Crisis, austeridad y crímenes económicos

Hoy se habla menos de Grecia, aunque hace poco se informó de que el decepcionante gobierno de Syriza, cediendo a las injustas exigencias de la

A man holds a placard during a protest against austerity, in front of Portugal's parliament in Lisbon November 27, 2012. REUTERS/Rafael Marchante/Files

Unión Europea, aprobó una reforma más de las pensiones. Una vuelta de tuerca que aumenta las severas carencias que sufre la el pueblo griego. Y en Grecia, como prueba de los problemas que destrozan la vida de la gente, es preciso recordar que en 2011 aumentaron un 40% los suicidios, según datos de su ministerio de Sanidad. Sin embargo, solo tres años antes de la llamada crisis, Grecia tenía la tasa de suicidios más baja de Europa. Tres suicidas por cada 100.000 habitantes, pero, según la corresponsal del británico The Guardian, desde finales de 2011 los suicidios se duplicaron en el país. ¿Qué ocurrió entre 2008 y 2011?

Crisis. Austeridad. Saqueo. Empobrecimiento.

Siguiendo con esa prueba de vida o muerte, el caso español no parece tan grave, aunque 3.870 personas se quitaron la vida en 2013 y 3.910 al año siguiente. La cifra más alta del último cuarto de siglo. El suicidio se convirtió en primera causa de muerte no natural, más que los accidentes de tráfico: por cada muerto en carretera, dos suicidas.

Crisis y suicidios

Los suicidios aumentaron en España desde 2010: primer año en el que la gente soportó los recortes impuestos por la troika. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), los suicidios aumentaron porcentualmente durante los cuatro años siguientes. Y, aunque no todos los suicidios sean atribuibles al sufrimiento generado por la crisis, según el INE de cada nueve suicidios diarios en España en los primeros años de crisis, un tercio era por el sufrimiento provocado por esa crisis. Y las consecuencias de la impuesta austeridad que siguió a continuación.

Las muertes algo tienen que ver con la crisis cuando los suicidios no sobrepasaban los 1.500 anuales hasta bien iniciado el siglo XXI. Un repaso de los titulares de esos primeros años de crisis muestran que durante meses y por todo el país se quitaron la vida hombres y mujeres de media edad que iban a ser desahuciados, que ya habían perdido su casa, ahogados por deudas hipotecarias o no, que no encontraban trabajo, inesperadamente empobrecidos… Desde Galicia a Andalucía, en Murcia, Valencia, Euskadi, Baleares, ambas Castillas… Tirándose desde un cuarto piso en Córdoba, quemándose a lo bonzo ante una sucursal bancaria en la Comunidad Valenciana o frente a un hospital de Málaga, ingiriendo veneno en Mallorca…

El fracaso de la austeridad

Ampliando el escenario, en esa liga amañada que es la política de deuda y austeridad de la Unión Europea, ya no es posible ocultar que la pretendida solución de recortar partidas sociales no funciona. Nada. Hasta tres premios Nobel de economía (Stigtliz, Krugman y Deaton) han denunciado la política de austeridad de Europa. Y más difícil es negar que el empobrecimiento que aumenta lo han generado la crisis y la austeridad presupuestaria perpetrada a renglón seguido. Ambas conforman un oscuro panorama de incertidumbre, dolor, pérdida de esperanza y sufrimiento para demasiada gente.

¿Exagerado traer a colación el aumento de suicidios? No solo ha habido suicidios. Otra realidad innegable, de vida o muerte, da que pensar. En el invierno del 2014, por ejemplo, en España murieron 24.000 personas de las que más de 7.000 se asociaron a no poder mantener la casa a temperatura adecuada y saludable. Pobreza energética lo llaman. Porque, cuando hay frío, aumentan las enfermedades respiratorias, se complican otras crónicas y la gente muere. Según el estudio ‘Pobreza, vulnerabilidad y desigualdad energética’, más de cinco millones de ciudadanos de este país no pueden mantener en invierno su vivienda suficientemente caldeada en aras de su buena salud. Fue angustioso un reportaje televisivo que mostraba a una madre con varios hijos pasando el invierno embutidos en anoraks y bajo mantas. Porque no podían pagar la calefacción y la casa era una nevera.

