CARMEN SAN JOSÉ
En diciembre del año 2013 la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid privatiza la Lavandería Hospitalaria Central (LHC), adjudicándoselo a Flisa, una de las empresas de la ONCE.
Hasta entonces la LHC en sus instalaciones de Mejorada del Campo había funcionado con 350 trabajadores/as del Servicio Madrileño de Salud (SERMAS) habiendo conseguido llegar a ser un servicio público de gran calidad en el lavado de la ropa hospitalaria. Con unas instalaciones punteras que le otorgaban los certificados de calidad y medio ambiente ISO 14.001 e ISO 9.001.
Cuando ha pasado más de un año de la privatización de este servicio, clave para el buen funcionamiento de los hospitales públicos de la Comunidad de Madrid, la situación en la LHC se caracteriza por un empeoramiento de las condiciones laborales y salariales de las y los trabajadores, y por un deterioro considerable de las instalaciones del centro. Lo que afecta directamente tanto a la seguridad de las trabajadoras/es como a la salud de los pacientes y trabajadores/as sanitarios/as de los hospitales.
Desde que la LHC se adjudicó a Flisa la plantilla se ha reducido en 130 trabajadores. Y de los 220 que hay en la actualidad, se reparten entre los 120 trabajadoras que antes pertenecieron al SERMAS y 100 discapacitados que se han contratado. El deterioro de las condiciones laborales de estos/as trabajadores/as comienza desde el mismo 1 de diciembre de 2013 cuando pasan a depender de esta empresa, y por el mismo trabajo que ya venían realizando comienzan a percibir hasta un 50% menos de salario, perdiendo la antigüedad, ya que no se reconoce el traspaso como subrogación. Se han incrementado los accidentes laborales y la prevención de riesgos laborales es nula. Por si esto fuera poco la represión laboral va en aumento, como lo demuestran las sanciones y el reciente despido de cinco trabajadores que pertenecían al SERMAS contraviniendo las condiciones que se recogían en el pliego del concurso de adjudicación.
La LHC hoy día carece del mantenimiento que se llevaba a cabo hasta que se entregó a Flisa. Esta empresa no ha invertido en los recursos materiales y humanos necesarios para garantizar el buen funcionamiento, una adecuada limpieza o la desinfección de los carros y jaulas en las que se reparte la ropa limpia. El mal estado de las instalaciones es una de las razones que explican que la ropa salga en mal estado. Que el tratamiento para la prevención de la legionelosis no se esté cumpliendo (que debiera ser motivo para el cierre inmediato de las instalaciones). Y que los trabajadores/as se vean expuestos a sustancias contaminantes, por ejemplo al no funcionar correctamente los tubos de extracción y climatización.
Desde entonces en todos los hospitales de la comunidad hay falta de ropa: faltan sabanas, almohadas, mantas y uniformes para los trabajadores. La ropa llega húmeda (pues Flisa cobra por kilos y mojada la ropa pesa más), con manchas y mal planchada. Peor aún, llega sin las garantías higiénicas suficientes: no hay un control microbiológico adecuado; en la Lavandería se han roto en diferentes aspectos la “barrera sanitaria” entre la ropa limpia y sucia, y han desaparecido los controles higiénicos en el transporte (los camiones no tienen la desinfección necesaria y se usan camiones ajenos sin ningún control) y la entrega: muchos de los paquetes llegan a los centros abiertos.
Según la información que obra en nuestro poder ninguna inspección de trabajo ni de la Consejería de Sanidad ─Salud Pública─ ha subsanado las irregularidades que en materia laboral, de prevención de riesgos o de calidad en la limpieza de la ropa se han detectado.
Todo ello supone un incumplimiento flagrante de los compromisos de la adjudicataria, y una pérdida de los certificados de Calidad y de Gestión Ambiental que se comprometió a mantener vigentes. Y una grave dejación de responsabilidades por parte del Gobierno del PP. Ante tal estado de cosas no parece que quepa otra medida que la inmediata reversión al Sermas, y la exigencia de que Flisa repare de las instalaciones.
*Carmen San José es médico de familia