El rey del rancho se hunde: alimenta a miles de funcionarios pero no paga a su plantilla

Según el comité de empresa del centro, Jaquete adeuda nóminas a al menos cincuenta de los setenta trabajadores de las cafeterías del Ramón y Cajal


Su empresa familiar ha levantado más de 11 millones de euros del Estado en los últimos años; sus trabajadores denuncian la presencia de ratas y cucarachas en las cocinas


Marta trabaja en la cantina del palacio de la Moncloa. No es su nombre real. Sirve cafés a secretarios de Estado y ministros todos los días, pero lleva todo 2017 sin cobrar. “Ya venían pagándome tarde. Lo de diciembre me lo dieron el 28 de enero y esa fue la última nómina que recibí”, dice. Está desesperada y para cumplir con su alquiler y sus facturas ha empezado a hacer malabares con dos tarjetas de crédito. “Saco de una para pagar la otra. Cuando me llegue el dinero, si me llega, se irá todo a pagar las deudas y los intereses”.

Los impagos se han extendido entre los 30 trabajadores de las dos cafeterías de Presidencia. Otro de ellos, también bajo anonimato, relata cómo les pagan siempre tarde y en metálico, con dinero de la caja, nunca por transferencia. Las condiciones laborales, se queja, han cambiado mucho desde mediados de 2013, cuando la concesión quedó de manos de Ramiro Jaquete.

Ramiro Jaquete (1932) nació en Villayón, una comarca de 1.500 habitantes al norte de Asturias, en el seno de una familia de nueve hermanos. A los 17 años, sin estudios y solo con experiencia en manejar reses, se marchó a Madrid, donde figuró durante varios años en un negocio familiar de casquería. Trabajaba de sol a sol sin la motivación de una nómina, porque así son los asuntos familiares. “Estuve siete años, luego hice una ampliación porque el local era muy pequeñito. Entonces empecé a dedicarme a reparto de restaurantes, hoteles en la distribución de carne”, explicaba a ‘La Nueva España’ en una de las escasas entrevistas que ha concedido.


Ramiro Jaquete ha ‘heredado’ buena parte del imperio hostelero de Arturo Fernández


Es a comienzos de los sesenta, con la incorporación de la distribución en el negocio cárnico, cuando nace Ramiro Jaquete S.A., un conglomerado de pequeñas y medianas empresas que pronto se convierte en el proveedor de todos los cuarteles de España. Primero les lleva carne, después les sirve un cáterin y, por fin, se hace fuerte en sus cantinas. Tanto es así que para varias generaciones de militares españoles, “ir al jaquete” es sinónimo de que ha llegado la hora de llenar el buche. A él le conocen como el rey del rancho.

Después llegarían los institutos públicos, los centros penitenciarios, los ministerios, las universidades y los hospitales. Durante los años noventa y lo que llevamos de siglo, siempre con sede en un polígono de Tres Cantos, Jaquete ha amasado una fortuna a base de obtener contratos de suministro para las administraciones públicas. En los cuatro últimos años, y solo con el Ministerio de Defensa, ha conseguido 11 millones gracias a 186 licitaciones, al tiempo que gestiona algunas de las cafeterías más concurridas del país, como las del hospital Ramón y Cajal, la del Alcázar de Segovia o la de la mismísima Presidencia del Gobierno, en el palacio de la Moncloa. Según las cifras del grupo, Ramiro Jaquete S. A. cuenta en estos momentos con 3.000 empleados que sirven más de 30.000 menús diarios en seis provincias de España.

La estrategia de Jaquete recuerda a la del ‘empresaurio’ Arturo Fernández, del que ha ‘heredado’ gran parte del monopolio hostelero: acudir a los concursos públicos siempre con la oferta más económica para la Administración. Una vez accedía al negocio, Jaquete encontraba el modo de obtener rentabilidad en cada servicio. «Ramiro es un empresario clásico, de los que recortan la calidad hasta un límite razonable y tratan a sus empleados con decencia», explica un extrabajador del grupo. Sin embargo -apunta esta fuente secundada por otras que conocen la situación- todo cambió hace cuatro años, cuando el asturiano, de 85 años, dio un paso atrás en favor de sus hijas Carmen, Mercedes y Ana, siempre implicadas en el negocio familiar. Los primeros en notar los cambios en la gestión fueron sus trabajadores: de la noche a la mañana empezaron a cobrar tarde, si no a dejar de hacerlo, mientras que otros denuncian agresiones físicas por parte de la empresa -CCOO les ha llevado dos veces a los tribunales por este motivo- o haber encontrado ratas y cucarachas en los comedores por falta de fondos para desinfectarlos. Este periódico se ha puesto en contacto con la empresa, que ha declinado hacer ninguna declaración.

