Pobreza y precariedad

¿Precarios todos? Los hijos de la clase obrera tienen su propio techo de cristal

Crecimos con la espejismo de la igualdad de oportunidades, pero los hijos de la clase obrera seguimos enfrentando discriminación de clase

Anna Pacheco

A los cinco años yo estaba fascinada con el piso de mi amiga Raquel, en Trinitat Vella. Era un bloque de ladrillos de tres plantas formado por dos largos pasillos. Cada pasillo lo habitaban un montón de puertas y ventanas. Ningún vecino tenía balcón propio, a cambio a mí me parecía que tenían un balcón muy grande que todos compartían. La gente tendía la ropa, transitaba por esos corredores con vistas a un parque, de fondo la cárcel, de vez en cuando se escuchaba el grito de una madre con la cena preparada como en los libros de Manolito Gafotas. ¡Susana, las salchichas! Todo eso lo conecté después. Me parecía una suerte que picar a la niña vecina fuera tan fácil.

Años más tarde supe que a esos bloques los llamaban casas baratas, los pisos del patronato.

La conciencia de vivir y ser de barrio se despertó con los años, de forma orgánica e instintiva porque siempre estuvo ahí. Frente a la precariedad de muchos de nuestros padres, las hijas de clase obrera nacidas a finales de los 70, 80 y 90 crecimos con el espejismo de la igualdad de oportunidades. La hija del currela emigrado andaluz podía ir a la Universidad, aunque su padre supiera escribir a duras penas y su madre no hubiera acabado la primaria.

“Nacimos con la idea de que si nos esforzábamos lo suficiente podríamos desarrollar profesionalmente nuestra carrera. Pero la realidad es que los hijos de la clase obrera íbamos a tener una serie de limitaciones de partida y no solo a causa de la crisis, que ha golpeado especialmente a las capas trabajadoras”, explica la politóloga Arantxa Tirado, co-autora junto Ricardo Romero (Nega, Los Chikos del Maíz) de La clase obrera no va al paraíso. Este ensayo reivindica la importancia política de una clase que se ha visto forzada a la invisibilización.

Durante años el discurso hegemónico se ha esmerado en hablar del “fin de las clases”. Nos han aglutinado a todas en una imprecisa clase media para hacernos sentir mejor. Hablan del precariado como si todos los jóvenes pertenecieramos indistintamente a él. Los trabajos se han precarizado, pero no todos somos igual de precarios. No es lo mismo trabajar en un curro de mierda porque no te queda otra a trabajar en un curro de mierda mientras aprendes alemán y haces un máster en Berlín. No es lo mismo cobrar 900 euros, pero tener un colchón familiar y un piso de propiedad, a no tener nada de eso. Owen Jones lo explica muy bien en Chavs: la destrucción de la idea de clase obrera anula el debate y aniquilia la posibilidad progreso.

La realidad nos conduce inevitablemente al desencanto. La realidad es que la Unión Europea sitúa a España a la cabeza en desigualdad por renta en la UE. España es uno de los países con mayor tasa de fracaso escolar y el dato está estrechamente vinculado a su situación socioeconómica. El último estudio de PISA revela que más del 50% de los jóvenes de contextos con rentas bajas repiten a los 15 años, mientras en entornos acomodados esta cifra no alcanza ni el 10%. Otro estudio revela que los barrios ricos de Barcelona, por ejemplo, tienen una esperanza de vida once años mayor que la de los pobres. Estudiamos menos, tenemos vidas más cortas.

“¿Qué pasa? Yo no creo que los hijos de los obreros seamos menos listos, pienso que hay unas estructuras que simplemente impiden que lleguemos a ciertas capas. La discriminación de clase ya empieza en la escuela, por ejemplo. No es lo mismo estudiar en un colegio público de la Bonanova que en Ciutat Meridiana o en el Carmelo”, explica Tirado.

De renegar del barrio a amarlo

“Cuando era adolescente no decía que era de La Trinidad pues el barrio tenía muy mala fama. Decía que era de Sant Andreu que es el distrito al que pertenecía La Trinidad. Ahora no me da ningún reparo reconocerlo”, explica el DJ Carlos Bayona, hermano gemelo del director de cine Juan Antonio Bayona. Hijo de padre pintor y madre conserje, Bayona recuerda su barrio, “la Trini”, como el barrio que le inculcó los valores de esfuerzo y comunidad. También el que le mostró todo aquello con lo que no quería tener nada que ver: yonkis, drogas, dejadez. Bayona también es consciente de que fue gracias al capital cultural de su padre —un gran aficionado al cine y a la música— que tanto su hermano como él descubrieron, cultivaron y potenciaron sus intereses. En otros entornos obreros donde el capital cultural es inexistente, la desventaja se multiplica.

