Acoso laboral

“He sufrido acoso sexual en todos los hospitales donde he trabajado”

La primera vez que B. pisó un quirófano, un desconocido le cogió por la cintura y presionó el pene contra sus glúteos. El desconocido era un anestesista y B., una estudiante de cuarto de carrera que estaba observando por primera vez cómo se hacía una cesárea. “En esas visitas te inclinas con las manos en la espalda para mirarlo todo sin tocar nada y estás con el culo un poco en pompa”, explica B. en conversación con LA REVISTA de Redacción Médica. “Entró un médico joven que iba con aire chulesco y tan guay era que iba con el cuello de la bata levantado”, explica B., que añade: “Le ignoré porque estaba viendo mi primera cesárea y era feliz”.

B., que ahora es médica de Atención Primaria en un gran hospital y siempre ha sido una persona “muy educada”, se apartó para que pasara y pudiera ver mejor, pero él se lo impidió: “No, no, tú tranquila, ponte cómo estabas que yo te agarro por detrás”. B. dice que esa fue su frase literal justo antes de “arrimar la cebolleta, como se suele decir en tono de broma, aunque no tiene ninguna gracia”. En aquel momento, se quedó bloqueada, sin saber qué hacer, pero ahora, tras años de situaciones similares a la espalda, reaccionaría de forma diferente: “Eso a mí ya no me pasa, en ese momento me doy la vuelta y le pego un tortazo”.

El frote terminó cuando la enfermera más mayor de la sala reprendió al anestesista del cuello levantado: “Déjala en paz, que siempre estás igual con las estudiantes”. “Siempre estás igual”, remarca B., que añade: “Eso significa que era la forma de actuar habitual de este tipo con las estudiantes”.

Para acabar con acosos de este tipo, hay que “empezar desde el piropo más básico”, defiende Ana Rosa Jurado López, sexóloga y coordinadora del Grupo de Atención a la Mujer de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), que apunta a que “se normalizan conductas que no lo son”.

Recuerda un caso que le sucedió cuando trabajaba en la sanidad pública, ahora ejerce en un centro privado de Marbella, de un compañero que se le acercó y le soltó: “Como te sigas poniendo esa falda no voy a responder de mis actos”. Son comentarios que “se ve como si fueran bromas y no debería porque te hacen sentir mal”. Incluso apunta a que ha tenido desencuentros con compañeras que le dicen que “son solo piropos” y que no pasa nada porque ocurran cosas de este tipo: “No todas somos feministas y muchas vivimos en este machismo imperante que pretende hacer ver que dramatizamos, pero estas cosas que se normalizan son la base de que puedan suceder cosas mucho más graves”.

Ante situaciones de este tipo, siempre hay “que ponerse de frente y rechazarlas”, explica Carlos San Martín, médico de Atención Primaria, sexólogo y responsable del Grupo de Violencia de Género y de Sexología de Semergen. “No son situaciones infrecuentes, pero las hemos normalizado porque vivimos en una sociedad machista y patriarcal”, explica, y añade: “Hay que dejar claro que no es un juego, que no estamos de broma y que son situaciones que incomodan ya que la relación profesional debe ser siempre de respeto”. Este medio ha intentado ponerse en contacto con otras sociedades y sindicatos sanitarios sin obtener respuesta.

EN TODOS LOS LUGARES

“Me ha pasado mucho. He sufrido bastantes situaciones de acoso en las que me he sentido mal. En todos los hospitales en los que he trabajado”. Quirófanos de España, Francia y Suiza han sido algunos de los escenarios donde B. ha tenido que soportar el acoso de sus compañeros y superiores.
“La vez que peor lo pasé fue en Suiza en un quirófano de Neurocirugía en el que estaba con ocho tíos y sin ninguna mujer salvo yo, cosa poco habitual”. B. estaba terminando su quinto año de carrera en el país helvético y estaba “feliz” porque iba a ver una cirugía craneal en la que había que sacar un tumor, algo “alucinante para una estudiante”. Mientras el jefe de Servicio estaba presente en el quirófano todo iba bien. Él iba explicando cada paso que iba dando y B. no dejaba de prestar atención, aunque percibía como el resto de profesionales cuchicheaban a su espalda. Tras sacar el tumor, y cuando solo faltaba cerrar, el jefe se marchó y el resto de hombres se quedaron solos con B..

La situación se fue haciendo cada vez más incómoda: “Yo solo preguntaba cosas de la cirugía, pero ellos empezaron a preguntarme de dónde era y a hacer bromas machistas entre ellos”. Lo único que se le ocurrió a B. para frenar la situación fue decirles que no se estaba enterando muy bien de lo que decían, algo en parte verdad porque “hablaban rápido, en un idioma extranjero y con mascarillas”. B. intentaba pensar solo en la cirugía y preguntaba todo el rato por la operación, aunque ellos seguían a lo suyo: “Empezaron a hablar de mí como mujer y no como médico”. Ella insistía: “¿Qué es ese trozo de piel que estáis quitando y qué vais a hacer con ella?” En lugar de obtener una respuesta, B. vio cómo se le acercaba uno de los hombres, “ya no sabía si médico o enfermero”, le recorría el brazo de arriba a abajo y le decía: “Es que su piel no es tan suave como la tuya”. Todos se rieron, menos B. que se quedó petrificada. Al rato, un neurofisiólogo mayor que debía ver a B. “como si fuera su hija”, le explicó lo que era el trozo de piel y paró las bromas: “¿Queréis dejar en paz a la chica? ¿Podemos seguir operando?”