En los últimos dos meses Ramiro Jaquete S.A. ha perdido once licitaciones por diversas irregularidades, si bien hay instituciones que se resisten al cambio. La más representativa es el hospital Ramón y Cajal, en Madrid, cuyos trabajadores llevan años a la gresca con el empresario. Según relatan desde la plantilla, desde que Jaquete accedió a la gestión de las tres cafeterías del centro -dos para empleados y una pública- empezaron a cobrar tarde. «Al principio fue una semana, luego diez días… al final son meses. Cuando cobras, para colmo, siempre es en metálico. Echan mano directamente de la caja para pagar las nóminas», dice un empleado. No fue lo peor: «Después llegaron a hacer listas de trabajadores: tú cobras, tú no, tú tampoco, tú mañana. Imagina el impacto en una plantilla saber que tu compañero ha cobrado y tú no, sin saber nunca los porqués», continúa.

Otros trabajadores afirman sufrir amenazas constantes por parte de la empresa: «Si te quejas te amenazan con despedirte o con no cobrar. Utilizan la misma técnica que se emplea para adiestrar animales: te dan golpecitos en la cabeza hasta que aprendes a no molestarles. Nunca han aceptado nuestro convenio laboral y hacen todo lo posible para no cumplirlo», sostiene otro trabajador del centro. Según el comité de empresa del centro, Jaquete adeuda nóminas a al menos cincuenta de los setenta trabajadores de las cafeterías del Ramón y Cajal. Por eso registran cada mes ante la dirección del hospital el retraso en los cobros (documento adjunto) y realizan paros constantes desde el año pasado sin que nadie se haga cargo del problema. Desde Comisiones Obreras afirman que desde su apertura habían recibido en torno a veinte reclamaciones laborales del Ramón y Cajal; desde la llegada de Jaquete, más de 200.

Otro comentario generalizado entre la plantilla pivota en torno a las condiciones sanitarias. Denuncian que los camiones del empresario no son refrigerados y que en un mismo tráiler viajan lechugas, pescado fresco y productos de limpieza industrial. «Son camiones de mudanzas normales, no están preparados para transportar alimentos, mucho menos frescos como carnes y pescados, que tienen que manejarse a temperatura controlada», explican.

También han grabado un vídeo en las cocinas de la cafetería del hospital para demostrar la presencia de ratones y suciedad en el entorno: «La empresa empezó a desatender las labores de desinfección por falta de dinero y se nota. En esto es en lo único que nos ha hecho caso la dirección del hospital: cuando vieron los ratones pagaron ellos la desinfección», dicen desde el comité de empresa.

Los funcionarios de Moncloa también han notado cómo se resiente la calidad del servicio y el humor de los camareros. “Se ve que van justos de personal porque siempre hay bastante cola. La calidad de la comida no es mala, pero los detalles sí. Por ejemplo, hasta hace poco el aceite lo traían en botellas de cristal que iban rellenando, algo que está prohibido ya”, comenta un trabajador que come a menudo en la cafetería. Otra funcionaria asegura que en la cafetería de personal empieza incluso a faltar también el género. “¿Cómo puede pasar esto en Moncloa? Están pagando en metálico y hay días que no tienen aceite para freír unos calamares”.

Un bote para cobrar

Los veinte trabajadores de las cafeterías del Estado Mayor para la Defensa (EMAD) acumulan retrasos en las nóminas de mes y medio. Allí conocieron un nuevo sistema de cobro, el bote. «La empresa nos hacía pasar a una sala y sacar un número de un bote. Nos explicaron que era la forma en la que trabajaban en otros sitios. Ahí sabías qué día del mes ibas a cobrar. Si estabas a comienzos y te tocaba el 30 imagínate el bajón», dice uno de los camareros. La plantilla fija también ha visto cómo los extras, personal que se contrata eventualmente como refuerzo en picos de trabajo, cobraba en el momento: «Acudí en varias ocasiones a quejarme por situaciones como esta. ¿Sabes lo que me decían? Que yo no cobraba porque no quería, porque apoyaba los paros. Que desconvocásemos las huelgas y entonces nos pagarían. ¿No debería ser al revés?», relata otro trabajador.

El EMAD rescindió el contrato con Jaquete S.A. a principios del mes tras las quejas generalizadas de los trabajadores, aunque lo hizo de mutuo acuerdo con la empresa y sin que todavía se haya convocado un concurso público. Los trabajadores se encuentran ahora en el limbo, a la espera de saber a qué empresa serán subrogados, y, además, lamentan que su lucha no haya servido para concienciar a muchos altos cargos militares: «Desde que le quitaron la concesión, muchos cruzan la calle y se van a comer al CSIC, donde Ramiro Jaquete sigue gestionando la cantina«.

Los impagos están extendidos por los cuarteles de toda España. También los comentarios jocosos sobre el rancho de Jaquete. En grupos como Ciudadanos de uniforme o Yo también soy anti-Ramiro Jaquete, en Facebook, los militares anuncian cierres de comedores por falta de salubridad y se mofan de sus platos: «¿Os habéis olvidado de la hamburguesa choricera también conocida como el McJaquete, que en vez de sobres de mayonesa ponen Almax?», «Hay tantas delicias de Ramiro… mmmmh, por dónde empezar… por ejemplo por esas albóndigas de carne de cabra madura, mmmh…. qué riiicas. O esa clásica e irresistible crema de supuesto espárrago para cenar que parece un kilo de esperma… ¡ah! Y por supuesto esas costillas de brontosaurio que requieren una precisión de cirujano plástico para disfrutarlas».