El periodista y documentalista Antonio Maestre resumía en su columna Amor de clase ese relación amor-odio entre el sujeto y el barrio. El caso de Maestre es distinto: hijo de carnicero y trabajadora del hogar. En su casa no había libros. “Dejé de exigir a mis padres lo que no podían dar. A valorar todo lo que me habían dado con un esfuerzo sobrehumano, esfuerzo obrero. Aquel barrio que odiaba era el que me conformaba. Y comencé a amarlo”, relataba Maestre en su columna. El periodista también es el impulsor de un proyecto que próximamente verá la luz: Apuntes de Clase, un suplemento del digital La Marea sobre cultura y análisis político para la clase trabajadora y que pone en relieve la necesidad de que los medios hablen, no solo sobre, sino para la clase trabajadora, que es la mayoría.

Pero nadie reniega del barrio porque quiere o porque no le gusta. “La misma élite privilegiada, quienes estigmatizan tu barrio, son los mismos que te hacen sentir que es algo de lo que avergonzarse”, explica Tirado. Lo hacen con una mueca de disgusto, más o menos sutil. O extrañándose directamete sin disimular demasiado. Patricia Castro, una joven de 24 años, también evitaba decir de adolescente que era de Badalona. “He tenido que soportar muchos comentarios sobre si los de Badalona somos canis o chonis o como si eso fuese algo malo en sí”. Los microclasismos instalados perpetúan una discriminación de clase que se va haciendo más grande a medida que entras en contacto con gente de otras clases sociales, ya sea en el trabajo, en otros entornos o en la Universidad. Es decir, cuando sales del barrio.

Susana Heredia, gitana de 26 años criada en La Mina, un barrio marginalizado durante años de Besós, agrega: “Te das cuenta que eres diferente cuando tus compañeros, del colegio del barrio de al lado, no quieren venir a hacer los trabajos a tu casa”. En el barrio de Heredia, en la época en la que estudiaba, no había ni una sola copisteria. Heredia se convirtió en la primera mujer gitana en acceder a ESADE, una de las escuelas de Derecho más prestigiosas de España. También una de las más caras. Cursó un Máster ahí con ayuda de becas y el esfuerzo de sus padres. Los que consiguen sortear muchos de los obstáculos y acceder a la Universidad son los que menos.

Maestre explica que cuando empezó a trabajar en una productora de cine de Prisa como becario le trataban “un poco como un tonto”. Sus compañeros, todos ellos de familias pudientes de la izquierda intelectual de este país, se dirigían con cierto desprecio e incluso hablaban en inglés asumiendo que él no lo entendería. Pero sí que lo entendía. “Paradójicamente, mi jefe, que era un señor muy de derechas, me trataba con mucho más respeto porque sabía que venía de hacer trabajos manuales y buscaba una persona muy currante para el puesto que yo desempeñaba en ese momento, de mozo de almacén”.

Maestre recalca la importancia de hablar de discriminación de clase y de microclasismos, del mismo modo que se habla de discriminación de género o de raza. “Existe un techo de cristal para los hijos de la clase trabajadora. Es importante detectarlo y reconocerlo, sino no podremos trabajar para que se rompa”.

“En una entrevista de trabajo para un importante despacho de abogados me preguntaron por el origen de mis apellidos”, explica una licenciada en Derecho barcelonesa de 28 años que prefiere no revelar su identidad. Tu pedigrí bajo sospecha. Preguntar el origen de tus apellidos equivale implícitamente a preguntar el origen de tus padres. Es tan grave como preguntar a una mujer en una entrevista de trabajo si piensa quedarse embarazada. Discriminación de clase. Esto explica porque los ricos siguen quedándose con los trabajos que exigen talento, algo que resume este artículo de El Confidencial. La élite retroalimenta a la élite, especialmente en muchos sectores profesionales como el del ámbito del derecho o el de la banca. No sorprenden, por lo tanto, filtrajes como los de Deloitte con un excel completo de candidatos “enchufados”. O estudios, como el de Movilidad Social del Reino Unido, que demuestran que para acceder a un trabajo en la City de Londres se tienen en cuenta aspectos tan importantes como el color de tus zapatos. Las clases bajas, al parecer, no saben que con zapatos marrones difícilmente conseguirán un trabajo. El ascensor social escacharrado.

El techo de cristal se percibe también en cifras: cifras de abandono escolar en clases trabajadoras, por ejemplo, o porcentajes de hijos de obrero en la universidad. En el curso de 2012-2013, por ejemplo, los hijos de obreros no cualificados (es decir, de trabajos manuales) no representaban ni el 10% de los estudiantes españoles, según cifras del Ministerio de Educación (informe titulado Datos y cifras del sistema universitario Español). De repente, tu presencia en algunas capas empieza a ser algo excepcional. La Universidad española, pese a ser pública, es tremendamente elitista. El 74% de los estudiantes universitarios españoles son hijos de profesionales de nivel medio-alto, según la encuesta internacional Eurostudent IV. Ya no es solo culpa de las altas tasas de matrícula, que también, sino que todo un sistema por debajo se ha encargado de hacer una criba sin piedad. Solo llegan unos pocos: quienes se esfuerzan el triple, quienes son especialmente talentosos o quienes tienen un capital cultural que les viene de serie. Y otros factores influyen, claro, como el azar o la casualidad.

