MADRID// “¿Has oído hablar del Informe Abril?”, pregunta Mónica Lanza, enfermera del área de Ginecología y Obstetricia del Hospital Clínico de Madrid. Se refiere al informe redactado en 1991 por la Comisión de Análisis y Evaluación del Sistema Nacional de Salud, presidida por Fernando Abril Martorell. Estaba previsto que se debatiera en el Congreso, pero su publicación antes de que esto sucedierasuscitó tal rechazo, tanto por parte de los profesionales sanitarios como por los usuarios del Sistema Nacional de Salud, que finalmente no se llegó a hacer. “Parece que han vuelto a sacarlo del cajón porque mucho de lo que está sucediendo ahora con la Sanidad Pública, como mínimo, ya se sugería en aquel entonces”, explica Lanza.
Entre otras medidas, las recomendaciones que incluía el Informe Abril se orientaban a potenciar la participación de la empresa privada en el sistema público, delegar el control de las bajas por enfermedad a las mutuas patronales, hacer partícipe al personal sanitario de “los ahorros que se produzcan” mediante incentivos, concertar derivaciones con clínicas privadas en el caso de que hubiera una abultada lista de espera quirúrgica o emitir facturas “tanto para recuperar ingresos, que actualmente se están perdiendo, como para trasladar a los usuarios una información real de su consumo de recursos”. Pero también dividir el hospital en unidades de gestión autónomas, hacer partícipes a los usuarios “aunque minoritariamente” en el pago de los servicios con unas cantidades que “serían, en principio, casi simbólicas y dirigidas principalmente a aumentar la percepción de los costes y crear el sistema de facturación” o distinguir entre “prestación básica” y prestación complementaria para poder introducir, en estas últimas, “una cofinanciación del usuario”.
Algunas de estas reformas se han ido incluyendo paulatinamente en las diferentes modificaciones legislativas que se han hecho en el Sistema Nacional de Salud. Desde el dictamen para la modernización del SNS, elaborado en 1997 o la Ley 16/2003, de 28 de mayo, de cohesión y calidad del Sistema Nacional de Salud, ambos textos elaborados por el Gobierno de Aznar, hasta el Real Decreto-Ley 16/2012, que supuso la exclusión de miles de personas del derecho a recibir atención sanitaria y el repago de medicamentos y de ciertas prestaciones sanitarias.
Hospital Clínico, el hospital fantasma
Todas estas medidas, que abordan aspectos comunes para todo el sistema público sanitario, han ido acompañadas de otras más concretas que tienen que ver con el día a día de cada centro hospitalario.Las más habituales son la reducción de camas y del personal sanitario. Esta situación, aunque suele darse durante todo el año, se vuelve mucho más evidente durante el período estival. Tal y como denuncia en su página web el Sindicato de Enfermería, este verano ya se han cerrado alrededor de 15.000 camas en todo el país, algo que en algunas CC.AA. comenzó a realizarse en el mes de junio y está previsto que se alargue hasta el mes de noviembre. Según denuncian, entre otras graves consecuencias, esta situación está provocando “el aumento de las listas de espera, tanto médicas como quirúrgicas (lo que favorece la derivación a los centros privados), altas de forma precipitada y el amontonamiento de pacientes en las Urgencias de los hospitales que obliga a los profesionales sanitarios, en muchas ocasiones, a atenderlos en los pasillos”.
En el caso del Hospital Clínico, según constató La Marea en la visita que realizó al centro el pasado 29 de julio, ya se han cerrado cerca de 110 camas y la tercera planta, de la que habían inutilizado la mitad, estaba en proceso de traslado de pacientes para proceder a su clausura temporal. En la sección de Ginecología y Obstetricia, donde trabaja Mónica Lanza, el número de camas disponibles ha pasado de 118 a 45, “en parte porque desde la reforma que se hizo en 2009 las habitaciones son individuales”. Sin embargo, este verano Ginecología va a estar, al menos hasta el 15 de septiembre, sin ninguna cama funcionando. “Hay dos que dicen que si hace falta se pueden usar para ginecología o para obstetricia”, cuenta Lanza. “Con el pico de natalidad que suele haber a finales de julio siempre, se están usando para partos hasta las camas de embarazadas porque no hay dónde ponerlas”.
