El ébola es brillante.
Es un virus superior que ha evolucionado y mejorado su mecanismo de transmisión hasta ser casi perfecto. Éste es el motivo por el que estamos aterrorizados. Sabemos que no podemos destruirlo. Lo único que podemos hacer es intentar desviarlo, dejarlo atrás.
Llevo trabajando unos años en la sanidad. Una de las primeras cosas que hice fue recibir entrenamiento para obtener la certificación de la FEMA (Federal Emergency Management Agency) para el equipamiento hazmat en hospitales. Mi empeño por conseguirlo se debía a que en el Estado de Maine, de donde procedo, los desastres naturales son algo normal. Aunque no lo sepáis, también es un Estado con muchos puertos principales de entrada de barcos con líquidos tóxicos para el transporte interior. En el fondo, sabía que cualquier hospital del mundo podía verse inmerso en el epicentro de una zona de peligro. Eso fue hace unos años. Ahora pienso que quizás me toque utilizar este entrenamiento. Pero soy consciente de haberlo recibido. Porque no se puede esperar que alguien (ni enfermeros, ni médicos, ni personal sanitario, ni un lego en la materia) entienda unos procedimientos de ese calibre mediante un panfleto o un vídeo de 10 minutos. No sólo requiere un gran rigor mental, sino que además es físicamente agotador.
El equipo de protección personal (PPE) es una expresión generalizada para nombrar los trajes, botas, guantes y mascarillas que llevan los individuos que van a entrar en una zona de peligro. Es increíblemente difícil moverse con estos trajes. Llevamos varias capas de guantes, que prácticamente eliminan nuestra destreza, y gorros que limitan el campo de visión. Los trajes producen un calor casi insoportable. El respirador artificial proporciona aire limpio, pero no aire fresco. Estos trajes están hechos para la protección, no para la comodidad. Antes de ponértelo, te tienen que medir las constantes vitales. No puedes actuar con el traje durante más de media hora (si es que aguantas media hora con él). Los golpes de calor son muy frecuentes llegados a cierto punto. Tienes que estar completamente hidratado y tranquilo antes de ponértelo. Cuando salgas de él, tienen que volver a tomarte las constantes, y seguro que habrás notado el impacto. Aunque sólo hayas dado unos pasos con el traje, sentirás haber corrido una maratón en un día caluroso de verano.
Ponerse el traje no es tan difícil, pero requiere trabajo en equipo. Los guantes -con todas sus capas- van pegados al traje. Esto aporta mayor protección, pero también limita el movimiento. Todo va adherido de una forma muy específica, con el fin de que no se formen huecos ni bolsas. Si no se hace correctamente, se abrirán demasiados espacios por donde se podrá filtrar la contaminación.
Si llevas un respirador artificial, hay que probarlo antes de usarlo para asegurarse de que está en buenas condiciones, de que el filtro se ha cambiado recientemente y que funciona bien. El ébola no se contagia a través del aire. No es como la gripe, que se transmite con las partículas de los estornudos o la tos. En cambio, el ébola vive en los vómitos, las heces y la saliva. Las partículas del vómito pueden pasar al aire en el momento en que el paciente vomita. Por esta razón, las enfermeras de Dallaspudieron haberse infectado si estaban en la sala cuando el primer paciente, Thomas Duncan, vomitó. Sobre todo, si no utilizaron el PPE correctamente.
También hay que tener en cuenta que el procedimiento para quitarse el PPE es la parte más crítica. Es ahí cuando se cometen la mayoría de los errores, y creo que fue ésto lo que ocurrió en Dallas.