No es austeridad, puede ser homicidio imprudente. Como ha calificado hace unos días la Fiscalía de Santiago de Compostela la actuación de dos altos cargos del gobierno autónomo de Galicia por no proporcionar fármacos contra la hepatitis C por “razones presupuestarias”. El fiscal aportó historiales médicos de seis pacientes que no recibieron esas medicinas y murieron. Y también el de otro cuyo médico sí consiguió el fármaco, saltándose la burocracia, y le salvó la vida.

La llamada crisis y la austeridad subsiguiente (presuntamente para superarla) han provocado una catástrofe nada inocente que ha generado un volumen difícil de cuantificar de miedo, angustia, dolor, incertidumbre y sufrimiento de demasiada gente. Y muerte.

Ni los suicidios ni las muertes relacionadas con la pobreza energética o la austeridad son casuales. Tampoco es fatalidad ni mala suerte. Tienen mucho que ver con la dichosa crisis y con la obligada austeridad para afrontarla. En teoría. Pero lo cierto es que esa nefasta austeridad (incluidos su dogma de rebaja del déficit público como sea) se ha organizado para que el sector financiero y acreedor de la deuda pública cobre y haga negocio.

Hay responsables, hay culpables

Hay responsables de esa crisis y de las graves consecuencias de la austeridad impuesta. Una crisis en la que ha habido y hay actuaciones delictivas. Tal vez se vea exagerado relacionar suicidios, crisis y austeridad, pero es un indicador esclarecedor de cómo estamos. Además de que las situaciones críticas, que soporta tanta gente y a veces tienen que ver con la vida o la muerte, muestran la perversidad de una política que pone los intereses de una minoría muy por encima de la vida y la dignidad de las personas.

Como es sabido y está documentado, en 2007 y 2008 se dispararon los precios mundiales de los alimentos con gravísimas consecuencias. La ONU encargó a Olivier De Schutter, que fue relator especial del derecho a la alimentación, que averiguara las causas de esa crisis alimentaria. Su análisis concluyó que grandes especuladores internacionales habían creado una enorme burbuja en el mercado global de derivados de alimentos. La burbuja estalló y el precio de alimentos básicos aumentó con graves consecuencias para muchas poblaciones. Tanto fue que, si en 2007 se redujo quienes sufrían hambre a 850 millones en el mundo, la subida por especulación del precio de los alimentos provocó que en 2009 fueran de nuevo 1.100 millones los hambrientos y desnutridos.

Esa historia empezó en los 90, cuando la banca Goldman Sachs inventó un derivado financiero que reunía precios de 24 materias primas, incluidos trigo, maíz y soja, alimento de millones de seres humanos. Un tiempo después, la autoridad supervisora estadounidense de los mercados financieros permitió especular a largo plazo con derivados de alimentos. Con vario productos financieros de capa caída, el capital se dedicó a especular de modo salvaje con derivados de alimentos. La especulación con esos derivados se multiplicó por cincuenta de 2000 a 2008 y se formó una burbuja enorme que hizo subir el precio de los alimentos básicos.

Especular con alimentos, un crimen

Michael Masters, que fue gerente de un fondo-buitre que especulaba con alimentos, alertó de que centenares de miles de millones de dólares se dedicarían a especular con esos derivados y pidió que se controlara porque, de otro modo, las consecuencias serían catastróficas para los países pobres. Materialmente significaba la muerte por hambre de millones de personas. Como así fue.

Según un informe financiero del año 2008, la inversión especulativa en productos financieros que tenían que ver con alimentos pasó de 13.000 millones de dólares en 2003 a ¡260.000 millones en 2008! La especulación con derivados de alimentos fue brutal y hubo una gran subida del precio de varios alimentos básicos. Según la FAO (agencia de la ONU para la alimentación), el precio del trigo y del maíz aumentó un 25%. Hubo revueltas por hambre en cuarenta países y muertes.

