los mandos intermedios son cargos de «libre designación o de confianza,» que no preguntes porqué los sindicatos que representan a todos los trabajadores firman en mesa sectorial acuerdos que benefician a unos pocos, incluso incumpliendo leyes o acuerdos previos.
Pero sobre todo, y lo más importante, es que no salgas del área de “confort” (donde por otra parte te machacan), en que se encuentran inmersos la mayor parte de nuestros compañeros, para ir contracorriente y empezar a preguntar, a discrepar, a proponer mejoras, a exigir democracia en nuestras instituciones, rendimiento de cuentas a nuestros mandos intermedios y directivos, transparencia en la información sobre recursos disponibles, actividad asistencial,… ¡¡NO!!
Porque si decides seguir ese camino muy pronto sufrirás las consecuencias. Primero serán sibilinas (dificultades para solicitar permisos, libranzas incoherentes, cambios de turno,…) pero pronto comenzarán a aumentar su intensidad si no vuelves a tu zona de “confort” y, lamentablemente, en muchas ocasiones acaban con un triste final.
¡Eso se llama REPRESIÓN!
Este es el clima en que llevamos viviendo décadas dentro del sistema sanitario público madrileño. «Necesitan que traguemos mientras empeoran nuestras condiciones laborales y el sistema sanitario»
Algunos políticos y demás cargos de la consejería de sanidad, los sindicatos integrantes de la mesa sectorial, las juntas directivas de los colegios profesionales sanitarios,…, todos ellos llevan décadas viviendo a costa de los profesionales que día a día trabajan por su población.
Y ese es el verdadero interés que impera en nuestro sistema, agarrar la cuota de poder que mantiene a cada uno en su sitio con uñas y dientes, cueste lo que cueste y llevándose por delante todo aquello y a todo aquel que intente cambiar las fuerzas que lo mantienen inalterable.
Marea blanca, nuevo sindicalismo, plataformas de profesionales y usuarios,…, todos ellos son el objetivo a destruir.
Movimiento Asambleario de Trabajadores-as de Sanidad