Nada más dar a luz, las mujeres suelen estar dos horas en lo que se denomina “puerperio inmediato”. Una vez pasado este tiempo, si todo va bien, las trasladan a su planta. Sin embargo, Lanza relata que “este fin de semana han llegado a permanecer ahí hasta siete horas. Hubo un día en el que los ginecólogos que estaban de guardia elaboraron una queja por escrito y se la dieron al Jefe de Servicio porque no había sitio”. Tal y como explica, “a una mamá con el bebé no la puedes mandar a ninguna otra planta si no tienes espacio como sí se hace con las pacientes de obstetricia. Primero por el bebé, pero también porque si hay algún problema, si una recién parida comienza a sangrar, tiene que estar cerca del paritorio y del quirófano porque se te puede desangrar por el camino”.
Donde más se está notando el paulatino recorte de personal que están viviendo en el Clínico es la sección de hospitalizaciones. “Hace años teníamos un celador en cada planta”, recuerda. Los celadores son aquellos profesionales que se encargan de trasladar a los pacientes al quirófano, a realizarse determinadas pruebas médicas o a ayudar al personal de enfermería a mover a los pacientes en las camas si son personas mayores o recién operadas. “Hay muchas plantas donde ya no hay un celador propio”, explica. “En el control de celadores tienen un retén al que llamas y pides que vaya uno para algo determinado. Te apuntan en la lista de espera y cuando te toca, sube el celador a hacer lo que corresponda. Eso puede llevar cinco minutos, porque no hay nadie delante, o una hora porque había 10 peticiones anteriores”.
Otro de los servicios donde se ha notado un descenso considerable de calidad ha sido la lavandería, especialmente desde que Fundosa Lavanderías Industriales (Flisa) y Lavandería Industrial Laundry Center gestionan este servicio en los 19 hospitales de la Comunidad de Madrid. “Primero, recibimos menos material”, enumera Lanza. “Normalmente andamos justitos, pero ha habido algunos fines de semana, que es cuando se nota más, que a las 12 de la mañana llamas para pedir ropa para hacer camas o cambiar a los enfermos y te dicen que no ha llegado el camión y, hasta que no llegue, no hay nada que hacer”.
En otras ocasiones el material que llega está sucio y roto. “Hace como un mes -recuerda- llegaron las camisetas de los bebés y según las ibas sacando de la bolsa las ibas desechando. Estaban llenas de manchas, con agujeros…” Finalmente queda el tema del material húmedo. “Varios compañeros del hospital nos han contado que mandan las sábanas húmedas”. La ropa que se envía a la lavandería se mete en sacos que se pesan. “Por ejemplo, sale que el Clínico ha mandado 2.000 kilos de ropa por lo que nos tienen que devolver otros 2.000 limpios. Pero si metes las sábanas húmedas pesan más, y, tal y como han denunciado algunos compañeros, eso es lo que hacen para tener que devolvernos menos ropa de la que hemos mandado”, cuenta.
Al final del recorrido por el hospital, Mónica Lanza recuerda el intenso año que vivieron los profesionales sanitarios durante 2013. “Había una manifestación cada dos o tres días y, cuando no salíamos a la calle, estábamos reunidos preparando estrategias para combatir la privatización”, explica. “Ahora estamos un poco más parados, pero creo que es porque terminamos agotados. Yo no sé cómo lo hacen los de la Marea Verde, que ya tienen preparadas movilizaciones y huelgas para el curso que viene. Ahora que la carga de trabajo ha aumentado mucho, tendremos que sacar tiempo y energía de donde podamos, pero me parece que el nuevo plan del Gobierno de Madrid es ganarnos por extenuación”, bromea.