Si el PPE se lleva correctamente, cumple a la perfección su misión de proteger a quien lo utiliza. Pero al final siempre hay que quitárselo. Antes de empezar, hay que descontaminar el exterior del PPE. Eso es lo primero. Se suele hacer en el campo con mangueras, o duchas o tiendas móviles. Cuando ya se ha realizado este primer paso crucial, hay que quitarse el PPE por parejas. No es seguro quitárselo solo. Uno de los motivos por el que se utilizan varios pares de guantes es para tener guantes esterilizados por debajo de los externos, que te ayudarás a salir del traje. Todo este procedimiento se enseña en los cursos de la FEMA, donde se llevan a cabo prácticas rutinarias con un compañero una y otra vez, hasta estar preparados. Quitas el adhesivo y lo tiras lejos. Sales de las botas, con cuidado para que el cuerpo no toque el exterior. Tu compañero te ayuda a salir del traje, de nuevo, sin tocar la parte externa. Es difícil; no se puede hacer con prisa. Hay que descontaminar los respiradores, cambiarles la batería y los filtros. Los gorros, una vez descontaminados, tienen que almacenarse correctamente. Si los trajes son desechables, también tienen que ser desechados de forma adecuada. Si no, tienen que descontaminarse a conciencia y ser almacenados con seguridad. Siempre hay que comprobar que no tengan ningún roto, brecha, agujero, ni ningún tipo de abertura, por pequeña o invisible que sea, pues haría al traje vulnerable.
¿Alguien me puede decir si en Dallas se hizo todo esto?
En mi hospital, al menos una vez al año llevamos a cabo un simulacro. Somos un hospital pequeño y, por tanto, un pequeño equipo de emergencias. Pero nos preocupamos por revisar nuestros protocolos y entrenar al personal con prácticas reales. Esta semana me he dado cuenta de que esto nos convierte en uno de los hospitales más destacados de Estados Unidos. Todos los hospitales deberían hacer simulacros y entrenamientos cada año. Cuando las enfermeras de Dallas informaron de que no había ningún protocolo en su hospital, se me partió el alma. Su sistema sanitario les falló. En Estados Unidos siempre hablamos de que el sistema decepciona a los pacientes, pero lo cierto es que también ha fallado a sus empleados. No sólo a los médicos y a los enfermeros, sino a todo el personal sanitario implicado. La presencia del ébola en territorio estadounidense ha sacado a la luz los puntos débiles de la sanidad, no reconocidos por la fiscalía. Hemos gastado billones de dólares en la sanidad de este país y, sin embargo, la distribución de estos fondos es enormemente desproporcionada con relación al gasto e inversión de otros países en su sistema sanitario. No nos hemos centrado en la salud de los ciudadanos. Y ahora que el ébola amenaza a nuestra población, la verdad se ha desvelado.
La verdad, en términos de virología, es que el ébola no debería ser una amenaza para los estadounidenses. Tenemos agua corriente. Tenemos información. Contamos con los medios necesarios para aprender, para llevar a cabo correctamente los procedimientos de lavado de manos. Podemos protegernos con trajes hazmat. Los expertos del CDC se desplazaron a Dallas casi inmediatamente para trabajar desde primera línea por identificar a las personas en riesgo que pudieron haber estado expuestas. Contamos con la tecnología necesaria y tenemos el dinero suficiente para mantener el ébola a raya. Lo que no tenemos es comunicación.
Lo que no tenemos es una sanidad que valore el cuidado preventivo. Lo que no tenemos es un plano igualitario entre enfermeros, médicos, el resto de personal sanitario y los pacientes. Lo que no tenemos es una cultura sanitaria en la que se trabaja de forma simbiótica los unos con los otros, y junto con la tecnología que ha sido creada específicamente para tender puentes de comunicación. El sistema ha fracasado de muchas formas diferentes. Lo que no poseemos es una cultura social de la transparencia; lo que no tenemos es un parche contra la histeria y la hipocondría en alza; lo que no tenemos es un exceso de individuos con conocimientos en sanidad. Ni siquiera los profesionales conocen la sanidad. La mayoría de los médicos son especialistas y sólo dominan su ámbito de especialidad. Hazle a tu ortopedista una pregunta sobre tu salud en general… y a ver si puede contestar tranquilamente.
En el sistema sanitario, cada uno va por su lado… No somos capaces de aislar bien a los pacientes, pero nosotros mismos sí sabemos estar aislados.
Ahora que comienza la época de las gripes, en un período del año en el que son comunes enfermedades como catarros, resfriados y malestar general, los estadounidenses nos exponemos de lleno a otro tipo de dolencia: la cruda realidad de la disfunción de nuestro sistema sanitario. Y el pronóstico no pinta nada bien.
Nota: Quiero aclarar, en respuesta a algunos comentarios, que he seguido el nivel 3 de entrenamiento de la FEMA para trajes hazmat en un hospital. Soy estudiante, guía sanitaria y escritora, pero no soy enfermera.