A veces el clasismo viene de la misma clase, reconoce Alba (Bittah), catalana hija de andaluces del barrio del Coll. Junto con Turo, conforman el grupo de rap Ascensa Furore. A través de sus letras también reivindican la conciencia de clase. “Yo, de más joven, he podido tener actitudes clasistas con gente de mi misma extracción, por ejemplo, al criticar a los canis de mi barrio. Obviamente es diferente la crítica que se pueda hacer desde arriba, desde el privilegio”.

Política para las clases populares

“En los partidos políticos de nuevo cuño casi todos los militantes son personas con capital cultural muy rico, ideologizadas, familias con una especie de pedigrí cultural, a quienes les cuesta acercarse y comprender la realidad de esa misma clase que defienden”, critica Maestre. Una denuncia de la que también se hace eco el libro de Tirado y el Nega. La política necesita reformularse y sobre todo la política de izquierda.

Tirado cree que partidos como Podemos o PSOE, de bases obreras, acaban imponiendo para puestos intermedios o de representación a hijos de profesionales liberales o hijos de diputados. “Esos son los que hacen carrera el partido. Se va imponiendo un perfil de gente que quizás te teoriza muy bien todo porque ha tenido una estantería llena de libros, pero que tiene cero conexión o empatía con las clases populares”.

“Creo que también tendemos a una excesiva intelectualización de los trabajos. Por ejemplo, damos por sentado que un trabajo intelectual debe ser mejor remunerado que un trabajo manual. Creo que incluso la clase obrera ha asumido ese discurso: que el hecho de tener estudios te hace estar más preparado”, explica Tirado. Es evidente que los medios se han encargado de alimentar la falacia. Cuando Diego Cañamero, diputado por Podemos y jornalero de profesión, llegó al Senado, la periodista Ana Rosa Quintana criticó al político aludiendo que no puede estar en el Senado alguien que dice ‘pograma’ y no ‘programa’. Otra bochornosa muestra de clasismo. A la élite no le interesa que la clase trabajadora se movilice.

“Tenemos que fijarnos y valorar otro tipo de inteligencias, habilidades, los líderes políticos se rodean de muchos asesores y creo que muchos otros perfiles podrían y deberían tener cabida”.

Idoia Villanueva, senadora autonómica por Podemos en Navarra es hija de pastores educados hasta los 14 o 15 años. Villanueva recibió una educación pública. “Decidí meterme en política porque era consciente de que yo había tenido la oportunidad de estudiar, pero mucha otra gente no. Hay unas barreras claras para acceder a determinados puestos y la desigualdad no para de crecer”. Villanueva enfatiza que en las bases de Podemos hay bagajes muy diversos y sobre todo obreros. Pero si no hay tantos cargos visibles es “porque realmente están en minoría, por eso es por lo que hay que luchar, para que dejen de estarlo”. Para Maestre se trata de ampliar las “esferas de representatividas de estos colectivos”. A través de un sistema de cuotas, por ejemplo. “Igual que se crean leyes para combatir el sesgo de género o del mismo modo que se impulsan a las minorias raciales, es importante que se de voz a las clases trabajadoras”.

Pero también hay muchas formas de politizarse, de tomar partido. Las Kellys están sentando un precedente de lucha sindical luchando por las precarias condiciones de las camareras de piso. O los manteros. “También es política implicarse en el AMPA de tus hijos o en la Asociación de Vecinos, por ejemplo”, agrega Tirado.

Rocio Pérez, trabajadora de Bershka en Pontevedra y delegada sindical, fue una de las mujeres que impulsó la huelga de trabajadoras y que consiguió un acuerdo con la empresa para igualar el sueldo de todas las compañeras. “Yo siempre tuve conciencia de clase, pero fue cuando sufrí discriminación a los 35 años por quedarme embarazada empecé a politizarme más, a darme cuenta de que tenía que luchar si quería que no pisotearan mis derechos ni mi espacio”, explica Pérez.

El barrio siempre será tu casa

El barrio siempre será volver casa. Hay quienes nunca se fueron. Hay quienes están fuera, pero regresan de vez en cuando. Hay quienes aún no lo saben, pero acabarán volviendo. Hay quienes se llevan el barrio consigo.

Mira si estoy ogullosa de mi barrio que llevo la estatua de Chillida del Parque de la Creueta tatuada, como mi hermano”, me explica Alba (Bittah). Pienso en los hermanos Bayona que se llevaron ‘La Trini’, el nombre con el que ha bautizado su productora, a un local de Paseo de Gracia. La churrería, la plaza, tu calle, tu portería, el centro cívico. Los vagones de la línea roja del metro. La carne halal. La comunión ecuatoriana de tu amiga Zanea. La vecina de tu abuela, en batín, enseñándote orgullosa las notas de sus nietos. El barrio siempre será tu casa.

Fuente: Play Ground

 

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