Hay un discurso que criminaliza a los migrantes mientras normaliza las dinámicas de corrupción practicadas desde el poder.
Con su presencia en el CIE de Aluche, manifestantes y representantes políticos han logrado dar visibilidad a una noticia que habría pasado casi desapercibida.
2017 necesitará políticos dispuestos a trasladar los escaños a las calles, para sentarse cara a cara con los problemas sociales. Para marcar debate.
Olga Rodríguez
Imaginen que no nos permitieran viajar ni buscar trabajo en otros países europeos. Que tuviéramos que cruzar las fronteras escondidos, sin visados para poder desplazarnos. Que por el simple hecho de no tener papeles nos arriesgáramos a ser detenidos y encarcelados en centros de internamiento, sin mantas ni atención médica adecuada, con enfermos esparcidos por el suelo.
Imaginen que pasan 60 días en una cárcel con rejas sin haber cometido ningún delito. Que los maltratan y restringen sus contactos con el exterior. Que no les facilitan las medicinas que tienen que tomar cada día. Que les niegan un traductor para hacerse entender.
Imaginen lo que vivió hace 5 años en el CIE de Aluche Samba Martine, una mujer que, a pesar de tener síntomas de una enfermedad grave y de haber reclamado atención médica hasta en diez ocasiones, solo recibió paracetamol. Como admitió la Audiencia Provincial de Madrid, la muerte de Samba Martine podría haberse evitado.
Eso son los CIEs. Espacios de «no derecho» en un país que se dice democrático. Cárceles para personas sin papeles, en la mayoría de los casos encerradas por el simple hecho de no tenerlos, lo cual no es delito, sino una simple falta administrativa. Centros que niegan derechos fundamentales a los arrestados.
Como ha señalado una delegación del Consejo de Europa, en el CIE de Aluche, -denunciado por la ONU por torturas en 2013-, hay «numerosas alegaciones de malos tratos perpetradas por el personal».
Eso son los CIEs y eso es el CIE de Aluche, un lugar donde el pasado martes 39 personas se amotinaron y lograron salir a la azotea del edificio para exigir su libertad.
En estos tiempos en los que quieren acostumbrarnos a la indecencia hay un periodismo que trabaja a toda máquina para estigmatizar a las personas extranjeras, a la gente sin recursos, a los que menos tienen. Se agita un discurso que reclama la aplicación de medidas injustas para los migrantes, estigmatizándolos, mientras normaliza y blanquea las dinámicas de corrupción practicadas desde el poder.
Buena parte de los medios de comunicación, devorados por la agenda institucional, no suelen poner el foco en lo que pasa en la calle, en lo que le pasa a la gente. Cuando se celebran debates políticos entre los candidatos a la presidencia del Gobierno suele haber más de 400 periodistas acreditados. Si 400 periodistas se apostaran con cierta frecuencia a las puertas de un CIE la sociedad conocería las violaciones de derechos que en ellos se perpetran, y es probable que finalmente las autoridades permitieran a la prensa grabar dentro de esos centros hasta ahora vetados para las cámaras.
Si 400 periodistas acudieran con asiduidad a las puertas de un desahucio, se habrían evitado muchas más expulsiones. Si 400 periodistas dieran visibilidad cotidiana a las personas con trabajos precarios, a las desempleadas, a las víctimas de maltrato de género o a las que cada vez trabajan más por menos, tendríamos debates públicos más útiles y menos cortinas de humo creadas para inocular miedo y para que creamos que la estabilidad está íntimamente ligada al recorte de nuestros derechos y libertades.
En la madrugada del miércoles no hubo 400 periodistas a las puertas del CIE de Aluche. Pero sí estuvieron integrantes de la Campaña Estatal por el Cierre de los CIEs, así como decenas de activistas y representantes políticos, para vigilar y seguir de cerca el desarrollo de los acontecimientos. Para exigir un trato adecuado a las 39 personas que, desde la azotea del centro, pedían libertad. Con su presencia lograron que una noticia que habría quedado relegada a un simple breve en las páginas interiores de los diarios, se convirtiera en un debate público, visibilizado.
Tomemos nota de ello, porque 2017 va a ser un año de recortes y problemas sociales, con la persistencia de la desigualdad, la precariedad y la exclusión social para un porcentaje importante de la población. Si sigue sin haber 400 periodistas en determinados lugares, quizá sea preciso que haya representantes políticos dispuestos a trasladar los escaños de los parlamentos a la calle, al asfalto, a los barrios, para sentarse cara a cara con los problemas sociales que han provocado las políticas indecentes. Para ponerles un foco. Para atraer tras de sí a la prensa. Para visibilizar, marcar debates e influir en la agenda-setting.
Porque, como escribió Lorca, « detrás de las multiplicaciones hay una gota de sangre de pato«. Detrás de los datos que hablan del aumento de la desigualdad, del crecimiento de la precariedad y del agotamiento de la hucha de las pensiones hay personas con nombres y apellidos que merecen derechos y dignidad. Como los 39 del CIE de Aluche. Como todos.
Fuente: El Diario