¿No parece un crimen esa manipulación de precios? Si las violaciones económicas y financieras de la ley se juzgaran con la misma severidad con que se juzga el narcotráfico, las cárceles de los países ricos estarían llenas de tipos con traje hecho por sastre, camisa a medida y zapatos de 500 dólares. Los economistas William Blake y James Galbraith apostaron por encarcelar a todos los delincuentes de guante blanco que provocaron la crisis y el Nobel de economía Joseph Stiglitz propuso “meter en la cárcel a buen número de esos tipos, porque hay víctimas suyas en todo el mundo”.

Pero nadie fue a la cárcel y la FAO sí tuvo que denunciar de nuevo en 2011 una nueva subida del precio del arroz, trigo, azúcar y cebada porque se había vuelto a especular. Como en 2007 y 2008.

Shoshana Zuboff, antigua profesora de la Harvard Business School, denunció en el artículo «Crímenes económicos contra la humanidad» que la negativa de los causantes de la crisis a admitir las tremendas consecuencias de sus acciones demuestra la irresponsabilidad de las élites y también la criminal indiferencia con que acumulan millones. No es aceptable culpar solo al sistema, escribió Zuboff, como no lo hubiera sido culpar del holocausto perpetrado por los nazis solo a la ideología nazi y no a las personas concretas que perpetraron los crímenes, en el grado de responsabilidad penal que fuera.

Pues bien, las consecuencias de la llamada crisis y de la austeridad tienen responsables. Hay culpables. Para empezar los llamados ‘mercados financieros’ que, como dice Julio Anguita, todos tienen nombre y apellidos.

Nombre, apellidos, razón social y NIF

Los mercados financieros, que tienen nombre, apellidos, razón social y NIF, son responsables del desastre sufrido desde años por la total ausencia de reglas y por haber suprimido toda supervisión y cualquier control de las transacciones financieras. Es el imperio de la ‘desregulación’. Y esa desregulación, más la siguiente financiarización (convertir todo en activos financieros para especular) causaron la crisis. Bancos, aseguradoras, fondos de inversión (buitres o no), empresas auditoras, agencias de rating… se beneficiaron de la desregulación impuesta y luego, cuando la bancarrota fue realidad y no solo temor, gimotearon al Estado y forzaron el saqueo de las arcas públicas para salvarse de la quiebra con billonarias inyecciones de dinero público. Dinero de todos.

Se salvaron los mismos bancos y empresas financieras que esparcieron por el mundo las tramposas hipotecas-basura camufladas, ocultas en falsamente rentables títulos de deuda. Se lucraron de modo obsceno mientras precipitaban al mundo a la peor crisis económica en cien años. Que pronto devino social y humanitaria.

Pero la depredación no es nueva. Ahora le tocó pagar el pato a Europa y a Occidente, pero austeridad y recortes sociales que impusieron el FMI y Banco Mundial en los años 80 y 90 ya provocaron muy graves consecuencias a las poblaciones de África, América Latina, Asia y Europa del Este. Entonces hubo responsables y hoy hay responsables, pues, como dijo Nelson Mandela, la pobreza no es natural: la crea el hombre. Y, por tanto, hay responsables de la pobreza que han de rendir cuentas.

Responsables como, por ejemplo, las grandes multinacionales de productos alimenticios que controlan casi todo el mercado de cereales e imponen los precios sin importarles una higa que aumente el número de hambrientos. Responsables como los bancos Goldman Sachs, JP Morgan, Bank of America, Santander, BBVA, Deutsche Bank… que especulan con derivados y provocan la subida del precio de los alimentos…

Según el Estatuto de Roma, que creó en 1998 la Corte Penal Internacional, crimen contra la humanidad es «cualquier acto inhumano que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre, como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil«.

¿Acaso no estamos hablando todo el tiempo de crímenes económicos contra la humanidad?

Xavier Caño Tamayo, miembro de ATTAC

Fuente: DiarioCrítico

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