La enemiga de Jaquete

Ningún trabajador quiere dar la cara por temor a las represalias. Por eso han centralizado sus mensajes en torno a Fabiola Guerra, responsable de hostelería en Comisiones Obreras, que se ha convertido en la única opositora pública a Jaquete: «A mí puedes hacerme fotos, no tengo problema en decir que Jaquete es una empresa pirata que vive del dinero de todos», explica desde la sede del sindicato.

Guerra lleva años reclamando a las instituciones que tomen medidas contra Jaquete. «He demostrado ante una inspección de trabajo que, aun teniendo deudas con los trabajadores y escudándose en la falta de liquidez, pagaban a través de una caja B a los extras. Hemos presentado incluso los recibos, pero nada, no hemos recibido ninguna respuesta». En otras ocasiones, recuerda Guerra, se ha liquidado a la plantilla con cheques sin fondos: «Utilizan los pagos como una herramienta de extorsión, incluso intentan realizar expedientes de regulación de empleo sin liquidar al personal… Son los métodos de una empresa de otro tiempo».

Guerra ha intentado negociar con la familia Jaquete en numerosas ocasiones sin éxito. «No hay negociación. Es ordeno y mando con los trabajadores y silencio con los sindicatos. Ellos incumplen sistemáticamente los acuerdos de los contratos y hay que agotar la vía judicial para que se cumplan los derechos del trabajador. No se presentan a la conciliación, solo reculan unos minutos antes de que se celebre la vista…, ¡incluso su abogada se queja por los pasillos de que a ella tampoco le pagan!». Guerra afirma que la última vez que tuvo contacto con los Jaquete, le acusaron de haberle provocado un infarto al padre por hablar con la prensa.

Pérdidas y una deuda millonaria

Depositar los balances anuales en el Registro Mercantil no es obligatorio para todas las empresas, pero es recomendable en el caso de que se aspire a obtener una licitación del Estado. Ramiro Jaquete S.A. lo hizo ininterrumpidamente durante treinta años hasta que paró en 2014, cuando perdió 11,3 millones de euros en un solo ejercicio. Esta época coincide con la jubilación de Ramiro, indican fuentes conocedoras de la situación, aunque en los libros el traspaso de poderes figura en septiembre de 2015. De cualquier modo los números rojos vienen de antes: según el Registro Mercantil, Jaquete S.A. se ha dejado en los últimos cinco años, a falta de dos ejercicios por publicar, más de 32 millones de euros.

Además de las deudas contraídas con la Seguridad Social y los proveedores, una investigación de Informa, auditora especializada en información comercial y financiera, dibuja un panorama desolador para Ramiro Jaquete S.A. “La situación financiera de la compañía es muy desfavorable”, arranca el informe, para después sentenciar que “la capacidad de la empresa para generar efectivo a partir de sus actividades ordinarias y hacer frente a sus deudas a corto plazo es nula”. Dos bancos han denunciado al conglomerado por impagos de un crédito personal y una póliza de crédito por valor de 200.000 euros. El Registro de Aceptaciones Impagadas (RAI), un popular servicio de registro de morosos, apunta que Jaquete adeuda otros 856.000 euros a 165 acreedores diferentes.

La última auditoría de la empresa data de 2012 y la realizó Hispaloan Auditores, constituida unos meses antes, sin rastro de actividad en internet y que tiene su sede en un despacho de la calle Cea Bermúdez, en Madrid. El auditor firmó un informe favorable de Jaquete S.A. “con salvedades”. La salvedad son créditos por valor de 12,2 millones de euros que, como se puede comprobar en este apunte y siempre manejando la jerga de los auditores, no saben cómo va a poder devolver: “Tal y como se comenta en la nota 10-a de la memoria, la sociedad mantiene activados créditos fiscales por importe de 12,2 millones de euros como consecuencia de las bases imponibles pendientes de compensar, y las cuales podrán ser compensadas, en su caso, con beneficios futuros. A la fecha de nuestro informe no hemos obtenido de la sociedad el Plan de Negocio empleado por la empresa para realizar sus estimaciones sobre las ganancias fiscales futuras que permita recuperar el importe de los créditos fiscales activados, por lo que no podemos opinar sobre la razonabilidad de su recuperación futura”.

No obstante, y aunque la situación de la empresa es notoriamente precaria y las quejas por impago se multiplican, Jaquete ha recibido desde 2013 más de 11 millones de euros en licitaciones a costa del Estado. «No entiendo que la Administración ampare empresas piratas como esta, que viven de saquear las arcas públicas. Ya vivimos una pesadilla parecida con Arturo Cantoblanco y parece que queremos repetirla todo el rato. El único objetivo de Ramiro Jaquete S.A. es obtener contratos públicos y luego hacer que le pague el sueldo a sus trabajadores el Fogasa, que es también dinero público. Hablamos del dinero de todos y de nuestras administraciones públicas», sentencia Guerra.

Fuente: El Confidencial

 

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