La dirección rechaza que la falta de camas cause el problema | Los profesionales piden más contratos y la gerencia, cambios de horario | A pesar de las obras y las mejoras, los pasillos vuelven a estar llenos | Cada jornada quedan pacientes que llevan cuatro y cinco días pendientes de ingreso
Sanidad | 27/06/2014 – 02:00h | Última actualización: 27/06/2014 – 21:20h
Los médicos de urgencias de Vall d’Hebron denuncian un empeoramiento de la calidad asistencial de la atención en las urgencias de este gran hospital en una carta a los responsables del departamento de Salut, al Institut Català de la Salut y a su propio centro. «Hemos llegado a tener pacientes durante cinco días pendientes de ingreso», reconoce el jefe de urgencias, Xavier Jiménez. Ese atasco satura el espacio -mejorado al final del año pasado- y limita la capacidad de actuación de los profesionales. Tienen miedo.
Las urgencias del hospital general de Vall d’Hebron atienden cada día a entre 250 y 300 pacientes, según sea verano o invierno. Aunque sorprendentemente, este mes de junio la estadística se ha parecido más al invierno (270 de promedio). De ellos, alrededor de 40 suelen quedarse ingresados. «Pero la disponibilidad de camas actual del hospital deja cada día un promedio de tres de esos pacientes sin cama. Cada día, otros tres. Ayer, tras un puente de bajón de pacientes, amanecimos con 55 pendientes de ingreso y de ellos cuatro estaban desde el día 23 y trece desde el 24. Hemos llegado a tener 120 personas esperando cama», explica el doctor Jiménez.
Para la dirección del Vall d’Hebron el problema es más complejo que si hay o no camas donde ingresar a los pacientes y les parece una interpretación reduccionista de la situación. El año pasado, el hospital llevó a cabo un plan de mejora de la atención de urgencias desde distintos flancos. Duplicaron el número de cubículos para observación y los dotaron de baño, cama (no camilla) y espacio y asiento para acompañante. Fue una mejora notable para quienes no salen de urgencias durante muchas horas, unos a la espera de que su situación se estabilice y puedan irse a casa, otros hasta que haya sitio en el hospital, en el Pere Virgili o en Sant Rafael, los centros que se ocupan de pacientes menos complejos de Vall d’Hebron y que este año ampliaron su oferta de camas disponibles. La inversión pretendía reducir el volumen de pacientes en pasillos. «Pero sorprendentemente, han vuelto a llenarse», reconoce el gerente, José Jerónimo Navas.
También modificaron el sistema de clasificación y recepción de los pacientes para que nadie esperara más de 15 minutos sin que una enfermera especializada evaluara su caso. «Y se ha llevado a cabo con éxito», asegura Navas.De ese modo, la mayoría pasa a algún sitio según su gravedad en ese plazo y no sigue en la sala de espera. Otra mejora fue contar con medios de diagnóstico sin demora: hay un TAC dedicado a urgencias, y la analítica, con prioridad para que se den los resultados en una hora.
Pero los pacientes se quedan allí un día y otro. A veces en las camas de observación, a veces en las camillas de pasillo a la espera de que desalojen alguna de las primeras. «Y la situación empeorará en cuanto empiece el cierre de verano», auguran los médicos de urgencias. Esa medida que se toma cada verano sirve para adaptarse a una demanda de actividad menguante y a unos presupuestos menguados que no admiten contratar sustitutos. Pero además, este año todos los hospitales han preparado planes especiales para reducir listas de espera. «Así que la pérdida de camas será más grave, porque habrá más pacientes operados que otros veranos».
El mal de las urgencias suele ser general, en todos los hospitales los pacientes sufren esos atascos, aunque las quejas han disminuido. «Pero en otros hospitales no tienen el volumen de pacientes pendientes que nosotros y han logrado mejorar los ingresos desde urgencias», explica el responsable de las de Vall d’Hebron.
El plan del año pasado incluyó que médicos de este servicio se formaran en un centro del Reino Unido en sistemas de alta resolución que permiten una atención completa en un plazo de cuatro horas. Para que ese circuito de resolución funcionara, «hacía falta que la salida de los pacientes ya tratados fuera ágil, y no ha sido así. Tenemos los pasillos llenos de pacientes ya evaluados y tratados en urgencias esperando el traslado. Y hay que seguir cuidando de ellos, lo que disminuye la capacidad del equipo para atender a los nuevos. La gente está absolutamente desbordada. Al límite», describe Xavier Jiménez. «Estamos haciendo una medicina de guerra y no es de recibo, menos en un Vall d’Hebron. No podemos tener cinco días a un paciente en urgencias».
Y desde primero de junio cuentan con dos médicos menos. Y desde primeros de julio, 28 camas menos y a primeros de agosto serán 88. «El problema de urgencias no se soluciona con más camas y más médicos en una situación como la que vivimos. Es más complejo y hay que encajar más piezas para intentar mejorar, entre ellas, que más médicos sénior acepten trabajar en equipos de tarde, porque la necesidad de resolución rápida es semejante por la tarde que por la mañana y en cambio ahora hay muchos por la mañana, entre 12 y 14 adjuntos, y apenas 4 o 5 por la tarde», apunta el doctor Navas.
La organización de las urgencias es un encaje de bolillos con estadísticas más o menos constantes pero jornadas totalmente cambiantes. El lunes suele ser un día duro, pero el de esta semana, el servicio estuvo casi vacío.
Los médicos se quejan de que trabajan al límite y eso es agotador y arriesgado. Si lo óptimo es que en urgencias cada uno vea 4 o 5 casos graves al día, están viendo el doble. El 15% necesitará hospitalización y se quedan en urgencias a la espera. Los más graves van a box. Los otros van quedando junto a la columna.