Al acabar la operación y salir del quirófano, B. se derrumbó y se echó a llorar. “Algo que era como un regalo dio paso a una sensación de indefensión, impotencia e inseguridad”, dice B., y recuerda: “Me estaban mirando, me estaban evaluando, me estaban poniendo nota y se estaban riendo”.

B. cree que la situación podría haber sido muy diferente si hubiera habido una mujer en la sala. “Si hubiera habido otra chica no se habrían sentido tan impunes”. Por eso, lamenta que más que un cambio en la forma de actuar de sanitarios así, la reducción del acoso se está dando porque hay cada vez más presencia femenina en la profesión. Durante la elaboración de este reportaje, este medio ha tenido contacto con otras cuatro sanitarias que han padecido situaciones de acoso, pero que han preferido no contar su experiencia por miedo a represalias, incluso bajo la promesa del pseudónimo.

EL RELATO CONSCIENTE

B. confirma que nunca ha denunciado ninguna situación de este tipo porque las consideraba leves, una especie de peaje por ser médica de Atención Primaria. Piensa durante unos segundos y añade: “No son leves, no tienen ningún derecho”. Aunque B. hubiiera querido denunciar, no lo habría tenido fácil. Si bien desde hace unos años hay conciencia y mecanismos para denunciar las agresiones a sanitarios, no existe ningún tipo de guía formal para el acoso sexual a sanitarias.

Cuando se pregunta al Ministerio de Sanidad sobre un protocolo de respuesta ante el acoso sexual a sanitarias, este remite a las comunidades autónomas. Varias consejerías de sanidad contactadas por este medio reconocen que tienen protocolos de actuación frente a violencia de género, pero que no existen guías específicas para las situaciones entre profesionales sanitarios o de pacientes a sanitarias.

M. trabajaba hace unos años como jefa de Estudios en un hospital del norte de España. Una residente tenía que ir al sótano, a la zona de archivos, frecuentemente para investigar las historias clínicas. “Uno de los trabajadores, que no era sanitario, se dirigía a ella constantemente, la incomodaba y la llegó a arrinconar”, explica.

Después de que la residente le contara el caso, M. habló con la dirección médica del hospital que amonestó al trabajador y le amenazó con denunciarle si volvía a repetir la conducta. “La cosa se solucionó y el tipo se detuvo allí”, dice M. que reconoce que no hay protocolos específicos en su hospital para abordar estos casos. Lo único de lo que disponen son de unas indicaciones dadas por el colegio de médicos provincial que se pusieron a disposición del centro para que circularan entre los profesionales.

“Ojalá hubiera un protocolo para las situaciones de acoso sexual en la sanidad”, lamenta la sexóloga Jurado López. Aunque los cauces para denunciar son los mismos que en el caso de una agresión de cualquier tipo, y que deben canalizarse a través de la dirección médica, el colegio de médicos y finalmente la fiscalía, Jurado López cree que guías específicas servirían para visibilizar el problema y hacer que las mujeres se sintieran más seguras a la hora de denunciar. “Las mujeres tienen un gran sentimiento de culpa y miedo a lo que puedan pensar de ellas, a que la gente piense que lo iban buscando”, afirma.

Además de este tipo de temores, se suma el hecho de que denunciar a un compañero o a un superior nunca es fácil. “Es gente que tiene poder, aunque sea un compañero del mismo rango, el género ya te da ese poder y pueden hacer que tu carrera vaya por un lado o por otro”, explica Jurado López. Que existieran estos protocolos “legitimaría a la mujer para que viera que son cosas que pasan a menudo y que pudieran denunciarlo”. Una forma de hacer aflorar los casos de acoso sexual y machismo que son habituales no solo en la sanidad: “Todas las mujeres, todas, hemos sufrido alguna vez, sino un acoso reglado y prolongado, algún tipo de comentario inconveniente. Esas cosas nos las hemos callado por miedo a que se nos juzgue a nosotras y no a los acosadores”.

Para el sexólogo y médico de Atención Primaria Carlos San Martín, los centros sanitarios y los profesionales deben poner el foco siempre en el acosador y nunca en la víctima: “Hay que arrinconar al acosador porque es él quien está teniendo un comportamiento inaceptable”. Admite que nunca es fácil denunciar a otro compañero, y menos si es un superior, pero considera que “algo está cambiando en los últimos meses a raíz de los casos que se están destapando después del escándalo de Harvey Wenstein y el acoso en Hollywood”.

Algo en lo que coincide Jurado López, que cree que “el revuelo de los últimos casos está haciendo que empiece ha haber un relato consciente y que las mujeres tengamos la fuerza para sacarlo a la luz”.  Un relato que está tocando a todos los estamentos de la sociedad, en todos los lugares y que debería servir para expulsar a los acosadores de los centros sanitarios y de los quirófanos, ya sean en Suiza, en Francia o en España.

Fuente: La Revista de Redacción Médica

 

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