- La saturación de las urgencias por la gripe obliga a Sanidad a abrir 150 camas
- Los trabajadores culpan de la situación al cierre de plazas y la reducción de personal
“De verdad que lo siento, señora, pero estamos desbordados”, dice una sanitaria que empuja a una paciente en silla de ruedas. “Hacemos lo que podemos”, suspira otra unos metros más allá, en un pasillo del hospital 12 de Octubre de Madrid. En los apenas 10 minutos que dura la visita de EL PAÍS a las estrechamente vigiladas urgencias del centro se oyen varias conversaciones similares. Lo que se ve no hace sino confirmar la saturación: decenas de pacientes aguardan sin ninguna intimidad en camillas en zonas de paso o alineadas frente al mostrador del control de enfermería. El lunes, hacia las cinco de la tarde, hay camas incluso en los pasillos de las puertas de emergencia. En carteles improvisados, escritos a mano en folios blancos, se lee: “Puerta 2. Cama 1”.
Los trabajadores de los centros sanitarios públicos llevan días denunciando que las urgencias están colapsadas. La Consejería de Sanidad finalmente admitió ayer por la tarde que se ha visto obligada a abrir 150 camas que tenía cerradas en los hospitales y a contratar a 190 profesionales —el 80%, enfermeros y auxiliares de enfermería— para “atender la demanda existente”. Atribuye el colapso a la gripe “y otras enfermedades estacionales”. Los sindicatos y los trabajadores de urgencias consultados replican que estos servicios siempre están al límite porque cada vez se mantienen cerradas más camas y porque las plantillas se reducen año tras año. La gripe, vienen a decir, es solo la gota que colma el vaso.
Un recorte del 19% en solo dos años
Pese a la apertura de nuevos hospitales en los últimos años, el número de trabajadores del Servicio Madrileño de Salud (Sermas), ente público que gestiona todos los centros sanitarios de la región, no deja de descender. En solo dos años, entre 2011 y 2013, perdió casi uno de cada cinco empleados. Pasó de tener 106.565 trabajadores en 2011 a cerrar 2013 con 86.235; es decir, un 19,1% menos de plantilla, según un informe reciente de la Cámara de Cuentas. Conocer el número de camas hospitalarias que se mantienen abiertas, es decir, que tienen personal asignado y se ocupan habitualmente es mucho más complicado. La Consejería de Sanidad aún no ha publicado la memoria de 2013 del Sermas, que detalla el número de camas de cada hospital y el total. El retraso —estos informes venían publicándose en verano— ha provocado las críticas de los partidos de la oposición en la Asamblea de Madrid. UPyD pidió la comparecencia del consejero para que explicara el motivo. Javier Maldonado respondió en diciembre que aún la están elaborando. Este diario preguntó a Sanidad cuándo está previsto publicar el informe, pero no obtuvo respuesta. La consejería tampoco ha proporcionado a la oposición ni a los sindicatos los datos del Sistema de Información de Atención Especializada (SIAE), una estadística muy detallada que permite saber cuántas camas están en funcionamiento real. |
“No tenemos ni camas ni espacio donde colocarlas. En esta zona están los pacientes clasificados como amarillos en la puerta: se supone que su espera máxima es de una hora, y están más de tres. Como no hay camas libres en las habitaciones, los pacientes se acumulan aquí”, relata una enfermera del hospital Ramón y Cajal, un centro que hace algunos años aparecía asiduamente en los medios de comunicación por las imágenes de saturación en urgencias. “La dirección cambió el sistema y ordenó que no se viera una sola cama en un pasillo. Fueron habilitando cubículos, algunos antiguos almacenes, sin ventanas ni baño, y allí metieron las camas”, explica Mar Coloma, enfermera y delegada del sindicato MATS.
«Esta mañana [por ayer] había 58 pacientes esperando para ser ingresados. Se han abierto camas en dos plantas cerradas y se ha habilitado la UVU [Unidad de Vigilancia de Urgencias], donde la Policía trae a los pacientes custodiados, para atender enfermos de urgencias», añade.
En la zona de amarillos, al fondo de un pasillo, dos personas esperan a ser atendidas sentadas en sillas de ruedas. Un hombre, acompañado de su mujer, asegura que lleva cuatro horas en el Ramón y Cajal. “Primero estuvimos en consultas, y ahora llevamos aquí más de una hora y nadie nos dice nada”, dice ella. No caben en una pequeña sala de espera que hay justo al lado. Más allá, en distintas estancias separadas por cortinas que garantizan una cierta intimidad, se cuentan decenas de camas ocupadas. Las urgencias estaban a rebosar cuando EL PAÍS las visitó, ayer a primera hora de la tarde. Sin embargo, a diferencia del 12 de Octubre, ningún paciente encamado permanecía a la vista en zonas de paso.
Madrid aseguró ayer que la gripe ha pasado ya el umbral de actividad epidémica. Sin embargo, la red nacional de vigilancia del Instituto de Salud Carlos III solo habla por ahora de epidemia en Galicia y Asturias. Según el último informe, Asturias cuadruplica la tasa de gripe de Madrid. El pico de incidencia probablemente aún está por llegar, pero las urgencias llevan varias semanas colapsadas. Lo sabe bien Fernando Chaves, que lleva más de un mes con su padre, de 80 años, de hospital en hospital. En ese tiempo le han cambiado de centro cuatro veces. “Los médicos nos decían que estaban saturados y que estaba muy complicado conseguirle una cama”, explica.
|
Su padre fue en primer lugar a las urgencias del Infanta Leonor, en Vallecas, su hospital de referencia. Estuvo tres días allí y no llegó a ingresar en planta. “Nos dijeron que lo que él necesitaba era tranquilidad, estar en una habitación con su familia”. Por eso aceptaron el traslado al Virgen de la Torre, también en Vallecas, donde sí había camas libres. Pero de allí le devolvieron de nuevo al Infanta Leonor. Había empeorado y la médica que le trataba dijo a la familia que, en caso de emergencia, allí no tenía medios para tratarle. “Ni una radiografía podían hacerle, nos dijo”, recuerda Chaves. En las urgencias del Infanta Leonor pasó cinco días, en lo que se llama eufemísticamente “preingreso”, antes de subir a planta.
Para Nochebuena, los médicos dieron el alta al padre de Chaves. Sin embargo, unos días más tarde empeoró y esta vez los hijos decidieron llevarle a las urgencias del Gregorio Marañón, donde pasó una noche en una camilla. “Nos dijeron que allí era prácticamente imposible conseguirle una cama por el colapso y volvieron a mandarle al Infanta Leonor”, relata. A Chaves le impresionó la saturación de todos los servicios de urgencia que ha visitado. “El panorama era horrible. Gente en las sillas de la sala de espera, medio tumbada, con la medicación por vía puesta”, relata.
Julián Ezquerra, secretario general del sindicato médico Amyts, asegura que todas las urgencias están “desbordadas”. “Contratan enfermería y abren camas, pero los médicos son los mismos y sufren gran sobrecarga. La mala planificación y unas plantillas mal dimensionadas no pueden hacer frente a estos picos de urgencias”, añade. Coincide con él Rosa Cuadrado, de CC OO. “Hay colapso porque no hay previsión. En verano cierran camas y reducen personal porque prevén menos actividad. La gripe siempre llega en el mismo momento del año. ¿Por qué en este caso no se planifica abrir camas y contratar más personal?”, se pregunta. Y asegura que en realidad no hay nuevas contrataciones, sino que únicamente se están cubriendo las bajas.