- Una decena de pacientes se atrincheran en Bellvitge para evitar la clausura de plantas
- El hospital acusa a los sindicatos de crear un “conflicto artificial”
JESSICA MOUZO QUINTÁNS Barcelona
El conflicto por el cierre de camas en verano se enquista en el hospital de Bellvitge. Después de casi un mes de movilizaciones de usuarios y trabajadores contra los recortes en sanidad y el cierre estructural de plantas, los pacientes han tomado las riendas de la protesta y ya suman una decena los enfermos que se han atrincherado en sus habitaciones para evitar que se cierre la planta en la que están ingresados.
El ejemplo de Dani Sierra, el joven de 18 años que se ha negado a abandonar el servicio de traumatología del piso 10 y permanece solo en la planta como medida de resistencia, tal y como avanzó EL PAÍS, ha surtido efecto entre varios enfermos de otras áreas del centro. Pacientes del servicio de cirugía cardíaca en la planta 3, de la unidad de cirugía vascular del piso 9 y del área de cirugía digestiva de la planta 6 se han unido a la rebelión que inició el joven hace unos días. “Yo estoy enfermo, no estoy para que me muevan a ningún lado y menos para cerrar la planta. Yo no me muevo”, sentenció ayer Raúl Vega, desde la habitación 628 de la planta 6, que tiene previsto cerrar el servicio de digestivo el próximo fin de semana.
Según la planificación del verano, el hospital preveía cerrar hasta 200 camas en el mes de agosto. Sin embargo, la presión de pacientes, trabajadores y vecinos de L’Hospitalet de Llobregat, ha obligado a modificar las previsiones del centro: la dirección de Bellvitge ha confirmado que tres plantas que ya deberían estar clausuradas, todavía permanecen abiertas.
Victoriano Cano, de 74 años, se recupera de su tercera intervención de intestino en tres meses. “Yo estoy dispuesto a decir que no me voy. Si siempre decimos que sí a todo, como borreguitos, esto sería un desastre”, explica el hombre. Tanto Victoriano como Raul lamentan que haya camas vacías teniendo a pacientes esperando en urgencias por una cama en planta. “Cada vez hay menos camas y más pacientes que atender. El otro día estuve ocho horas en un pasillo en urgencias y esto no puede ser, la gente no puede esperar tanto”, apostilla Raúl, que se ha quedado ingresado por una colitis ulcerosa. La semana pasada, Bellvitge vivió varios días de colapso en urgencias, acumulando hasta una treintena de personas en los boxes esperando a ser ingresados en una cama en planta.
Los enfermos también han denunciado “presiones” por parte de algunos profesionales para que abandonen sus habitaciones. Primero, hace dos semanas, la madre de un paciente de la planta 12, puso una reclamación porque un médico había amenazado a su hijo con “no pasar a visitarlo” si se quedaba en la planta. El pasado viernes, Dani Sierra fue el siguiente en denunciar “coacciones” por parte de algunas supervisoras de enfermería que, según relató el joven, lo amenazaron con dejarle “sin comida y sin atención médica” si no aceptaba el traslado a otra planta. Por su parte, el hospital, ha negado “categóricamente” cualquier tipo de presión y ha asegurado que “se respetará la decisión de los pacientes y no se dejará de atender a ningún enfermo”, aunque se nieguen al traslado.
El director gerente del hospital, Alfredo García, señaló a los sindicatos como agitadores de la revuelta y los acusó de haber creado “un conflicto bastante artificial” con el cierre de camas, ya que es una “situación habitual” de todos los veranos. “Creo que se ha utilizado a los enfermos de manera poco correcta por parte de los sindicatos. Han secuestrado las emociones de los pacientes”, manifestó ayer García.
“A mí nadie me ha comido el coco. Yo no pertenezco a ningún sindicato ni a ninguna organización, pero no soy tonto, leo el periódico y me entero de lo que pasa”, protestaba ayer Raúl Vega. Los dos atrincherados de la habitación 628 han asegurado que cuentan con el apoyo de sus familiares y amigos en su decisión de mostrar resistencia pacífica al cierre de camas: “Es algo lógico. Quieren dejar Bellvitge vacío”, apostilla Victoriano.
Con todo, el director gerente de Bellvitge aseguró que, a pesar de todo, la planificación de verano prevista “sigue adelante” e insistió en que se trata de un calendario flexible. “Por la presión de urgencias, hemos abierto la planta 11, para descongestionar los servicios”, aseguró García.
Desde su cama de la habitación 628, Raúl Vega entona el mea culpa. “No sé cómo hemos llegado a esto, pero sí es cierto que hemos dejado muy sola a la gente de la sanidad”, reconoce. El paciente recuerda cuando los trabajadores de Bellvitge cortaban la Gran Vía, una de las arterias que comunica la entrada de Barcelona, todas las semanas para protestar contra los recortes. “Pensabas que eran porque reclamaban mejoras salariales y no te metías. Los hemos dejado solos cuando estaban pidiendo algo que es para todos”, asegura.
Aparte de sindicatos y pacientes, los vecinos de L’Hospitalet son la tercera arista del triángulo de rebelión que envuelve Bellvitge. Organizados vía whatsapp y twitter, se turnan para dar apoyo a los enfermos atrincherados e informar a los pacientes de sus derechos a no cambiarse de habitación o a cubrir hojas de reclamaciones.
Así se enteró Dolores Sausí, de 65 años, de que el traslado de habitación del que le habían informado era para cerrar la planta 3, en la que está ingresada tras una operación de válvula aórtica. “Al principio dije que sí, porque no sabía por qué me querían cambiar a la planta de arriba. Pero cuando los vecinos me dijeron que era para cerrar la planta, me negué”, asegura la mujer. Convencida y combativa, concluye: “Yo también soy una resistente. Voy a aguantar aquí hasta que me den el alta”.