La diferencia entre las personas con menos ingresos y con más siguió ensanchándose en 2015
Los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida muestran que la población con menos recursos es la que más se ha empobrecido durante la crisis
Aunque la economía encadena varios trimestres de crecimiento, la exclusión social no retrocede
Ana Requena Aguilar
Dos datos han servido para mostrar las dos caras de la realidad económica. Por un lado, la economía encadena once trimestres creciendo. Ese crecimiento, sin embargo, y a la luz de los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, no se traduce en mejores condiciones de vida. La desigualdad sigue aumentando: la diferencia entre las personas con menos ingresos y con más siguió ensanchándose en 2015. Es más, la población que ya tenía menos recursos al comenzar la crisis es la que más se ha empobrecido en los últimos años.
La Encuesta de Condiciones de Vida divide a la población en diez deciles de ingresos: en el primero están las personas con menos rentas y en el décimo, las que tienen más. Los límites de cada decil van cambiando en función de cómo varían los ingresos de la población. Su evolución da una idea del avance de la desigualdad en España.
En 2008, para estar en los dos primeros deciles –los más bajos– había que ingresar un máximo de 6.241 euros al año. Siete años después, la población que está en la parte más baja de la tabla tiene una renta de como máximo 4.937 euros anuales. Es decir, han perdido 1.312 euros. Algo muy diferente a lo que ha sucedido en la cumbre: el décimo decil –el de renta más elevada– ingresaba como mínimo 28.397 euros en 2008. Desde entonces han perdido 608 euros, es decir, menos de la mitad que los más pobres.
Además, las diferencias entre la parte baja y alta de la tabla han ido aumentando. Si en 2008, había 22.148 euros de diferencia entre los deciles más bajos y más altos, esa brecha es ahora de 22.852.
El economista Ignacio Conde Ruiz ve esta evolución con preocupación: «Cuando hay bonanza puede que la evolución de unos grupos y otros sea a ritmos diferentes y que la desigualdad aumente, pero todos los grupos están mejor. Sin embargo, es muy grave cuando la desigualdad crece así en épocas de crisis. Probablemente estemos ante un problema estructural de desigualdad». Los datos, dice, muestran con claridad que un grupo de la población ha sufrido con más intensidad la crisis.
Una sociedad más empobrecida
Desde 2009, los ingresos medios de personas y hogares han caído año tras año. En 2015, el 22,1% de la población vivía bajo el umbral de la pobreza, tan solo una décima menos que el año anterior. Esta tasa de pobreza también mide la desigualdad: si disminuyen los ingresos medios, el umbral de la pobreza baja. Es decir, hoy en día hace falta tener aún menos dinero para ser considerado pobre.
Por ejemplo, en 2015, vivir en exclusión social significa ingresar menos de 8.011 euros al año en el caso de las personas y de 16.823 euros para los hogares de dos adultos y dos niños. En 2011, sin embargo, esos límites eran más altos: 8.359 euros en el caso de las personas y 17.551 en el de los hogares de cuatro miembros. Como la población ingresa, de media, menos dinero, personas que hace unos años se contabilizaban bajo el umbral de la exclusión, ahora quedan fuera sin que su situación haya mejorado.
Para la experta en exclusión social de la Red Española de Lucha contra la Pobreza, Gabriela Jorquera, las cifras son preocupantes. «Muestran que estamos estancados después de un periodo en el que ha habido crecimiento económico y algunos indicadores, como el paro, han mejorado. Podrían ser los primeros indicios de un escenario postcrisis en el que las personas que han caído en la exclusión lo van a tener muy difícil para salir de ahí», dice.
Algunos datos apoyan la teoría de Jorquera. La pobreza se reduce en los colectivos con mejores condiciones de partida, por ejemplo, entre las personas con más formación.
Conde-Ruiz subraya que el empeoramiento la situación de los colectivos más perjudicados tiene mucho que ver con el paro de larga duración, el agotamiento de prestaciones y la falta de reciclaje. Si llega la recuperación, dice, y una persona que lleva años en paro no encuentra empleo ni tiene experiencia laboral en nuevos nichos laborales es probable que se quede descolgada.
«Están condenadas a quedarse ahí. La única medida que se ha demostrado que tiene efectos a corto plazo para solucionar el paro de larga duración son las políticas activas. Y es la medida que los gobiernos no han implementado».
Fuente: El Diario